Una Habitación Propia
El cansino estupor de que una mujer escriba
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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En el siglo 23 antes de Cristo, en Mesopotamia, Enheduanna, princesa y sacerdotisa, escribió los primeros poemas de los que se tiene constancia y es reconocida como la primera persona en crear una obra literaria propia.
En tablas de arcilla, como nosotras hacemos en papel, Enheduanna escribía poemas con letras cuneiformes.
Cuatro mil años llevamos las mujeres escribiendo.
Reflexiono sobre esto porque, en lugar de decrecer, han aumentado las invitaciones a que hable sobre la escritura de mujeres, las mujeres en la literatura, ser mujer y escribir, las mujeres también cuentan, el nuevo boom de escritoras mujeres, feminismo y literatura, mujeres en las letras y todo tipo de combinaciones que se les ocurran.
El hecho de que pertenezca al sexo femenino y escriba sigue generando una enorme perplejidad en las masas.
Más allá de que destacar que las mujeres podemos ser artistas genera, otra vez, una percepción de anomalía, el hecho de que se hagan tantos debates protagonizados por escritoras hablando de ser escritoras consigue el efecto contrario a la naturalización: nos hacen gueto.
Cada vez que estoy en un panel con compañeras que se dedican a lo mismo que yo, la gran mayoría de público está formado por mujeres. ¿Por qué habría de ser distinto? Los hombres no se sienten interpelados por un grupo de señoras hablando de cómo es que una señora decide escribir. Yo tampoco iría a una mesa de señores hablando de ser señor y empuñar la pluma.
Lo que pasa es que esas mesas, las de señores, no existen: ellos hablan de política, de estética, de obsesiones, del futuro, de historia. Nosotras, en cambio, hablamos de que somos mujeres como si eso fuera lo único que nos definiera, como si eso fuera lo único de lo que somos capaces de hablar.
Todo eso tiene tintes de 'freak show': "pasen y vean, la mujer que en lugar de hacer pasteles hace versos, hace cuentos, hace novelas".
En las mujeres no importa sobre qué escribimos, importa el hecho de que escribimos.
¿Por qué esto, que es natural, desconcierta tanto?
Pienso que tantos años de borrado sistemático de las escritoras ha generado una malísima conciencia en los gestores culturales que, pillados in fraganti, intentan corregir la falta de la manera más evidente y, a la vez, equivocada.
Nos señalan, nos exhiben, nos reverencian, nos dedican titulares cuando en realidad lo único que tendrían que hacer es considerar que el hecho de que una mujer escriba es tan lógico como el que un hombre lo haga.
Yo tengo cosas en común con algunas escritoras, pero no con todas. Les da igual. Somos mujeres y vamos a hablar de ser mujeres en la literatura. A los hombres los juntan según los temas que trabajan, los últimos libros que han escrito, las obsesiones de sus personajes.
A nosotras nos juntan porque somos chicas.
Sueño con el momento en el que alguien diga basta y no se organicen nunca más mesas tituladas "la irrupción de la literatura escrita por mujeres en la escena latinoamericana" o algo por el estilo.
Es sabido que las mujeres latinoamericanas siempre hemos escrito (Mistral, Parra, Pizarnik, Rumazo, Yánez Cossío, Garro, Dávila, Lispector, Varela y un enorme etcétera), pero que la figura del escritor hombre se comió al sector editorial y a la prensa especializada.
Después de tantos y tantos años no debería ser un tema de sorpresa que las mujeres escribamos y, sin embargo, cada vez que me invitan a hablar sobre "la literatura en clave femenina" me dan ganas de gritar.
En lugar de eso, respiro profundo y me preparo a repetir que el hecho de que entre el cincuenta por ciento de la población haya gente que escriba es simplemente normal.
Pero no, seguimos generando perplejidad.
Perdónalos Enheduanna porque no saben lo que hacen.