Lo invisible de las ciudades
Ecuador, elecciones y reflexiones
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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Qué desagradable me resultan los sentimientos encontrados que a todos nos vienen después de unas elecciones. A todos nos nacen las ganas de narrar y analizar los últimos resultados electorales; como si fuéramos comentaristas deportivos, luego de un partido de fútbol. Pero esto no es un juego de nuestro equipo favorito contra un rival.
Se trata de algo mucho más serio, que debe ser entendido a mayor profundidad; y que, quizás por la importancia de la situación, estos trabajos de análisis personal resulten más que nada catárticos y menos relevantes a nivel de comunidad.
Daría la impresión de que la Revolución Ciudadana se ha convertido en el nuevo Partido Social Cristiano (PSC). Ganan alcaldías y asambleístas, pero no la presidencia de la República. Eso no quiere decir que no lo seguirán intentando. El que esta agrupación política vuelva al poder dependerá mucho de los desaciertos y flancos débiles que deje expuestos el próximo gobierno.
La gran mayoría de ecuatorianos que le dieron su voto a Daniel Noboa lo hicieron con la esperanza de que no le ocurra lo que terminó pasando con Guillermo Lasso: que se volvió el principal promotor del correísmo.
El discurso que dio Luisa González sí nos dio tres miligramos de esperanza, pues abre la oportunidad a que el correísmo deje a un lado la confrontación y esté dispuesto -si no a colaborar con el nuevo gobierno- al menos a escuchar. Cosa similar pasó con un video que Aquiles Álvarez subió a las redes sociales.
El estancamiento electoral de la Revolución Ciudadana se debe precisamente a esa actitud cerrada que considera a la militancia entera como la única alternativa aceptable. No puede haber posibilidades de negociaciones políticas, cuando se segrega al otro, de la misma forma en la que uno dice haber sido segregado.
Los peores enemigos que ha tenido el correísmo son su incapacidad de ejercer la autocrítica y su rotundo rechazo a escuchar las verdades que puedan existir en el discurso de sus opositores, por muy minúsculas que estas sean.
Aun así, el gobierno de Noboa no la tendrá fácil. Habrá que ver cómo reaccionan el movimiento indígena, por un lado, y los carteles, por el otro. Aquellas facciones han jugado como factores que han sido desestabilizadores en los últimos gobiernos, y tienden a tener reacciones ante los escenarios políticos.
Una cosa sí es innegable: ante la incertidumbre que actualmente vivimos a causa de la inseguridad, los votantes encuentran más opciones para solucionar el problema en la derecha que en la izquierda. Y quizá la izquierda debería reflexionar al respecto, para que -al menos- ofrezca alternativas nuevas.
Sin embargo, se debe reconocer que Daniel Noboa está donde está por méritos propios. La conmoción que causó el asesinato de Fernando Villavicencio expuso a Noboa ante los votantes como una alternativa joven que traería nuevos y necesarios aires a la política ecuatoriana. Sería congruente, entonces, que Daniel busque gente joven para gobernar; y que no cometa el error de apoyarse sólo en personajes que ya tuvieron su momento, y que deben cederle la posta a las nuevas generaciones.
Quizá termine pronto esta etapa, en la que la política se hacía sólo a través de repeticiones dogmáticas típicas de estrictas militancias. Ojalá vuelva pronto el discurso político que no desmerece las palabras del otro por su trabajo, ocupación o condición social; sea esta alta, mediana o baja. Necesitamos regresar a la tan necesaria confrontación de argumentos.
Cierto es que las bancadas se deben a sus ideologías políticas. Pero sólo es a través del debate y del pensamiento crítico que estas pueden ser adecuadas al contexto nacional, y por ende, ganar más votos.