En sus Marcas Listos Fuego
Por qué Ecuador es una tierra de tercermundistas
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Viajar e interactuar con personas que crecieron en un contexto histórico y cultural distinto al nuestro significa siempre volver a madurar. Hoy les quiero contar una anécdota personal que borró parte de lo que era y que forma parte de lo que soy.
Estaba recién graduado, estudiando en una universidad alemana, cuando entré a la cafetería y ahí estaba sentado él, sentado como uno más, solo son su esposa, quien le ayudaba a colocar la bandeja con el plato sobre una mesa larga.
Los estudiantes pasaban y no lo regresaban ni a ver. Sus canas eran similares a las de otros profesores en el lugar, que tampoco se volvían para mirarlo. ¿Pero por qué alguien debería fijarse en él? Porque era Claus Roxin.
Para los que nos son abogados y para los que son abogados y no penalistas, les voy a explicar qué significa para nosotros encontrarse con Roxin.
Significa el impacto que sentiría un estudiante de filosofía al encontrarse con Platón, o un estudiante de economía al encontrarse con Keynes, o un estudiante de psicoanálisis encontrarse con Freud. Ajá, nuestro crack, nuestro ídolo, está vivo (hoy tiene 91 añitos). Un punto para el Derecho Penal.
Recordé que días antes había estado en una conferencia de él y que la mitad del público latinoamericano se puso de pie, y aplaudió con fervor, apenas el gran maestro entró a la sala.
Me acordé que yo, entre los latinos, saqué mi celular (cual bobo en concierto) y en lugar de ponerle atención, filmé todo lo que decía. Luego, al terminar, hicimos fila para tomarnos fotos con él y, obvio, para que nos autografiara sus libros o aunque fuera una servilleta.
Días más tarde ahí estaba él, siendo ignorado por un pueblo ingrato que no le daba el lugar que le corresponde.
Me indigné y decidí desahogarme con otro célebre penalista alemán. Le reclamé por la actitud de sus compatriotas y por su incapacidad congénita para reconocer la grandeza de uno de los suyos.
¿Qué les pasaba? ¿Cómo podían hacer de menos a un hombre como Roxin, que merecía todos los laureles y todas las atenciones?
Asmus, el penalista, me dio una de las lecciones más grandes de mi vida. Su respuesta fue más o menos esta:
"Esa es la gran diferencia entre el pensamiento del tercer mundo y el del primer mundo. Ustedes siguen idolatrando a personas, a caudillos. Buscan héroes, mesías. Endiosan a seres de carne y hueso. Nosotros no".
Y añadió que "nosotros pensábamos como el tercer mundo y mira como terminamos, creyendo que Hitler sería capaz de vengarnos por la humillación del Tratado de Versalles, que un solo hombre sería capaz de hacernos renacer".
"Nosotros comprendimos, dejando cadáveres enterrados bajo los escombros de nuestras ciudades, que nunca más debíamos idolatrar a un hombre ni a una idea. Solo idolatramos a la razón, que consiste en sentirnos orgullosos del pensamiento y rendirle tributo a través de ejercerlo, debatiendo ideas y concluyendo que ninguna persona sola puede cambiar nuestro mundo", me dijo.
Y "por eso Roxin está ahí, solo con quien debe estar, con la mujer de su vida, que por cierto es incluso mejor penalista que él. A Roxin le agradecemos su aporte mundial al pensamiento jurídico, así como yo se lo agradezco a Heidegger, Schopenhauer, Hegel y otros. Roxin morirá y solo quedarán sus ideas. Él es solo un hombre, como tú y como yo, y no merece más reconocimiento que el del prestigio de una vida bien vivida".
No le pude responder. Hasta hoy no le he dado respuesta. Hasta hoy. Porque hoy veo cómo Ecuador es ese tercer mundo, a veces tan necesitado de cadáveres bajo los escombros para sentir un remezón que lo haga cambiar para siempre.
Por ejemplo, el correísmo no es una tendencia política, es la oda a un hombre. El socialcristianismo no es una inclinación política, es el tributo a un bigote. El lassismo no existe, todo se concentra en un solo hombre.
Cuando todo se concentra en la idolatría a una sola persona, esa persona ante nuestros ojos puede matar, robar, errar, pecar, que nada de ello importa, porque "los caminos del señor son misteriosos", sí, así como un dios.
Por eso vivimos entre tantos fanáticos, que lamen las posaderas de cualquier chivo de oro, que succionan las medias de cualquier bueno para nada, que convierten en dioses, incluso a grandes hombres o mujeres.
El culto a la imagen es el mal que nos empezó a matar y que no cambiará hasta que terminemos de morir.
El tercer mundo es el culto a Correa, a Lasso, a Nebot, a Bukele, a Fidel, a Hitler, a Stalin, a Mussolini. Alguien me dirá: pero no puedes compararlos, no puedes ponerlos a todos en el mismo saco.
Yo les respondo: no los estoy comparando a ellos. A quienes estoy comparando es a quienes votan en las elecciones que, mientras sigan pensando como tercermundistas, seguirán siendo los carpinteros de este país, los carpinteros a cargo de los clavos en nuestra cruz.