El indiscreto encanto de la política
Entre fachos y progres, la vacía guerra de las etiquetas políticas
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Nos encantan las etiquetas políticas. En un momento de la historia en que los acalorados debates políticos se reducen al intercambio de trinos en un cuadrilátero de 280 caracteres, nada más efectivo que incorporar al mensaje algún ingenioso término para darle sabor a la discusión.
Gracias a las etiquetas políticas, las complejas corrientes ideológicas y sus heterogéneas visiones internas se simplifican -a veces al absurdo- en potentes estereotipos.
Hay etiquetas tradicionales que no pasan de moda, como progresista, conservador, derecha, izquierda. Otras, más coyunturales, resultan de la combinación de ideologías o liderazgos como 'castrochavismo' o 'correísmo-leninismo'.
Últimamente, la extrema polarización ideológica que, en general, se siente en el mundo y que en particular se ha acentuado en la subregión latinoamericana, ha provocado la aparición de una serie de nuevos términos que sirven de municiones para la guerra cultural que se libra en las redes.
Con una naturalidad que aterra, las feministas son etiquetadas despectivamente como 'feminazis'; los liberales o conservadores se reducen a 'neoliberales'; y todo lo que suene a ampliación de derechos es 'progre'.
En los últimos días, gracias a la rimbombante Carta de Madrid, la etiqueta del mes fue el adjetivo 'facho'. Aquellos que suscribieron la carta fueron investidos con esta versión coloquial y simplificada de fascista, debido a que parte de los promotores de tal declaración militan en el partido español VOX.
Pero más allá de entrar en el debate infinito sobre la verdadera ideología y el propósito del Foro de Madrid, tildar a una persona de 'facho', 'progre', 'comunista' o 'neoliberal' no es más que un recurso dialéctico al servicio del ataque ideológico.
El promotor de la etiqueta, a partir de asumir una cómoda posición de superioridad moral, coloca al interlocutor a la defensiva, pues será él quien tendrá que desmentir el calificativo, a priori posicionado como incorrecto.
El problema de estas etiquetas es su vacío semántico: existen tantas aproximaciones a cada término, como políticos y visiones.
Para Leonidas Iza, Yaku Pérez es de derecha; para Yaku Pérez, Guillermo Lasso es de derecha, pero para los nuevos conservadores, Lasso es de centro izquierda y Yaku de extrema izquierda.
La contraposición de ideas fortalece la democracia. Las personas, los políticos y sus opiniones son más que etiquetas.
Sin embargo, la calidad del debate público se está reduciendo a un intercambio adolescente de etiquetas; cuyo único resultado es abonar el terreno para que emerjan nuevos populismos.