Columnista invitado
Escasez de dólares lícitos y el futuro de la dolarización
Profesor de la Universidad de Columbia y UDLA, ex economista jefe para América Latina del Banco Mundial y ex gerente general del Banco Central del Ecuador
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La dolarización no funciona sin dólares. El gran problema económico de Ecuador es la escasez de dólares lícitos, fruto de tres factores: la inseguridad, el desequilibrio fiscal y la poca competitividad de la producción nacional en mercados internacionales.
La inseguridad es engañosa porque trae dólares ilícitos al país que mantienen un nivel de comercio básico, fomentando el espejismo de que la situación económica no está tan mal. Pero esos dólares mal habidos son un veneno. Desplazan a los dólares lícitos y destruyen la capacidad de generarlos o atraerlos. Lo hacen de manera directa elevando el costo de producir y comerciar honradamente.
Las empresas se ven forzadas a pagar vacunas o contratar seguridad privada; los servicios navieros son acosados en los puertos; los turistas se alejan; los restaurantes y hoteles pierden clientes; los trabajadores emigran; los inversionistas huyen; y las finanzas de las empresas, hogares y gobierno tambalean. Pero el daño indirecto es aún más pernicioso: los dólares ilícitos corroen las instituciones y destruyen la fibra moral de la nación.
El segundo factor, la precariedad de la caja fiscal, refleja serios problemas de ingresos y enormes presiones de gasto.
Los ingresos petroleros del PGE han colapsado (de USD 2.259 millones en enero-julio de 2022 a 981 millones en el mismo periodo de 2023) y se contraerán aún más con la suspensión de la producción en el Yasuní. Los ingresos tributarios también se han debilitado (de USD 9.175 a 8.945 millones en el mismo periodo) y se seguirán reduciendo, no solo por efecto del estancamiento económico sino también por la reversión parcial de la reforma al impuesto a la renta personal y la programada reducción gradual del ISD.
El panorama por el lado del gasto es más negro. El gobierno tendrá que aumentar erogaciones para combatir la inseguridad, enfrentar el fenómeno de El Niño, cubrir los crecientes déficits en los sistemas de pensiones y salud, y desmantelar las instalaciones petroleras en el Yasuní.
CORDES y el Observatorio de la Política Fiscal anticipan un déficit en el PGE cercano a USD 5.000 millones en 2023 que bien podría agravarse en 2024, y ello sin contar el pago de amortizaciones que el gobierno tendrá que hacer si no consigue refinanciar los vencimientos de su deuda. En ausencia de un duro programa de ajuste fiscal que movilice copiosos préstamos del FMI, Banco Mundial, BID y CAF, simplemente no habrá suficientes dólares y algo tendrá que ceder: el fisco dejará de hacer algunos pagos y se retrasará en muchos otros.
El tercer factor es la débil capacidad de la economía para producir bienes y servicios que se puedan vender a los portadores de dólares lícitos, o para atraer inversión extranjera. Esa incapacidad parece debatible a la luz del impresionante aumento de las exportaciones no petroleras (de USD 11.332 millones en 2016 a 21.065 millones en 2022) que sugiere una notable fortaleza empresarial en el país.
Sin embargo, esas cifras están en algo sobrestimadas, en la medida en que incluyen cargamentos de cocaína ocultos en los contenedores de dichas exportaciones.
Mucho más clara es la incapacidad de generar dólares lícitos a través del turismo (que cayeron de un promedio anual de USD 2.142 millones en 2017-2018 a 1.424 en 2021-2022). Además, la producción que tradicionalmente abastecía al mercado local (por ejemplo, textiles, artesanías de cuero y madera, productos lácteos, etc.) sigue perdiendo terreno ante la competencia de las importaciones.
Por último, y quizás más descorazonador, es la obvia incapacidad de atraer capital productivo hacia el país. La inversión extranjera directa (IED) que entra a Ecuador es bajísima: durante 2021-2022 fue un promedio de solo USD 738 millones por año, equivalente 0,7% del PIB, mientras que, por ejemplo, Costa Rica recibió un promedio de 5,5% del PIB por año en ese mismo periodo.
