El indiscreto encanto de la política
Es hora de volver a escuchar la voz del sector empresarial
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Si bien los gremios empresariales en Ecuador no ostentan la misma representatividad que en el pasado, existe una coyuntura y condiciones propicias para recuperar su positivo impacto en el entramado institucional del país.
A finales del siglo pasado, el sector productivo ecuatoriano desempeñó un papel fundamental en la elaboración de políticas públicas para el desarrollo económico y social del país. En mesas de diálogo, comités y consejos consultivos, los empresarios de diversos sectores aportaban con su experiencia y pragmatismo a las complejas discusiones teórico-burocráticas.
Su papel de hacer política, sin incurrir en partidismo, les garantizaba una presencia constante en medios de comunicación, eventos públicos y debates ciudadanos. De hecho, ante una decisión gubernamental, la posición de un gremio era muy anticipada por la ciudadanía, convirtiéndose en un elemento crucial en la configuración de la opinión pública.
Esta notoria influencia del empresariado fue lo que desde el principio incomodó al expresidente Rafael Correa. Por ello, al inicio de su mandato, su Gobierno tomó dos decisiones fundamentales para debilitar directamente la voz y la acción de las organizaciones empresariales.
La primera medida consistió en reducir progresivamente la participación formal de los dirigentes empresariales en los relevantes espacios de colaboración público-privada.
Posteriormente, se eliminó la obligatoriedad de estar afiliado al gremio del sector para ejercer una actividad productiva. A estos dos elementos se sumó una narrativa antiempresarial impulsada desde el Ejecutivo, que arremetió verbalmente contra los empresarios y las cámaras de producción, acusándolos de "codiciosos", "pelucones" y de buscar únicamente el lucro personal, entre otros calificativos.
Sin espacios de influencia, con recursos limitados para mantener su actividad y en un contexto de hostigamiento sistemático, la voz del empresariado se fue apagando durante la década siguiente.
Hoy en día, la situación histórica ha cambiado. Con la salida de Rafael Correa, la propaganda contra el sector productivo cesó. Con el tiempo, los gremios han logrado establecer nuevas fuentes de financiamiento y han desarrollado paquetes de servicios y beneficios atractivos para captar nuevos socios.
Los espacios no se reclaman ni se merecen, se ganan. Recuperar la representatividad e incidencia de los gremios en la vida pública obliga a los dirigentes a vencer los prejuicios de otras épocas y asumir con decisión el reto de participar activamente en el quehacer político del país.
No se trata solo de defender los intereses de un sector específico, sino de promover un diálogo constructivo y una colaboración efectiva entre el gobierno, el sector privado y otros actores civiles para enfrentar los desafíos económicos y sociales del país.
María Paz Jervis, presidenta del Comité Empresarial Ecuatoriano, ha demostrado liderazgo en este sentido. Con un perfil equilibrado que combina experiencia tanto en la industria como en la política, y una retórica académica pulida, la líder del principal organismo de representación gremial del país no ha vacilado en ofrecer una posición sólida sobre los principios que defiende.
Por supuesto, su aparición en el escenario no es fortuita. Es el resultado del camino recorrido y de los espacios ganados a pulso por los dirigentes que la precedieron, quienes, en circunstancias complejas, reafirmaron ante la ciudadanía la premisa de que cuando el sector productivo avanza, toda la nación progresa.
En una columna anterior de este medio, el colega Santiago Basabe señalaba con urgencia la necesidad de que los gremios experimenten "un cambio, un remezón". Por lo descrito, está ocurriendo.