Leyenda Urbana
Ecuador pierde la inocencia; el enemigo está adentro
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Aún en estado de estupefacción, por la sevicia con la que actuaron los atacantes en la masacre del martes pasado en la que murieron 118 reclusos y 80 fueron heridos, los ecuatorianos intentan sobreponerse.
Tan grave es el hecho, que el papa Francisco se mostró conmovido durante su mensaje dominical, desde el Vaticano.
Lo del 28 de septiembre, en la ex Penitenciaría del Litoral, en Guayaquil, fue un ritual de barbarie, que rebasa el entendimiento humano. Socialmente, el país tocó fondo.
En la Penitenciaría se han juntado todas las maldades y los vicios de un poder corrompido. Por un lado, el hacinamiento es inhumano, con una sobrepoblación del 62%. Pero los capos tienen gimnasios, zonas de recreación, bares y hasta altares para sus macabros rituales de sangre.
Allí, 40% de los privados de la libertad está sin sentencia, mientras que 50% de los detenidos tendría problemas de adicción a las drogas, y estaría vinculado a las bandas delincuenciales, o se verían obligados a adherir a alguna de ellas, para lograr la protección que el Estado no les proporciona.
La masacre de septiembre encontró al Gobierno desprevenido, porque no asimiló el mensaje de la presencia de un dron sobrevolando el espacio de la prisión, solo días atrás, en una muestra de supremacía de las bandas, al tener el control hasta del espacio aéreo.
Y porque la muerte de 22 personas, apenas en julio pasado en dos prisiones, si bien llevó a remover a funcionarios, las condiciones no han variado, y los hechos de violencia prosiguen; lo que ratifica el fracaso de los servicios de Inteligencia.
La respuesta ante la tragedia ha sido declarar el estado de excepción, que se ha probado que no funciona, porque el problema es multidimensional y sistémico, y amerita un viraje conceptual, con una política penitenciaria integral.
Estamos ante grupos sanguinarios, cuyo objetivo es implantar el terror para sus protervos fines de lucro y de dominio.
La crueldad para decapitar, eviscerar e incinerar cuerpos da cuenta de una dimensión siniestra de la conducta humana; una "invasión de la sombra", como refiere el psicólogo transpersonal Jaime Costales, que habla de un fenómeno que ocurre cuando el lado oscuro de la naturaleza inconsciente nos invade y podemos llegar a cometer actos de crueldad inmensos.
Grabar y difundir esos videos es un siniestro mensaje dirigido a las bandas rivales, a la Policía y al Estado, para mostrar quién manda en las cárceles.
Lo que ocurre en México debe servir de ejemplo, no para la resignación, al hacer comparaciones; sino para evitar que se reproduzcan los horrores del poder narco, y que, desde el Estado, se comentan los mismos errores, con respuestas fallidas.
Lo que pasa dentro de la Penitenciaría es un reflejo de lo que sucede en las calles de Guayaquil, donde la violencia criminal está en alza, por la disputa del territorio para comercializar la abundante droga existente.
Es un círculo infernal producto de la perversa estrategia del negocio del narcotráfico.
A Los Choneros y a Los Lobos los carteles les pagan sus servicios con droga y, para tener ingresos, ellos la convierten en micro-dosis, que deben ser comercializadas. Allí surge la disputa, a sangre y fuego, por el territorio y asoman los sicarios.
Esto explicaría, también, el fenomenal aumento del consumo interno que, en Ecuador, estaría entre 80 y 100 toneladas anuales; colosales cifras en un país en el que expertos calculan se lavarían entre USD 3.500 y USD 4.000 millones anuales.
El problema es de tal complejidad que impone acciones urgentes y simultáneas en las cárceles y en las calles. También que la televisión saque del aire series y novelas que exaltan el poder narco y su estilo de vida.
Hay que acudir a países amigos y a organismos internacionales en busca de asesoramiento y acuerdos. Seguro darán una mano para que las cárceles de Ecuador no sigan en las garras de los narcos.
También es urgente enmendar el grave error del gobierno de Lenín Moreno de eliminar el Ministerio de Justicia, para entregar sus tareas al Ministerio de Gobierno, en un país des-institucionalizado y con una dirigencia partidista con mucha ambición y poca lucidez, donde el manejo de la política demanda tiempo completo.
La espiral del mal debe ser frenada con el apoyo de la gente, a partir de transparentar hechos que han dejado dudas colectivas.
Nunca se supo, por ejemplo, quiénes participaron y qué sanciones recibieron aquellos que permitieron que los rastrillos de las Fuerzas Armadas fueran penetrados y, desde allí, se traficara material logístico para grupos vinculados a un cartel mexicano.
Tampoco quiénes introdujeron una tonelada de cocaína en la Base de Manta, tres años atrás, así como quiénes fueron los cómplices de un oficial militar ecuatoriano, que fue mencionado en 2018 durante el juicio al Chapo Guzmán, en una Corte de Nueva York, como vinculado con las FARC, para transportar cocaína por el Puerto de Guayaquil, y que fuera asesinado en la cárcel.
Pero más que nada, los ecuatorianos quieren evidencias de dónde y cuándo se incineran las toneladas de droga que se capturan.
Con tanta sangre derramada, el país ha perdido la inocencia al descubrir que el enemigo está adentro.
Por la supervivencia de la Nación, hay que sacar fuerzas para encarar al mal con valor y entereza.