Efecto Mariposa
La educación superior sí es importante
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Este año, 93.000 bachilleres se quedarán fuera de la universidad. Para evadir las críticas y el descontento que causa esta situación, el titular de la Secretaría de Educación Superior (Senecyt), Alejandro Rivadeneira, manifestó que una salida para estos jóvenes es que estudien carreras técnicas o tecnológicas, pues según Rivadeneira, los títulos universitarios no aseguran la empleabilidad.
Además, el secretario mencionó que ya se acabó la época de la 'titulitis', refiriéndose al fin de los tiempos en los que tener un título era lo más importante para conseguir un trabajo.
Estas declaraciones, lejos de parecer una respuesta práctica a la falta de acceso equitativo a las universidades y al desempleo de miles de jóvenes profesionales, anticipan que, si depende de la Senescyt, estaremos condenados a la pobreza y que seguiremos atrasados.
Después de la visita del presidente Guillermo Lasso a Israel, en la que anunció que aspiraba importar el modelo de éxito de ese país, que se basa en tecnología, innovación y ciencia, es contradictorio que el organismo que ejerce la rectoría de la política pública de educación superior, ciencia y tecnología, minimice, no un título, sino el conocimiento.
Resulta incomprensible la insinuación de que para las empresas lo importante no son los títulos profesionales, sino que los trabajadores sean capaces de resolver problemas, de trabajar en equipo y que tengan un buen manejo de la tecnología, como si se desconociera que es justamente en las instituciones de educación superior en donde se desarrollan y potencian estas capacidades.
Las universidades, y las instituciones de educación superior en general, no son simples fábricas de títulos y, más allá del significado cultural que puede tener un título profesional en Ecuador, que no considero que está relacionado con la titulitis, la discusión debería enfocarse en cómo garantizar el acceso equitativo a la educación superior de calidad, para que los ecuatorianos tengamos una mejor vida y un mejor país.
Si realmente este gobierno quiere hacer historia para bien, debería apostar a la educación superior, pues, aunque suene a discurso, la educación superior de calidad puede transformar vidas y llevar al país por el camino del desarrollo y del crecimiento económico.
A nivel individual, las personas con estudios superiores o universitarios tienen ingresos más altos y mayores tasas de empleabilidad.
Estas dos 'consecuencias' de la educación superior permiten mejorar la vida de las personas; hay evidencia de que los trabajadores que cuentan con un título profesional tienen una vida más larga, dado que tienen mayor acceso a servicios de salud, mejores prácticas de alimentación y más estabilidad económica.
El efecto de la educación superior en la generación de más oportunidades laborales fue particularmente visible durante la pandemia, pues según el Banco Mundial, los trabajadores con educación superior o universitaria estuvieron menos expuestos al desempleo y la informalidad laboral, en comparación con los trabajadores que no tienen estudios superiores, debido a que estos últimos son más fáciles de reemplazar y, por lo tanto, resultan menos costosos a la hora de despedirlos.
A nivel país, la educación superior debería ser una inversión prioritaria, pues no se puede siquiera pensar en alcanzar un crecimiento económico sostenido, que se consiga sin sacrificar a los ecuatorianos, sin invertir en ciencia, tecnología e innovación, elementos clave para el desarrollo industrial y la competitividad.
La naturaleza de la producción y el trabajo en el mundo están cambiando y, si Ecuador cuenta con una fuerza laboral que carece de las habilidades para enfrentar estos cambios, tendremos pocas posibilidades de mantenernos al día frente al avance tecnológico y, en lugar de atraer a los inversionistas nacionales o extranjeros, estos huirán del país. Es decir, seremos menos Ecuador en el mundo y habrá menos mundo en el Ecuador.
El desalentar a los jóvenes a aspirar a un cupo en una universidad, y confundirlos con el verdadero valor, y poder, de la educación superior de calidad, puede ser una solución momentánea que descongestionará el ingreso a las universidades y otros centros de educación superior. También permitirá bajar la cifra de profesionales desempleados.
Esta estrategia, que de paso no es nueva ni pasa solo aquí en Ecuador, permitirá tener cifras vistosas.
Sin embargo, se trata de una salida peligrosa, que terminará de sumirnos en la pobreza y nos dejará en una vía de desarrollo y de crecimiento económico en la que nunca divisaremos la llegada.