Matrix política
Vencer al populismo
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
Actualizada:
Mientras en Ecuador nos enterábamos de la apabullante victoria de Claudia Sheimbaum en las presidenciales de México, con casi el 60% de la votación, en Argentina los más grandes medios de comunicación de ese país, denunciaban el inmenso escándalo de corrupción en el manejo económico de los planes sociales por parte de La Cámpora: el brazo más duro del kirchnerismo dirigido por Máximo, el mismísimo hijo de los tristemente célebres Néstor y Cristina. Se calcula que manejaron por lo menos la friolera de USD 10.000 millones de la manera más discrecional y corrupta que se puedan imaginar.
Y entonces me preguntarán, ¿cómo se relacionan estos dos hechos aparentemente disímiles de los extremos norte y sur de Latinoamérica?
Pues bastante sencillo: los dos gobiernos, tanto el de Cristina, como el de AMLO, hicieron de los planes sociales su más importante herramienta de populismo/clientelismo que les permitió no solo tener atados a sus desembolsos los votos con lo que ganaron sus respectivas elecciones, sino haberlos utilizado de manera siniestra y corrupta para favorecer o castigar según convenga a los millones de pobres que se beneficiaban de ellos.
Y que no se me malentienda: yo no estoy totalmente en contra de las ayudas sociales a personas que viven en la extrema pobreza, en lo que estoy absolutamente en contra es que estas se perpetúen en el tiempo para hacer algo que sin ningún rubor los más altos líderes del populismo latinoamericano han señalado (desde Correa, pasando por Maduro y Morales): que a los pobres no hay que sacarles de la pobreza, pues automáticamente se convierten en “florindos” “desclasados” “pequeños burgueses”… Y votan a la derecha.
Este perverso mecanismo no es el único que les permite ser exitosos, pues se acompaña normalmente de: líderes carismáticos, grandes oradores, que cuentan con un apabullante aparato de propaganda, que suelen cooptar el resto de los poderes para ser cuasi omnipotentes y que crean una casta paralela de nuevos ricos que se enriquecen con dinero sucio del Estado y que van defendiendo el modelo por clubes privados, restaurantes cinco estrellas, colegios particulares… Que algunas (no todas desde luego) élites hipócritas les abren las puertas cuando ven el signo de dólares pasar por la puerta.
¿Y cómo se derrota al populismo entonces?
No hay una fórmula mágica desde luego, Milei lo hizo de una forma, Bolsonaro de otra, acá pasó otro tanto, en Venezuela todavía esperan, etc.
Lo cierto es que aquí dejo cuatro factores clave:
- Jamás, pero jamás de los jamases, menospreciar el electorado. Por el contrario, hacer un profundo proceso de investigación, cuali/cuanti/digital para saber, no solo sus principales preocupaciones, sino por dónde se comunican, cuáles son sus referentes de opinión, qué tipo de liderazgo les gustaría, cuál es el humor social del momento, cómo se llega con los mensajes, con qué frecuencia, en qué tono. La fascinante carpintería comunicacional.
- Practicar la empatía: ponerse verdaderamente en los zapatos de esa gente que vota casi sin esperanza, como atados sin remedio a un futuro gris y ofrecerles una luz de esperanza, de que hay otro camino, hay otras formas y que la libertad es el más sagrado derecho humano. Arriba de todos. Sin libertad, absolutamente nada.
- Descubrir esa impresionante puerta de entrada al ágora griega moderna: la conversación digital. Una vez ahí, no vaciarla de contenido, todo lo contrario: llenarla de contenidos que no por breves, amenos y efímeros, sean menos profundos, importantes y enriquecedores.
- Llenarse de calle: huir de las burbujas, buscar gente crítica, pero que aporte, ir a los barrios, a las calles, a las plazas, pero no con cosas armadas, superficiales, casi teatrales para la cámara. Ir a hablar el lenguaje de la gente porque no hay nada como hablar de igual a igual para entenderse.
Claro que importa tener un buen candidato y no un producto de marketing, claro que importa tener estructuras nuevas, cocreadas, flexibles y horizontales, claro que importa tener recursos humanos y económicos, pero lo que más importa es un intangible: transmitir con auténtica pasión y sinceridad tu propuesta para que la gente te crea. Y te vote…