Efecto Mariposa
Niños en emergencia
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
Actualizada:
Una persona que participó en los operativos en Esmeraldas narra con asombro que niños de seis años, que viven en barrios esmeraldeños de extrema pobreza, no saben el Himno Nacional, pero sí cantan de memoria el himno de Los Tiguerones.
En otro reportaje, que apareció en un noticiero, un grupo de niños y jóvenes aprende y corea una de las canciones de esa misma banda.
Así, ya no es posible ocultar que esos niños ecuatorianos ya vendieron sus sueños a una banda delictiva, que los acoge, los guía y los abriga.
El espacio que ha ganado esa banda en infantes esmeraldeños, que habitan en barrios pobres, es innegable y ya forma parte de sus vidas.
Y no solo eso, los actos de los niños que se codean con las bandas delictivas anticipan que los potenciales futuros miembros de estas organizaciones ya se están preparando.
El reclutamiento de niños y adolescentes por parte de bandas criminales y grupos irregulares es una estrategia que ya ha sido vista en países con altos niveles de violencia y criminalidad, como Colombia.
En un informe de la ONU de 2010 se menciona que, después de la desmovilización, los integrantes de grupos armados colombianos migraron al narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal. Y continuaron reclutando a niños y adolescentes.
De esta forma, estos grupos y bandas criminales tratarían de garantizar la extensión de sus actividades en el tiempo.
Además, esta estrategia les permite evadir la justicia, pues los actos ilícitos son perpetrados por menores que son sometidos a procesos judiciales de acuerdo con su edad.
Niños y jóvenes son atractivos para las organizaciones delictivas porque podrían ser candidatos idóneos para la transmisión intergeneracional del crimen, sobre todo si presentan alguno de los siguientes factores de riesgo:
• Habitar o frecuentar barrios, centros educativos o parques situados en lugares que faciliten la incursión de pandillas o el cometimiento de actos ilícitos.
En estos últimos días, escuelas y colegios de distintas ciudades del país reportaron amenazas de bomba y sus docentes y estudiantes recibieron panfletos amenazantes.
También se ha reportado que, en algunas instituciones educativas, ya se cobran extorsiones a los estudiantes. Es decir, las bandas delictivas que operan en el país, no solo Los Tiguerones, ya estarían en escuelas y colegios.
• Hogares con altos niveles de violencia, lo que hace que niños y adolescentes busquen escapar de sus casas y sean acogidos por bandas delictivas.
• Olvido estatal. Sobre esto no necesito extenderme, los ejemplos presentados al inicio de la columna dan cuenta de quiénes velan por los niños de los barrios pobres de Esmeraldas.
El Gobierno ecuatoriano anunció una Estrategia para la Seguridad y la Paz, con una inversión de USD 5.000 millones, y aunque no se conocen detalles porque es un plan reservado, todo apunta a que las acciones se limitan al ámbito de la política criminal.
Aunque es habitual que la política social y las acciones para combatir la criminalidad sean tratadas de manera separada, ambas tienen el fin común de reducir el crimen y aumentar la seguridad pública.
En un análisis realizado para Italia, estas acciones mostraron resultados a la hora de disminuir el número de integrantes de las bandas y de los nuevos reclutamientos:
- Captura de los líderes criminales, para desmitificar la grandeza del personaje y desmotivar el deseo de imitarlo entre los menores de edad.
- Y también de los que no son líderes, pero facilitan el cometimiento de delitos y trabajan directamente en el reclutamiento de nuevos miembros.
- Políticas para las familias y comunidades para limitar la exposición al adoctrinamiento de las mafias y redes entre los menores de edad.
Entonces, para hablar de un plan integral de seguridad y paz es necesario combinar acciones de política criminal y social.
Las provincias y las comunidades que albergan y son semilleros de las bandas delictivas necesitan una intervención social urgente para cortar el ciclo de violencia y criminalidad.
Los niños que viven en barrios esmeraldeños peligrosos están en emergencia.