Columnista invitado
Ecuador podría ser un hub financiero mejor que Panamá, pero no lo es
Exministro de Producción, PhD en Management con énfasis en Competitividad de Lancaster University Management School. Expresidente Ejecutivo de la Asociación de Bancos Privados del Ecuador. Es profesor del área de Entorno Económico de IDE – Business School
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En casi cualquier conversación sobre temas financieros, es inevitable la comparación con la economía dolarizada de Panamá. Nunca falta la pregunta: ¿Por qué allá tienen tasas de interés bajas y en Ecuador no? A lo que siempre sigue la exclamación: ¡Pero si estamos dolarizados!
La realidad es que todos queremos un sistema bancario tan dinámico, liberal y abierto como el panameño, pero muy pocos están dispuestos a hacer lo que se necesita para tener un sistema como ese.
Es cierto, al igual que Panamá, Ecuador está dolarizado… Pero ahí acaban las coincidencias.
Para comenzar Panamá, nunca ha dolarizado de forma oficial su economía, y no necesita hacerlo. La fuerza del pragmatismo, su historia de apertura al comercio, su orientación progresiva hacia una economía basada en servicios y el canal de Panamá, como fuente inagotable de intercambio de divisas, han sido la clave.
Quizás por eso, a diferencia de Ecuador, en Panamá no se discute si hay que salir o no de la dolarización, o si el dólar está en riesgo.
Acá, en cambio, se ha convertido en un deporte macabro el apostar ‘hasta cuando aguanta la dolarización’, mucho más en periodos electorales en los que existen candidatos que han expresado abiertamente su deseo de caminar hacia otro esquema monetario.
Panamá siempre tuvo una visión orientada hacia la inversión extranjera directa. Y fueron las empresas multinacionales que ya estaban en ese país las que originaron la llegada de los bancos internacionales. El capital internacional siguió a las empresas. No al revés.
En Ecuador, ¿cómo pretendemos igualar a Panamá? Si tenemos uno de los niveles más bajos de inversión extranjera de la región, aranceles ineficientes, un discurso proteccionista a todo nivel y, entre muchas otras trabas, un absurdo Impuesto a la Salida de Divisas, que algunos políticos amenazan con incrementar.
Panamá nunca ha tenido un banco central. Al menos no como lo conocemos en buena parte del mundo o en Ecuador. La pregunta obvia es ¿quién maneja el flujo de dinero en la economía? La respuesta es: ¡Nadie!
Al ser un sistema totalmente abierto al capital internacional, los flujos de dinero pasan por el sistema bancario, sin que haya necesidad de intermediarios que regulen el dinero.
El Banco Nacional de Panamá, un banco público, pero que funciona como banco comercial y recibe depósitos de instituciones públicas, se encarga de las funciones de cámara de compensación primaria, aunque, de hecho, todas las transacciones ya se compensan en un sistema interbancario privado similar al que ya se maneja entre bancos privados en Ecuador.
¿Y qué pasa si hay una crisis de liquidez en la banca? En teoría, el Banco Nacional de Panamá tiene recursos que puede inyectar rápidamente, pero estos nunca han sido necesarios, ni siquiera en los periodos más complicados como la crisis financiera global de 2008 o la pandemia de 2020.
¿Por qué? Porque los bancos panameños están tan interconectados con el sistema financiero global que consiguen fondos inmediatos en el exterior en caso de necesidad de liquidez.
Pero, además, como Panamá se ha convertido en un hub financiero internacional, el 30% de todos los depósitos provienen del exterior lo cual genera una gran cantidad de liquidez que no depende de los ciclos coyunturales de las crisis internas.
Tanto en la crisis de 2008 como en la de 2020, Panamá ha captado más recursos internacionales, no menos. Se ha convertido en un refugio para los clientes que buscan un sistema financiero donde su moneda no pierda valor, pero que sea estable tanto en lo político, como en lo normativo.
El resultado de todo esto es que Panamá tiene hoy por hoy 42 bancos de licencia general que pueden captar y prestar en Panamá y cualquier parte del mundo. Más otros bancos que tienen otros tipos de licencias más restringidas.
Tiene un nivel de depósitos y créditos frente al PIB que supera el 120% (mientras que en Ecuador llega al 30%).
El riesgo país bordea los 150 puntos, uno de los más bajos de América Latina (mientras que el de Ecuador promedia los 1.000 puntos, incluso fue superior a los 5.000 puntos, en promedio, durante varios meses de 2020).
Las tasas de interés son otra historia interesante. En Panamá se consiguen créditos hipotecarios a 30 años con tasas referenciales del 6% anual que pueden llegar hasta el 12%.
Un crédito para comprar un vehículo a siete años tiene tasas desde 7% hasta 14% anual. Las tasas del crédito de consumo oscilan entre el 6% y el 24%. Y ahí está la gran diferencia con Ecuador. Las tasas en Panamá son de libre contratación, no las define el Banco Central o la Junta.
No existe una fórmula extraña que diga cuánto debe cobrar como máximo cada banco, ni existen segmentos crediticios, creados al antojo político, como en Ecuador. En Panamá las tasas se fijan como cualquier otro precio, por el mercado y en función del riesgo individual de cada cliente.
Finalmente, pero no menos importante. Panamá tiene una normativa bancaria muy avanzada en línea con los mejores estándares internacionales, no como en Ecuador donde el Comyf, creado por el gobierno de Rafael Correa, sigue estando vigente y alejado de cualquier buena práctica internacional.
Panamá tiene, además, uno de los sistemas impositivos más liberales de América Latina, es considerado un país de refugio para capitales internacionales y tiene un sistema económico muy abierto y enfocado hacia la competitividad de sus servicios.
Queda claro que el estar dolarizados no nos convierte automáticamente en un hub financiero internacional. Por supuesto que, en el papel, en la teoría, Ecuador podría convertirse en uno, al menos para atender a América del Sur, quizás uno incluso mejor que el de Panamá, pues ese no es necesariamente el mejor modelo para Ecuador.
Ya hay esfuerzos privados -muy recientes- como los del Clúster de Servicios Financieros, que tratan de caminar hacia eso, pero no es suficiente.
Necesitamos esfuerzos sostenidos y bien encaminados en temas de competitividad nacional, estrategias reales de atracción de inversiones, institucionalidad de la ley (Rule of Law), internacionalización y profesionalización de las empresas ecuatorianas, y hasta un cambio de mentalidad para caminar hacia un sistema económico y político liberal, entre otras cosas.
Y una vez que tengamos todo eso en su lugar, los bancos y los capitales internacionales vendrán. No al revés.
¿Hay algo de esto en Ecuador? Volvamos entonces a preguntarnos. ¿En qué se parece Ecuador a Panamá?