Efecto Mariposa
Aprendimos a ser obedientes y no nos ha funcionado
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Para comenzar esta columna, me permito plantearles una pregunta: ¿qué es más importante enseñar a los niños? La obediencia, el trabajo duro o la independencia.
Si usted dice que lo más relevante es que sean obedientes, luego el trabajo duro y, por último, que sean independientes, ha respondido como la mayoría de ecuatorianos.
Según datos de la Encuesta Mundial de Valores, el 61% de los encuestados de Ecuador respondió que es valioso cultivar en los niños la obediencia, el 37% respondió que el trabajo duro y el 31% manifestó que la independencia.
Con esto no intento entrometerme en su papel de padres o madres, sino reflexionar sobre cómo los valores que se inculcan en los niños modelan futura vida laboral y la situación política del país.
Según Daron Acemoglu, uno de los economistas contemporáneos más prominentes, las normas sociales que se cultivan en los niños, particularmente las relacionadas con la independencia, la obediencia y el trabajo duro, son predictores de su futuro profesional y laboral.
Obviamente, la enseñanza de valores no es uniforme entre todas las familias, sin embargo, según Acemoglu, la heterogeneidad de las normas que se les enseñan a los niños de un mismo país está explicada por la posición económica y por el nivel de estudios de los padres, así como por las expectativas sobre ellos en el futuro.
Para el especialista, los padres de nivel socioeconómico alto les inculcarán a sus niños la independencia, porque esperan que sus hijos puedan ejercer actividades empresariales o gerenciales, que generan mayores ingresos que los trabajos en relación de dependencia.
De modo contrario, los padres en desventaja social y económica basarán su estilo de crianza en la obediencia, debido a que esperan que sus hijos se conviertan en trabajadores dependientes.
El investigador llegó a esta conclusión después de analizar los datos de la Encuesta Mundial de Valores, con un total de 433.000 encuestados pertenecientes a 113 países.
Además, la elección del sistema de crianza, estaría supeditada a las condiciones del mercado laboral, y cuando los salarios sean bajos, las familias de escasos recursos impartirán valores de obediencia a sus hijos como una manera de volverlos atractivos para el mercado laboral.
Las personas obedientes enfrentan menos trabas para emplearse, aunque consigan sueldos bajos.
En efecto, la obediencia es una cualidad deseable para los empleadores, pues es más fácil pagar salarios bajos a un trabajador que no reclama y que obedecerá a rajatabla las instrucciones de su jefe. Esto, a la larga, también congela las posibilidades de ascensión social y económica, pues los trabajadores obedientes difícilmente mejoran su posición.
En cambio, las personas independientes pueden convertirse en empresarias, pero, si esto no sucede, su personalidad y destrezas les permitirán exigir mayores salarios, puesto que, en general, los trabajadores independientes suelen ser más productivos y ágiles en la resolución de problemas.
La coexistencia de trabajadores independientes y obedientes, no solo tiene efectos a nivel laboral, esto también configuraría las jerarquías sociales y la situación política de un país.
Según Acemoglu, las personas obedientes son inactivas en lo político y no se involucran en la defensa de sus derechos económicos y sociales, dejando espacio a las personas independientes quienes, con el fin de velar por sus intereses, se convierten con más facilidad en líderes políticos.
En realidad, el estilo de crianza de los hijos no depende de un solo factor, no se puede escoger de manera excluyente entre la obediencia o la independencia. Es evidente que se deben combinar ambos factores, pues la excesiva independencia se traduce en niños riesgosamente desobedientes, lo cual puede tener un alto costo.
Criar hijos sumisos también tendrá su costo y se traducirá en un futuro laboral poco atractivo y con bajas posibilidades de promoción social y económica.
En Ecuador, los padres priorizan en sus hijos la obediencia. Esto sucede incluso si se considera el nivel de educación y los ingresos de los ecuatorianos; no hay diferencias entre los distintos grupos.
En otras palabras, en el país, personas pobres, de clase media y ricas inculcan en sus hijos la obediencia. Con respecto a la independencia, quienes están en mejor posición económica se preocupan más por criar hijos independientes, pero, de todas maneras, prefieren la obediencia.
Lo ideal sería apostar por un estilo mixto, que flexibilice algunas cosas y sea riguroso en otras para formar personas que sean obedientes en algunos aspectos e independientes en otros. Por ejemplo, podrían ser obedientes para sujetarse a las regulaciones y no salirse del margen de la ley, a cuenta de que son independientes.
Criar hijos es todo un desafío y no hay manual ni fórmula que explique cómo hacerlo. Siempre estarán el buen criterio, la sabiduría y las buenas intenciones de los padres, no obstante, los adultos podemos cultivar actitudes de subordinación, cortando las alas de los niños.
Mis palabras no son una invitación a criar niños revolucionarios, no espero que se formen personas rebeldes que quieran acabar con todo solo porque sí, más bien son una invitación a criar personas críticas, reflexivas, independientes y no individuos sumisos que se dejen explotar en sus trabajos y que crean fanáticamente en políticos corruptos.
Los ecuatorianos somos obedientes y estamos criando hijos dóciles, no lo digo yo, lo dicen las estadísticas. Viendo los dramas del país, se puede decir que ser buenitos no nos ha funcionado.