Los escritores y el alcohol: una relación misteriosa
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Siempre existió una relación oscura entre los escritores y el alcohol, empezando porque los sueños de grandeza de muchos jóvenes prometedores se disolvieron en la bruma de los bares.
Pero en contados casos, cuando el talento era excepcional y la obstinación también, las borracheras aplacaban los demonios y encauzaban la creatividad de tipos como Hemingway o César Dávila Andrade, aunque al final ambos terminaran suicidándose.
Con sus efluvios se han escrito excelentes novelas, como 'Bajo el volcán' de Malcom Lowry, que es eso, una borrachera genial e interminable. Y han existido, por supuesto, magníficas escritoras alcohólicas.
Pero, como anota con ironía la argentina María Moreno: "Nunca el prestigio de la brillantez ebria de una dama superará al de un caballero". El chispo puede ser gracioso; "la dama, repulsiva" hasta que pruebe lo contrario.
Hasta que irrumpa, digo yo, una desconocida como Lucía Berlín, que ya de regreso de todas las botellas y de todos los trabajos mezquinos, patea el tablero masculino.
Aunque había muerto años antes, la versión en español de su estremecedor e hiriente 'Manual para las mujeres de la limpieza' fue declarado el mejor libro de 2016.
Se trata de un conjunto de cuentos que tienen, como lo señaló una crítica de El País, "el olor de la verdad". Acotemos: el mal olor de las borracheras baratas, de la marginalidad y la humillación de una madre hermosa pero con escoliosis, obligada a ganarse la vida como empleada doméstica en casas de ricos.
El estilo de Berlín es directo y descarnado, cual diario de enfermera, con una notable capacidad de observación y el ritmo tumultuoso y fragmentado de la embriaguez y una introspección cruel, pero también tierna, de alguien que espera tiritando a que abran la licorería a las 06:00.
En ese coctel de emociones no faltan ciertos toques de humor amargo como gotas de Angostura, ni finales inesperados pero coherentes con la trama.
Por una coincidencia que no puede ser gratuita, ese mismo año 2016 apareció 'Black out' de la mentada Moreno. Más autorreferencial inclusive que Berlín, caminando por el filo entre la memoria y la ficción, Moreno recrea su vida en los conventillos de Buenos Aires, sus inicios en la ginebra, por placer, tal como sus aventuras bisexuales.
Ella llega a ser una reconocida cronista y aguda crítica literaria y por los bares que frecuenta pasan algunos de los mejores periodistas y escritores argentinos de los 60 y 70, así como también políticos y guerrilleros urbanos.
Algunos de ellos y ellas se convierten en amantes de la protagonista, que sigue llamándose María Moreno y se chanta botas y hotpants a la moda para las citas eróticas.
A diferencia de Berlín, Moreno es una intelectual refinada que dirige revistas literarias impregnadas por el feminismo incipiente de la época.
Sin perder la crudeza de las confesiones, su escritura es más elaborada, con giros y referencias que son parte de la generación de los años 70, esa cuyo retrato dibuja sin concesiones.
Como gotas de ginebra bajo la luz lateral de la barra asoman en el texto brillantes reflexiones sobre el alcohol. Nada de romanticismo ni poesía barata; la verdad pura y dura de esta suerte de manual para los bares del pasado.
En síntesis, dos escritoras distintas, no aptas para abstemios.