Los tres factores conforman un círculo vicioso. Se retroalimentan y refuerzan entre sí. El principal canal de retroalimentación es la prima de riesgo país, cercana a 1.900 puntos básicos. Ello implica que si el gobierno de Estados Unidos paga una tasa de interés anual de, digamos, 5% en una emisión de bonos a 10 años plazo en los mercados internacionales, el gobierno ecuatoriano tendría que pagar una tasa de interés de al menos 24% en una emisión de plazo comparable en los mismos mercados.
La exorbitante prima de riesgo ecuatoriana es causa y resultado de la escasez de dólares.
Es resultado porque mientras más se empantana la economía, se enraíza la narcopolítica y se desequilibra el proceso fiscal, más escasean los dólares lícitos y más sube la prima de riesgo ecuatoriana. Es causa porque amputa el acceso del gobierno y sector privado al financiamiento y cancela cualquier proyecto de inversión que no ofrezca una rentabilidad suficientemente alta (al menos 30% por año) para cubrir los costos y riesgos de hacer negocios en el país.
Todo esto se traduce en una muy baja generación de empleos formales que, junto con la desmoralizadora inseguridad, fomenta la emigración de la fuerza laboral o su incorporación a las pandillas de narcotraficantes. De hecho, el porcentaje de trabajadores con empleo formal muestra una clara tendencia descendiente: pasó de un promedio de 50,6% en 2015 a 42,2% en lo que va de 2023.
La asfixiante escasez de dólares amplía el espacio para políticas públicas irresponsables que podrían llevarle al país al despeñadero de la desdolarización.
La catastrófica desdolarización en Zimbabue ilustra el camino de la perdición (como lo explica Fidel Jaramillo en Primicias del 10 de septiembre pasado).
Marca un proceso de desmantelamiento progresivo de dolarización que también podría materializarse en nuestro país, en una especie de tragedia griega de cuatro actos.
- En el primer acto, el gobierno coloca bonos en el BCE y, como contraparte, aumentan sus depósitos en el BCE. Así, se expande el poder de gasto del gobierno sin que hayan aumentado los dólares genuinos disponibles para la economía.
- Ello lleva inevitablemente al segundo acto: el racionamiento de los dólares disponibles para pagos internacionales, que se instrumenta a través del incremento del ISD y la imposición de “salvaguardas” (aranceles, controles y prohibiciones) a las importaciones y a otras transferencias al exterior, tal como ya sucedió en el gobierno de Correa. Dado que estas medidas son parches temporales, el problema de la caja fiscal sigue al rojo vivo.
- En consecuencia, tarde o temprano, se instaura el tercer acto cuando el gobierno empieza a emitir una moneda alternativa (un “ecua-dólar”) sin respaldo, ya sea en forma física o digital, con la cual paga sueldos, jubilaciones, deudas a proveedores, etc. y acepta que sea usada para el pago de impuestos. Surge entonces un tipo de cambio explícito entre el dólar y el ecua-dólar y un mercado negro de divisas que induce a los ahorristas a tratar de poner a salvo sus dólares.
- Ello precipita el acto final: el congelamiento de depósitos, seguido de una mega crisis económica, política y social.
El país debe evitar a toda costa el acercarse a ese despeñadero, optando más bien por el estrecho y arduo camino hacia la prosperidad preservando la dolarización.
Ello requiere no solo de la intensificación de la lucha contra la narcoviolencia, sino también de reformas económicas que son tan necesarias como impopulares, incluyendo la eliminación del subsidio al precio doméstico de los combustibles y la apertura del mercado de combustibles a la competencia (lo cual exige la eliminación del monopolio de la refinería estatal), la reforma a la legislación laboral, la modernización del marco de regulación y supervisión del sistema financiero, la reforma del sistema de pensiones, políticas de crecimiento en sectores clave (turismo, agroindustria, minería), etc.
Los ecuatorianos profesan amor a la dolarización, pero lamentablemente se oponen a las reformas que son indispensables para preservarla.
El próximo gobierno debe estar al tanto de estos peligros a fin de liderar el enorme esfuerzo colectivo de reforma que se va a necesitar para salir de círculo vicioso aquí descrito y alejarse así del fantasma de la desdolarización.