Cambio de Rueda
España y el karaoke de las convicciones
Actor, escritor, director y profesor, cofundador del grupo Muégano Teatro y de su Laboratorio y Espacio de Teatro Independiente, actualmente ubicado en el corazón de la Zona Rosa de Guayaquil. A los cinco años pensaba que su ciudad era la mejor del mundo,
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En España acaba de naufragar la posibilidad legítima de un gobierno de coalición entre el Partido Socialista Obrero Español y Unidas Podemos, primer y cuarto lugar, respectivamente, en las elecciones de abril.
Al PSOE, con más de un siglo a cuestas, Podemos lo ve con la desconfianza histórica de no ser realmente de izquierda; y a Podemos -problemático hijo de la revuelta popular comunitaria del 11 M de Madrid, que demandó refundar la política antes que nuevos/viejos partidos- el PSOE lo sabe excesivamente de izquierda.
En la segunda sesión parlamentaria de su fallida investidura como presidente, el socialista Pedro Sánchez le espetó a Pablo Iglesias: “Si usted me obliga a elegir entre la Presidencia de un Gobierno de España, que no serviría a España, o bien optar por mis convicciones, yo no tengo ninguna duda: elijo mis convicciones, elijo proteger a España”.
La bancada del PSOE no dejó escuchar la última frase: en “elijo mis convicciones” le ofreció a su líder y a las televisiones tremenda standing ovation… en contra de lo que Max Weber descubrió hace siglos sobre la ética de las convicciones frente a la ética de la responsabilidad.
En pocas palabras, Groucho Marx tenía razón al decir: “si no le gustan mis principios, aquí tengo otros, podemos comenzar de nuevo”, pues ejercía la posverdad como ficción y no como mentira; y sobre todo porque, cerca de Spinoza y Nietzche, la ética es demasiado grande para caber en el ego de un individuo, peor de género masculino. La ética de la responsabilidad no implica traición, sino renuncia, gesto democrático y filial por excelencia, tal vez femenino; tal vez por eso Hamlet “quisiera ser mujer”, buscando poder elegir más allá del binario.
La locura de la ética de las convicciones hipoteca el triunfo de una ciudadanía que en abril se movilizó en defensa de la democracia, en su acepción menos burguesa y adocenada, en respuesta a la alianza Trifachita (la derecha tradicional del Partido Popular, el ex centrista Ciudadanos y la desvergonzada extrema derecha de VOX) en Andalucía, durante décadas bastión electoral socialista y laboratorio de libertades, derechos civiles y legislaciones favorables a las mujeres, las personas mayores, migrantes, LGTBIQ, etcétera, amenazadas por los seguidores de Putin, Trump y Bolsonaro en España.
Hoy el escenario más probable es el de unas nuevas elecciones, bocanada de oxígeno al Trifachito. Y cuando VOX lleve al Gobierno central propuestas como eliminar la atención de salud y promover deportaciones masivas de inmigrantes, o sustituir el término violencia de género por violencia intrafamiliar, Sánchez e Iglesias podrán seguir emborrachándose de convicciones, y cantar en karaoke, en una caverna platónica: “pero sigo siendo el rey”.