Efecto Mariposa
Las estadísticas nos desaparecieron
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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En el censo de 2010, había 1.041.559 personas afroecuatorianas, y esa cifra representaba el 7,2% de la población.
En 2022, se contabilizaron 814.468 personas afrodescendientes, lo que equivale al 4,8 % de la población. En otras palabras, según el último censo del INEC, hay menos personas afroecuatorianas, contradiciendo a las mismas proyecciones y a las tasas de crecimiento poblacional del organismo.
De hecho, algunos especialistas señalan que, en el último conteo, 600.000 personas afrodescendientes fueron excluidas.
En una entrevista con el periodista Fabricio Vela, el director del INEC, Roberto Castillo, argumentó que la culpa de la desaparición estadística de las personas afroecuatorianas es de "las bases y los colectivos afros (que) no están bien organizados, como si lo están los montubios y los hermanos indígenas".
También indicó que a las personas no les gusta identificarse como "negras".
Con estos argumentos quiso explicar que las personas que "visualmente son afros se identifican como mestizas", según sus palabras.
Esta sería la causa de que haya menos personas afrodescendientes en el país, aunque él mismo racomplementó su respuesta diciendo que no es la generalidad, que son casos puntuales que ocurrieron en la provincia de Esmeraldas.
Sí, esas son las respuestas del director del ente estadístico de más alto nivel del país, quien, con un lenguaje innecesariamente coloquial, lanza hipótesis que no ha comprobado y, desde la subjetividad, llega a una conclusión general.
Si esas respuestas ya son asombrosas, aún hay más. Ante la imposibilidad de justificar técnicamente los números, dice que lo importante no es debatir la cifra, sino ponernos a pensar en una reflexión: "ha habido n alcaldes en estos territorios, hemos pasado una bonanza económica y las condiciones de vida de nuestros hermanos afro siguen siendo las mismas."
Y así termina la entrevista, sin dar una respuesta clara y creíble sobre el hecho de que, en los números del INEC, las personas afroecuatorianas simplemente desaparecieron, al punto de que algunos expertos en el tema lo señalan como un etnocidio.
Con esas respuestas del director del INEC, no solo queda la indignación por la desaparición de los afroecuatorianos en el último censo, sino porque las explicaciones no alcanzan, decepcionan, pues lo ideal sería reconocer que hubo más de un problema en el censo y ofrecer posibles soluciones.
Los fallidos resultados del censo fueron vaticinados por diversas voces que advertían sobre problemas técnicos desde un inicio. Hubo insistentes pedidos al INEC para que garantice la ejecución adecuada de la operación estadística o la suspenda.
Particularmente, en provincias como Esmeraldas se señalaba que iba a ser imposible realizar el conteo de la población asentada en zonas con altos niveles de violencia y criminalidad.
La información de los censos es esencial para tomar decisiones, diseñar políticas públicas y de reparación y asignar recursos, por lo que estas deben ser confiables, oportunas, accesibles y confidenciales.
Así, aceptar explícitamente que las cifras erróneas no son importantes se puede entender como un claro mensaje de racismo y discriminación.
Me sorprende sobremanera que al director del INEC no le parezca importante garantizar la confiabilidad de las cifras, especialmente de un grupo étnico históricamente discriminado.
Fuimos eliminados y no pasa nada. Y así se recurre a la histórica táctica de callar a un grupo excluido, invisibilizándolo y menospreciando un hecho real: fallaron al contarnos, al identificarnos; nos desaparecieron.
Y se espera que no pase nada, pues, además de ser un grupo sin voz, los afroecuatorianos, "no estamos organizados", dice Castillo.
Si esto sucedía con los indígenas, la CONAIE con toda razón ya estaría incendiando el país.
No hay censos ni resultados perfectos, pero hay resultados que simplemente son impresentables, como los del censo 2022. El Gobierno y el INEC nos deben una disculpa pública y la única reparación concreta de este etnocidio es la repetición del censo.
Necesitamos saber cuántos somos, dónde estamos y en qué condiciones vivimos no solo para reivindicar políticas públicas que mejoren nuestras condiciones de vida, sino como el reconocimiento formal y legítimo de que estamos aquí y de que somos parte de este Ecuador pluricultural y multiétnico.