El Chef de la Política
Cuando una elección se convierte en una encuesta
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Para muchos candidatos presidenciales la próxima elección no es más que una encuesta ampliada.
Una encuesta que les implica algunos millones de dólares invertidos en la campaña electoral, pero que al final les permitirá tener una idea más clara de cuál es el grado de aceptación de su imagen o en qué medida hay rechazo a su figura pública desde algunos estratos socio-económicos.
Con esta forma de encuesta, los candidatos también ganarán experiencia en cuanto al tipo de discurso, estrategia y forma de interpelación ciudadana que deberán utilizar en las elecciones de 2025, que son las que verdaderamente les importa.
Por ello es que la mayoría de los presidenciables asumen este proceso eleccionario como un espacio para recibir insumos de cara a reformular propuestas y edulcorar su propio estilo. Aunque se escuche grotesco que un proceso electoral sea utilizado como si fuera una gran encuesta, ese es el triste escenario en el que se debate el país.
Acá la política ha llegado a tal nivel de degradación que hay candidatos que están dispuestos a invertir ingentes sumas de dinero en una campaña electoral simplemente para tener una noción más precisa de lo que el votante piensa sobre ellos. ¿De dónde salen tantos recursos económicos? Esa es otra gran interrogante.
En todo caso, y dado que esta elección es asumida por los presidenciables como una oportunidad para medir su popularidad, allí se encuentran algunas de las razones por las que la discusión de ideas está ausente y el debate respecto a propuestas de gobierno también.
Lo que interesa a los candidatos en este tiempo es simplemente tornarse visibles ante la opinión pública, no apartarse de la arena política e intentar mantener su nombre en la mente de los votantes.
Si el objetivo es ese ahí se entiende también por qué a ninguno de ellos candidatos se le ha ocurrido plantear su posible equipo de gobierno o evidenciar cuál sería su posición, en caso de llegar al poder, respecto a temas clave como el régimen laboral del país o el manejo que se debe dar a la seguridad social.
Hablar sobre tópicos de ese orden, primordiales para el mediano y largo plazo del país, ha sido desplazado por el video para redes sociales o la articulación de discursos vacíos e irresponsables, como el de que las ideologías son anacronismos.
Para paliar en alguna medida este estado de postración mental de los candidatos, los debates que debe organizar el CNE podrían ser de alguna utilidad. En ese caso, el punto central consiste en establecer preguntas directas y que no permitan al presidenciable escurrirse ante la responsabilidad de asumir una postura específica.
No es lo mismo preguntar por la propuesta para la seguridad social, así, en general, que plantear si el candidato está de acuerdo con el incremento de la edad para jubilarse o con la ampliación del monto de aporte patronal y/o del afiliado al IESS.
Las preguntas cerradas en este caso no solo ayudarán enormemente al votante a decidir su voto, sino que adicionalmente obligarán a los candidatos a hacerse cargo de sus opiniones.
Lo dicho, sumado a la posibilidad de que quienes conduzcan los debates puedan insistir en las preguntas y no se conviertan en meros espectadores, sería un aporte adicional para que esos debates no se conviertan en un espacio tedioso e irrelevante.
Por otro lado, a la idea de desenmascarar a quienes usan este proceso eleccionario como una gran encuesta, podrían ayudar también los medios de comunicación. En ese aspecto, la gran tarea está en plantear entrevistas profundas y orientadas a ilustrar a la ciudadanía, no a desorientarla.
Al respecto, cada vez el país se harta más de ver espacios que no son de entrevistas, sino de promoción de una candidatura a costa de denigrar a las demás. Esta es la regla y muy pocas las excepciones.
Que el periodista tenga sus propias preferencias políticas es natural e imposible de evitar. Que el espacio se convierta en un tinglado de defensa de sus afinidades y ataque a quienes no piensan en esa línea es una cosa muy diferente y peligrosa a la vez.