El Chef de la Política
Elecciones en Quito y su proyección nacional
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Nos llega el día de las elecciones y la incertidumbre cunde. No solo por el natural sentimiento que embarga a cualquier elección medianamente libre sino también porque en Ecuador las encuestas cumplen el papel de desorientar a la población.
Lo que debería ser una herramienta de apoyo al voto razonado de la ciudadanía, bajo las condiciones actuales, solo sirve para que las dudas sobre hacia dónde orientar el voto aumenten.
Ojalá las universidades tomen conciencia de su obligación de proponer un proyecto de encuestas de opinión pública que, apartado de las gruesas billeteras de los candidatos, pueda ofrecer información medianamente objetiva a la población.
Una decisión de ese tipo no solo ayudaría a la educación cívica del país sino que resarciría, en parte, la imagen en lo cotidiano respecto al mundo paralelo en que vive la universidad frente a la sociedad que la rodea.
Más allá de otras dificultades ciudadanas para definir los candidatos de su preferencia, tanto por la excesiva oferta electoral como por la utilidad parcial de los debates propiciados por el CNE, la elección del alcalde de Quito puede dar pistas de análisis que desbordan lo local.
Por ejemplo, si Jorge Yunda no gana o una vez electo no le permiten posesionarse, su presencia en el tablero electoral da para una lectura que va más allá del conteo de votos.
Dejando de lado una interpretación simplista del fenómeno Yunda, que lo reduce a un evento de clientelismo político en el que se observa a sus votantes de forma despectiva, ahí podría aparecer un síntoma de identificación con ese candidato, como respuesta a la exclusión social que tanto permea a la capital y que puede generalizarse al país.
En Yunda se encarnaría, por otro lado, un síntoma del desgaste en el sistema político nacional y que puede terminar en un inédito proceso presidencial en dos años, o antes.
La elección de Quito también servirá, en conjunto con la de otras ciudades de mayor población, para valorar el real apoyo electoral de Revolución Ciudadana (RC).
La votación de Pabel Muñoz, puede dar alguna pista sobre el respaldo de su organización política en una de las ciudades en las que, aparentemente, tienen menos aceptación.
Si Muñoz obtiene entre el 15% y el 20% en Quito, una de las conjeturas que se puede proponer es que la Revolución Ciudadana no es solo Rafael Correa, sino que esa organización política tiene algún nivel de estructura y autonomía respecto a su líder histórico.
Lo dicho, sumado al porcentaje de asientos en la actual legislatura y a la posible reelección de las prefecturas de Pichincha y Manabí, ahora en manos de RC, daría más sustento a la hipótesis previa.
Por razones como estas, la elección de este domingo no solo designa alcaldes y prefectos sino que marca la cancha del futuro electoral del país en el mediano plazo.
Por otro lado, la presencia de Páez, Coloma, Alarcón y Freile, en una posición ideológica similar, aún cuando algunos aparezcan patrocinados por organizaciones políticas que no guardan coherencia con su visión de la vida política, económica y social del país, refleja que la ausencia de acuerdos se mantiene en el sistema político nacional.
Los egos sobredimensionados y la ausencia del mínimo cálculo electoral impiden a estos candidatos de hoy, y a muchos del pasado, sumar y restar. Así de simple.
En este caso, si los cuatro mencionados se hubieran agrupado en una sola opción, ahora tendrían cerca del 30% de la intención de voto, suficiente para ganar la Alcaldía de Quito.
Pero bien sabido es que acá la ceguera es una de las características de quienes osan asumirse como potenciales administradores del Estado.
El pelotón restante de candidaturas, variopintas y con limitadas opciones de triunfo, dan cuenta de los problemas de un sistema político en el que el Código de la Democracia es excesivamente permisivo con la presencia de organizaciones políticas que no tienen respaldo ciudadano suficiente.
En ese grupo están desde los que tienen cierta trayectoria política hasta los que, como Jessica Jaramillo, y figuras similares en el resto del país, que luego de una interesante emergencia en la esfera pública, en calidad de activistas, docentes o comunicadores, pasan de forma desordenada a la vida electoral.
Ahí hay una lección para aprender. Se puede aportar al país desde diferentes sectores y la vía electoral es solo una de ellas.
Con Jaramillo, por ejemplo, se perdió una voz refrescante desde la sociedad civil y se ganó una política con un caudal de votos inferior a los apoyos que habría tenido desde la veeduría ciudadana.
En Quito, por tanto, no solo se elige alcalde, concejales y prefecto. Acá se van a marcar ciertas pautas de lo que será el devenir político del país en el tiempo que le resta al gobierno actual.
Es necesario que el votante razone su voto, que no preste atención a encuestas, parcializadas y dependientes quien las contrata, y asuma una elección consciente.
Es mucho pedir, dirán algunos. Es lo mínimo que se puede pedir, diremos otros.