De la Vida Real
Día 70 de la cuarentena: ya estoy harta de tanta maña
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Estoy harta, aburrida, desesperada y enervada… Las primeras semanas fueron una pura novelería. Arreglé la casa, limpié los cajones de la cocina y decidí que quería ser minimalista.
Puse las toallas en orden según su color y tamaño. Arreglé los armarios y saqué todo lo que no se ha usado en cuatro años.
Disfruté haciendo postres con mis hijos. Amaba hacer el almuerzo, cada día un plato diferente. Me sentía una suerte de chef excéntrica. Estaba convencida de que no necesitaba ir al gimnasio porque ya estaba barriendo, aspirando y trapeando.
Pedir las cosas por medio de una aplicación era la ilusión del día. Por las tardes veíamos películas con los guaguas. Me sentía en una paz y una armonía increíbles. Busqué más de mil consejos para que la enseñanza en casa fuera lo más productiva posible. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar poco a poco...
Han pasado 70 días y ya no quiero limpiar, arreglar y peor cocinar. He llegado a tal punto que a todo le pongo esos cubitos mágicos con sabor a carne, a pollo, a vegetales, para ver si así en algo mejora mi cocción. Si mi sazón está así, ni les cuento cómo anda la relación con los vecinos. Está tenaz.
Al principio era una amabilidad extrema de todos con todos, ahora tratamos de evitarnos para no tener siquiera el compromiso de saludarnos. Los sonidos de mi entorno me parecen estridentes y al vecino guitarrista ya mismo voy y le hago un corto circuito.
La educación en casa es un campo de batalla, y eso que adecué la sala con unas mesas y dos pizarrones de tiza líquida que compré. Por mí, en este punto, ya que se queden analfabetos los guaguas.
A esto hay que sumarle el aburrimiento extremo de mis tres hijos, que pelean todo el día. Las primeras semanas hacíamos juegos de mesa; ahora un simple ocho loco termina en la pelea más grande de nuestra historia familiar, y las armas son las fichas del Monopolio.
Siendo un poco analítica y menos pasional, lo que de verdad me desmotivó, a tal punto de no acordarme ni para qué estamos en este encierro, fue ver tanta corrupción.
Muchos ponemos de parte, somos responsables ante la tragedia mundial por la que estamos pasando, hasta que vemos cómo vienen los corruptos a robar. No hay derecho.
Ponen sobreprecios a las canastas de ayuda humanitaria y roban a saco la plata de los hospitales. Para colmo, nos inundan de publicidad: autoridades que se venden como héroes y heroínas por hacer algo que es su obligación.
Salen en cadenas nacionales sin nada de contendido educativo ni informativo, solo propaganda. Sí, estoy indignada y más con la gente que me consuela y me dice: “Así son los políticos, ¿qué esperabas?” ¿Cómo que qué esperaba? Esperaba respeto, solidaridad, buen criterio, honradez y humanidad. No esperaba que nos engañaran.
Mientras la gente llora a sus muertos, los funcionarios se aprovechan para comprar más caras las fundas de cadáveres. Mientras la gente está desesperada por medicinas, braman los negociados torcidos.
Y nosotros encerrados como giles. Muchos perdiendo sus empleos, otros mendigando un plato de comida para su familia.
La solución no es dejar de ver noticias, no es dejar de estar informados. La solución no son nuevas medidas. La solución es que paren de saquear a un país quebrado, un país en el que casi todos hemos colaborado quedándonos en casa, con inmenso sacrificio.
En medio de esto, veo cómo salen otros bandos políticos a manipular de lo lindo a todos los manipulables. Estoy de verdad harta, pero ¡qué harta! Estoy hastiada.
Mañana será otro día… Ellos buscarán qué más robar, y nosotros buscaremos qué más limpiar.