Economía y Desarrollo
Escuchar o hacer entender: el peligro de los liderazgos personales
Doctor en Economía, máster en Economía del Desarrollo y en Política Pública. Director general académico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
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"No puedo enseñar nada a nadie, solo puedo hacerles pensar", es una frase de Sócrates que da cuenta de que en los procesos de pedagogía no se puede, ni debe, imponer ideas, sino motivar reflexiones.
Hace pocos días, en un conversatorio sobre los desafíos económicos del país se repetía con fuerza la idea de que "la gente no es consciente del problema que vivimos". Para no dejar la intriga, el tema era la prioridad que tiene el déficit fiscal.
Hubo un esfuerzo por plantear que, contrario a lo que se decía, "la gente no solo es consciente del problema, sino que lo vive directamente, e incluso conoce de mejor manera las posibles soluciones", y se señalaba que los hacedores de política pública se equivocan justamente al imponer, y no preguntar ni escuchar.
En este caso, el planteamiento venía desde la prioridad en la generación de empleo y la contención de la pobreza, que el déficit es estructural y su solución de mediano plazo.
No hubo éxito, la respuesta fue contundente: "No, no, no… Hay que hacerles entender, la prioridad es el déficit"; evidentemente seguido de "hay que ajustarse el cinturón", sin consideración alguna de la gran diferencia que existe entre no pedir comida a domicilio y cocinar en casa, en comparación con dejar de comer del todo (empobrecimiento).
Así, sin filtros, con total claridad, se muestra de cuerpo entero el nivel de violencia que vivimos y la búsqueda permanente de imponerse sobre las opiniones de los demás, argumentando que ideas contrarias a la propia solo se entienden por la ignorancia.
La violencia como rasgo socio-cultural, que implica la imposición de las ideas de uno sobre las de los demás, se expresa también en que exista campo para sembrar la idea de que es bueno que las personas tengan armas y cuiden de su seguridad directamente, sin que medie un proceso de justicia.
Se impone el más fuerte sin importar si tiene razón o si es justo.
Los liderazgos individuales, cuando buscan el bien común, parten del supuesto de que se tiene la razón y la virtud necesaria para decidir por los demás, que son meros seguidores, a los que se debe explicar las cosas.
Por su parte, cuándo buscan su propio beneficio aprovechan la fuerza pública para imponer aquello que les da mayor ganancia.
Por eso los extremismos son nefastos, porque se encuentran en la necesidad de liderazgos individuales, que impongan, ya sea por el lado del fascismo o del autoritarismo.
La alternativa requiere superar la dependencia de liderazgos personales, que diriman ante la incapacidad social de acuerdos. Pasar a construcciones colectivas, desde una cultura de diálogo permanente para la búsqueda real de encuentro desde la escucha.
No se trata de hacerle entender nada a nadie, sino de escuchar.
Al final, como lo dijo Tabaré Vázquez, días antes de su muerte, en la entrevista 'El legado', "la gente que ve el problema generalmente tiene una buena solución para enfrentar las dificultades que le presenta ese problema".
En la búsqueda de alternativas, de liderazgos hay que poner atención a quienes promulgaron y promovieron liderazgos públicos colaborativos generando, desde la construcción de consensos y de alianzas, frentes amplios progresistas centrados en estrategias para mejorar la calidad de vida de las personas.