El Chef de la Política
Necesitamos ideas. Necesitamos ideología
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Las ideas permiten el progreso de la ciencia. Las ideas dan forma al arte y la cultura. Las ideas facilitan el avance de la economía.
Permiten que las personas, sobre todo las menos aventajadas en cuanto a distribución de riqueza, puedan mejorar su nivel de vida. Las ideas, las siempre importantes ideas, son las que dan sustento para que la tecnología avance en su camino para facilitarnos (a veces no tanto) la interacción diaria.
Las ideas, en definitiva, nos abren la mente hacia la búsqueda de la verdad, el rechazo del dogma y la valoración justa de las opiniones ajenas.
De allí que, a lo largo de nuestra existencia, las personas configuramos un conjunto de ideas sobre los diferentes aspectos de la vida. Esas ideas, a las que también llamamos creencias, es lo que se conoce como ideología.
Por ejemplo, cuando estamos a favor o en contra del aborto, eso da cuenta de nuestra ideología en ese tema. Cuando pensamos que la economía del país podría mejorar si hay una fuerte presencia estatal, estamos demostrando nuestra ideología.
Si creemos, por el contrario, que la intervención del sector privado debería ser mayoritaria para el desarrollo de la economía, ahí expresamos nuestra ideología.
Esto aplica para todo. Si pensamos que hay necesidad de pagar más o menos impuestos, eso es ideología.
Si creemos que el teatro o la música deberían ser ofrecidos de forma gratuita por el Estado o si, por el contrario, consideramos que esa es una tarea del sector privado, por tanto pagada por cada ciudadano, ahí está la ideología.
En la vida democrática de los países, los partidos políticos cumplen el rol de representar, en alguna medida, lo que los ciudadanos pensamos sobre los temas indicados y muchos otros. Por tanto, ningún partido representa a toda la sociedad, sino a una parte, como su nombre lo indica.
De allí que, no debemos dejarnos engañar por aquellas organizaciones políticas que no presentan un discurso claro sobre su posición ideológica. No debemos dejarnos engañar por los candidatos que evaden respuestas precisas al respecto.
Tampoco debemos dejarnos engañar por aquellos que, en aras a mantener sus jugosos negocios, pretenden implantar entre la ciudadanía el discurso de que las ideologías ya no existen.
Ese planteamiento implica decir, como señalé antes, que las ideas han desaparecido. Si eso es así, entonces estamos proponiendo que los seres humanos hemos dejado de pensar. Eso no suena lógico por ninguna parte.
Una discusión diferente, que nada tiene que ver con la ideología, es la coincidencia que puede tener la ciudadanía en cuanto a los temas que son prioritarios en la agenda de política pública de un país.
Por ejemplo, la inmensa mayoría podría estar de acuerdo en que la ausencia de empleo es el problema más importante y que, por tanto, el gobierno debe propiciar espacios de trabajo.
Sin embargo, ahí la ideología vuelve a aparecer, pues para unos el incremento de la ocupación laboral podría darse en el sector público, mientras que para otros esos espacios deben darse esencialmente en el sector privado.
¿Qué marca la diferencia entre unos y otros? La ideología. Las ideas que tienen las personas sobre cómo mejorar el empleo.
Algo similar ocurre con el tratamiento a la delincuencia. Aunque todos, partidos y ciudadanía, estamos de acuerdo en reducir este fenómeno social, las soluciones pueden ser diferentes, bien diferentes.
Unos proponen aumentar las penas, otros plantean reducirlas. Así de divergentes pueden ser las salidas al mismo problema. ¿Qué marca esas posiciones tan distintas? La ideología. Las ideas que orientan a un candidato o a un partido.
Si no hay una definición explícita al respecto, ese candidato o ese partido no es serio. No le demos el voto.
Ahora que se avecina un nuevo proceso electoral, los medios de comunicación podrían hacer un buen ejercicio de apoyo a la ciudadanía si se concentran en auscultar a los candidatos sobre cómo van a solucionar los temas clave que afectan a las ciudades y a las provincias.
En otras palabras, habría que dar más énfasis a las ideas específicas para resolver los problemas antes que consultar cuáles son esos problemas.
Una tarea similar debería cumplir la opinión pública y esa institución alicaída, ausente y desconectada con la cotidianeidad ciudadana, a la que llamamos universidad. Algunas concentradas en parecerse a la academia norteamericana y, por tanto, llegando a niveles de alienación preocupantes, otras enfrascadas en formar cuadros políticos y unas más, acaso la mayoría, indiferentes a todo, salvo al reclamo de recursos públicos año tras año.
Necesitamos ideas. Necesitamos ideología. No le demos al voto al que no tiene una propuesta clara sobre cómo resolver los problemas de las ciudades o las provincias.
Tampoco le demos el voto a los que identifican problemas frente a los que los municipios y las prefecturas nada (o muy poco) pueden hacer.
No le demos el voto, esencialmente, a los que dicen que no hay ideología, pues eso da cuenta no solo de su limitada capacidad de comprender la política sino de su enorme afán de alcanzar el poder para otros fines, muy distintos a la búsqueda del bien de la mayoría.