Firmas
El último cumpleaños de Dios
Abogado y escritor. Ha publicado varios libros, entre ellos Abraza la Oscuridad, la novela corta Veinte (Alfaguara), AL DENTE, una selección de artículos. La novela 7, además de la selección de artículos Las 50 sombras del Buey y la novela 207.
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El Sol también gira alrededor de algo más grande. Así como la Tierra y su satélite van dando vueltas elípticas en 365 días terrestres en torno al Sol, todo el sistema solar, cual combo pachanguero, va viajando junto a su estrella central alrededor de la Vía Láctea a una velocidad de 7 kilómetros por segundo.
Cada vuelta a la Vía Láctea le toma al Sol unos 250 millones de años. Para estas fechas, se calcula que el astro rey ha cumplido ya 20 años galácticos. Y, según los científicos, le restan otros 20 años antes de quedarse sin energía y morir matando a todo aquello que dependa de él.
Es un viaje mental de esos que valen la pena ponerse a pensar que cuando el Sol tenía 19 y algo más años galácticos (hace 65 millones de años aproximadamente), un asteroide se estrelló contra la Tierra y dio inicio a un exterminio que posteriormente dio cabida al tipo de vidas que conocemos hoy. La nuestra entre otras.
Y esta extinción masiva al final del período Cretácico, fue al menos la quinta de todas las extinciones masivas que este planeta ha experimentado desde que empezó a girar. Es decir, que podrían quedar otras cinco antes de que el taita Sol se apague.
Cinco reinicios, cinco reseteadas del disco. Cinco veces en las que la vida en la Tierra empezará casi desde la nada, y que arrojará resultados imprevistos. La humanidad –ese ínfimo accidente galáctico que se cree la gran huevada sideral- no tendría por qué repetirse. No al menos de una forma parecida.
Sin embargo, es probable que volvamos de alguna manera. Y posiblemente retornemos siendo seres muy similares: muy dados a atribuir características mágicas, místicas y sobrenaturales a todo aquello que no entendemos, y también con ese injustificable convencimiento de que deberíamos ser seres eternos. ETERNOS.
Entonces lo primero que haremos es creer que el Sol es el dios al cual rezarle porque nos alumbra y calienta. Y luego nos burlaremos de los que adoraban al dios Sol, pues “se sabrá” que a quien hay que adorar es a un señor con barba. O a una señora, pues existe la posibilidad de que en el futuro, en las próximas civilizaciones, sean las hembras las que redacten los dogmas, y nos toque a nosotros ir a la cocina.
También es posible que las siguientes experiencias “humanas” sobre este planeta arrojen seres sin miedo a desaparecer, y sin la enferma tendencia de aferrarse a una deidad para sostener lo que han llegado a creer sobre la vida. O sencillamente sean seres con miedo a la muerte, pero sin el “chip” de creer en cosas mágicas, como los otros animales.
Personalmente preferiría que volvamos como un animal sin tanta creatividad, ni capacidad de invención, ni tan enorme insatisfacción sobre absolutamente todo lo que le rodea.
En todo caso, cuando nuestro Sol cumpla sus cuarenta años galácticos, su crisis será real. El hidrógeno que viene quemando desde el inicios de sus días seguirá convirtiéndose en helio hasta que se acabe. Y cuando sea una bola de helio será una brillantísima pelota helada, y finalmente morirá. Festejará su último cumpleaños.
Y “nosotros” también moriremos para siempre, sin la menor posibilidad de ser conocidos por nuestros vestigios siquiera, pues no habrá nadie en el futuro que nos encuentre y recuerde. Desapareceremos congelados en una masa sin rumbo, sin tiempo, en las tinieblas más tenebrosas, y más fría que el corazón de tu ex.