Una Habitación Propia
Estos somos bajo presión
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Pongo Under Pressure en Loop. Una vez y otra vez y otra vez y otra vez. Es como golpearse la cabeza contra la ventana, como aullar, como saltar sin paracaídas a la calle desde el noveno. Es, no sé cómo decirlo, como intentar mantener la locura a raya abrazándola.
En tiempos apocalípticos la locura gana, gana tan rápido. Eso no nos lo enseñaron las películas, pero un día te miras al espejo y ves a otra persona que grita.
Suena Under Pressure y veo gente en Internet haciendo yoga, haciendo pan, haciendo tutoriales sobre cómo entender una novela del siglo XIX, haciendo videollamadas grupales para jugar Monopolio.
Los veo manteniendo la normalidad, la salud mental, la salud física, el ánimo. Cada día me siento más lejana a ellos. Como si se hubiese soltado el cable que nos unía. Como si flotara en un espacio sin gravedad, lejos, lejos, más lejos del mundo.
La locura es otra atmósfera.
Insanity laughs under pressure we’ re breaking (la locura se ríe y bajo la presión nos derrumbamos).
Tal vez lo que se espera de alguien que tiene un altavoz es que no pierda la cordura, que tenga una sabiduría, una templanza, un saber vivir sin importar lo que esté pasando. No es el caso: las noticias de Guayaquil me queman desde dentro, músculos y sangre chamuscándose, convirtiéndose en lava. Escribo esto con los dedos ardiendo.
Una persona en llamas no es capaz de hacer pan.
El dolor de los míos y los tuyos y los suyos y los nuestros me destruye como cuando se pone a un insecto entre el pulgar y el índice y se aplasta.
Estos somos bajo presión.
Leo a otros instando a la gente a mantener el buen ánimo, a ejercitarse en casa, a saludar al sol. Veo a gente en Instagram cocinando tortas y pollos enteros. Yo escucho Under Pressure, lloro y miro por la ventana.
Pero eso también se vale.
Que nadie les diga lo contrario.
Se vale estar en llamas, se vale derrumbarse, se vale llorar, se vale maldecir, se vale estar aterrada, se vale tener pesadillas dormida y despierta. Se vale no leer una novela del siglo XIX. Se vale no crear.
Una persona en llamas no puede leer.
Que la bienpensante presión de mantener el buen ánimo, de la productividad, de mantener rutinas, de la normalidad (por dios, qué normalidad) no se una a la presión infinita de ver a nuestra gente enfermando, muriendo y desapareciendo del mundo sin una despedida.
Que la alegría de quienes cantan las alabanzas al aire limpio, al agua transparente y a los animales tomándose los espacios no los haga sentir culpables de albergar el más puro terror al futuro, a qué va a quedar del mundo y de nosotros cuando esto se acabe, si se acaba.
Si ha habido un momento en la historia para que sientas lo que te dé la gana, pobre homínido impotente viendo morir a tus iguales, es ahora.
Siéntelo.
*La presión me está oprimiendo, te está oprimiendo, nadie pide estar bajo presión. Esto derrumba edificios, parte a una familia en dos (…). Eso es lo espantoso de saber de qué va este mundo. Viendo a algunos buenos amigos gritar “déjenme salir”.