En sus Marcas Listos Fuego
Advertencia: su equipaje está lleno de cocaína
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Cargo con la deuda de escribir esta columna desde hace mucho tiempo. La reiteración insaciable de víctimas me recordó que no puedo esperar ni un solo día más.
Lean con atención que, si se graban bien esta historia, evitarán tener el peor día de sus vidas y asegurarán que varios miles de dólares se mantengan intactos en sus bolsillos.
Les voy a contar lo que le pasó a Juan. ¿Listos? Ahí vamos. Juan es un hombre de la tercera edad, cuyo uso de redes sociales se ve limitado por la generación a la que pertenece.
Un día, un primo migrante al que no ha visto en decenas de años, pero al que siempre apreció, se contactó con él por mensajes de texto y le contó su historia.
La historia es que, tras muchos años de incansable trabajo, decidió regresar a Ecuador y que, con el fin de no despilfarrar sus ahorros de toda una vida en costos fijos aeroportuarios, estaba enviando su ropa y su computadora como equipaje no acompañado al país.
El primo le pide el favor a Juan de que sea él quien retire el equipaje en el aeropuerto y le solicita que se lo guarde por un mes, hasta que él llegue. Juan, obviamente, accede.
Un día recibe una llamada de la aerolínea en la que le informan que el equipaje está listo. Se acerca y va a la zona del aeropuerto en la que le dicen que debe esperar. Varias personas se acercan, se presentan: uno trabaja para la aerolínea, los otros son funcionarios de Aduana.
En voz baja son coincidentes y le cuentan que el equipaje ya llegó, pero que los escáneres del aeropuerto levantaron alertas y, al abrir el equipaje, encontraron USD 400.000 y cocaína.
Los funcionarios de Aduana y de la aerolínea le dicen que le quieren ayudar, que estuvieron viendo los antecedentes de ambos y que es obvio que el pobre Juan es inocente y no sabía nada, pero que ahora está metido en un problema legal del tamaño del Pichincha.
De hecho, uno de los funcionarios de Aduana le explica que debe detenerlo en ese momento y entregarlo a la Policía para que lo lleven a flagrancia por tráfico internacional de drogas y de divisas.
Además, le entregan los informes de la SENAE y de la aerolínea, aún sin firmas, los cuales le ofrecen destruir, porque, reiteran, saben que Juan fue utilizado por un inescrupuloso primo al que no ha visto en muchos años.
Le cuentan que el primo pertenece a una organización criminal muy peligrosa, por lo que lo mejor es que su nombre no sea vea relacionado con ellos.
Juan lee en el documento que se irá a la cárcel por 13 años. Juan, desesperado, al borde del infarto, implora por misericordia, alegando con ansiedad su indiscutible inocencia. Los funcionarios le ofrecen ayuda a cambio de USD 10.000.
Juan, aterrorizado en medio del aeropuerto y rodeado de estos funcionarios estatales, conocedor de que su defensa legal es imposible, cede y les transfiere en ese momento USD 5.000 mil a la cuenta que le dan.
Y como no tiene los otros USD 5.000, los funcionarios le dan 48 horas para conseguirlos, en caso contrario, se disculpan, no lo podrán ayudar y tendrán que pasar el reporte a la Fiscalía.
Además, le explican que el equipaje no se lo pueden entregar porque ya todo está incautado, pero le aseguran que queda protegido si completa el pago porque eliminarán sus datos de los registros para que los narcos no lo busquen en Quito.
Juan sale, se sube a su auto. Temblando, logra encenderlo y acelerar. Jadea, le cuesta pensar con claridad.
Llega a mi oficina, pálido, hiperventilado. Me cuenta lo sucedido, me expone que siempre ha sido un ciudadano íntegro, que jamás se imaginó estar metido en esto por culpa de un primo en que él confiaba.
Sobre todo, tiene miedo de los narcos, de alguna venganza, de que los funcionarios de la SENAE no satisfechos le sigan extorsionando. Está desesperado, empieza a llorar al ver como una vida de trabajo se va al traste en pocos minutos.
Siente una profunda vergüenza. No sabe cómo regresar a su casa y ver a su esposa, hijos y nietos a los ojos. Está destruido, es un manojo de nervios.
Pero algo no cuadra, porque mientras él llora, yo sonrío. Al darse cuenta de mi sonrisa, me disculpo y se lo explico en orden cronológico:
- El nunca habló con su primo, sino con alguien que se hizo pasar por su primo.
- Jamás hubo una maleta con ropa siendo enviada a su nombre. Sí, la maleta nunca existió.
- El funcionario de la aerolínea que le llamó lo hizo desde la Peni del Litoral. Ajá, es un preso en rehabilitación (el chiste se cuenta solo).
- Las personas que lo interceptaron en el aeropuerto no son funcionarios de la SENAE, sino delincuentes de baja monta simulando funciones públicas.
- Los papeles que vio con logos de la aerolínea y de la SENAE son burdos photoshops, documentos falsos.
- La cuenta a la que transfirió el dinero pertenece a una cooperativa de ahorro y crédito abierta en alguna callejuela de El Guasmo con la cédula robada de alguien.
- Sí, le robaron USD 5.000 y, obviamente, no debe transferirles USD 5.000 más.
- No, no corre riesgo. Varios "primos" llaman a 20 incautos al día, de los cuales alguno cae.
- Las buenas noticias: perdió USD 5.000, pero al menos la trama es falsa y, por lo tanto, se ahorró los 13 años de cárcel y los honorarios del abogado.
- En fin, una tragedia con final más o menos feliz.
Y Juan me pregunta: Pero ¿cómo usted sabe todo esto sin investigar mi caso?
-Sencillo, por qué es la décima persona que entra a esta oficina y resulta ser que todas tienen el mismo primo.
Y sí, esta es la historia, el modus operandi más normal desde 2015 en Ecuador, donde el 90% de las víctimas son mayores de 65 años.
Escribo esta columna porque si bien para mí es una historia básica y burda de extorsión en la que yo no caería (por experiencia ajena), cientos de ecuatorianos siguen cayendo como moscas.
Espero que esta columna se les quede grabada y que, si alguna vez su primo les escribe a pedirles que le ayuden recibiendo una maletita de ropa, le respondan:
-Claro primo querido, encantado, pero transfiéreme por Western Union el valor exacto de la coima que tus compinches me van a pedir, para cambiarlo en monedas de un centavo y podérselas introducir, cual alcancía, por donde les gusta a ellos.
Luego, lo bloquean y siguen con su día.