Efecto Mariposa
Lo que las cifras de la pobreza ocultan
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
Actualizada:
En Ecuador, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), hay menos personas pobres que hace un año. Acorde a las cifras publicadas por ese organismo, a junio de 2022, las tasas de pobreza y pobreza extrema a nivel nacional son de 25% y 10,7%, respectivamente. Hace un año, eran 32,2% y 14,7%.
Si bien esta noticia se puede llamar la atención de manera de positiva, antes de celebrarla, hay que analizar con cautela lo que esta reducción significa, y también lo que no.
Para llegar a esas cifras, es decir, para determinar si una persona es pobre en términos monetarios, el INEC utiliza el método de la línea de pobreza, mismo que es usado en diferentes países.
Este método sirve para medir la pobreza monetaria y su lógica es simple: se fija un monto de ingreso, y si una persona gana menos que dicho monto se la encasilla como pobre.
En Ecuador, se analiza si el ingreso de una persona es menos de USD 87,57 mensuales para la pobreza, y menos de USD 49,35 para la pobreza extrema. Estos valores, que equivalen a USD 2,92 y USD 1,65 diarios, son determinados con base en el índice de Precios al Consumidor (IPC).
El IPC es un indicador que se calcula mensualmente para medir los cambios de los precios, correspondientes al consumo de 359 productos que conforman la Canasta de bienes y servicios del IPC.
Para calcular este indicador, el INEC levanta los precios de los productos que se incluyen en esta canasta; y corresponden a los precios de alimentos y bebidas no alcohólicas; bebidas alcohólicas, tabaco y estupefacientes; ropa y zapatos; agua, gas, electricidad y otros combustibles; salud; transporte; educación; recreación y cultura, entre otros.
Si bien el método de la línea de pobreza es aceptado para medir las carencias económicas, y esta implica una gran complejidad conceptual y metodológica, presenta algunas limitaciones que no permiten saber de manera real las condiciones de los ecuatorianos que viven en pobreza, ni de los que dejaron esa condición.
A continuación, menciono algunas de estas limitaciones.
Primero, como dije anteriormente, las personas son consideradas pobres si su ingreso es menor a USD 87,57. Estrictamente, esto quiere decir que quienes ganan montos cercanos a ese umbral, como, por ejemplo, USD 88, son excluidos de la condición de pobreza. Sin embargo, entre ambos valores no hay mayor diferencia, apenas USD 0,43.
Primero, como dije anteriormente, las personas son consideradas pobres si su ingreso es menor a USD 87,57.
Aunque el grupo de los que ganan USD 88 no puede ser catalogado como pobre, está más cerca de la pobreza que de la clase media, son casi pobres, pero no entran en las cifras de la pobreza ni son consideradas como prioridad en las políticas sociales.
Esto puede limitar que los casi pobres participen en algún programa de transferencia de renta o tengan algún beneficio que tome como criterio de selección la línea de pobreza.
Después, aún relacionado con el monto de la línea de pobreza, este generará, casi inevitablemente, cierta inconformidad, pues es imposible satisfacer todas las necesidades básicas de una persona con USD 2,9 o USD 1,65 al día, y lo mismo sucederá si los valores se duplican o se triplican.
Así, a pesar de que la línea de la pobreza involucra aspectos técnicos, el monto que se fija como umbral en este método, casi siempre tendrá una crítica, pues ningún valor será suficiente ni nos convencerá de que no somos pobres si nos comparamos con otras personas que tengan más; y su aceptación dependerá de acuerdos sociales que no siempre son lógicos.
Específicamente, debemos convencernos de que quienes ganan USD 87,58 al mes no son pobres, y los que ganan USD 87,57 sí lo son; y eso está bien difícil.
Otra de las limitaciones de la medición con el criterio de la línea de pobreza es que esta no proporciona información sobre la duración de las privaciones materiales que padece una persona, es decir, no se puede saber si siempre fue pobre o si tuvo esta condición solo por una temporada.
Debemos convencernos de que quienes ganan USD 87,58 al mes no son pobres, y los que ganan USD 87,57 sí lo son; y eso está bien difícil.
En los casos de pobreza temporal, esta situación puede originarse por la pérdida de un empleo, por una enfermedad o por una crisis específica (como la del Covid-19). En general, este tipo de pobreza, es de corta duración y, en función de que se consiga un trabajo, la situación puede mejorar.
En el caso de la pobreza crónica, esta está relacionada con bajos niveles de escolaridad, que es la raíz de muchos otros males, pues la falta de educación condena a quienes la padecen al desempleo o a conseguir trabajos informales con salarios que no les permiten vivir adecuadamente.
Aunque la pobreza se define como una condición de privación material que no permite satisfacer las necesidades básicas de una persona, en el caso de la pobreza crónica esta se agrava con otras carencias que se pueden resumir en la falta de acceso a: educación, salud, vivienda, seguridad social, empleo adecuado y a servicios básicos.
Otro aspecto que está ligado a la dificultad de identificar el tiempo de duración de la privación es que el método de la línea de pobreza no permite determinar las causas de las dificultades económicas. En otras palabras, no se puede saber si ocurrió algo eventual que dejó a una persona pobre o si sufre una condición crónica.
Distinguir estas dos condiciones es crucial para diseñar políticas sociales, puesto que las medidas de auxilio en ambos casos son diferentes. Para la pobreza crónica son necesarias intervenciones continuas por extensos periodos de tiempo, como el Bono de Desarrollo Humano; mientras que para los casos de pobreza temporal se requiere de programas de corta duración.
Para finalizar con la lista de los cuestionamientos del método de la línea de pobreza, menciono que este no permite identificar cuáles son las mayores necesidades de las personas que viven en esta condición, lo cual dificulta encaminar las acciones más efectivas para evitar que las personas sean pobres durante toda su vida.
Por ejemplo, si un hogar pobre dispone de una vivienda, que puede ser propia o donada, sus necesidades probablemente serán de alimentación, salud o educación.
Con todo lo dicho, es difícil asegurar que en el Ecuador las personas pobres dejaron de ser pobres o que ahora son menos pobres. Es muy probable que, en el grupo de las personas que salieron de la pobreza, la mayoría haya tenido un episodio particular, que puede haber sido causado por la pandemia, y que ahora mejoró su situación.
Sin duda, el que algunos ecuatorianos ya no sean pobres es una buena noticia, pero, quienes, en un año, logran salir de la pobreza, generalmente, tienen estudios y pueden acceder a un empleo adecuado.
Por tanto, estas personas no deberían ser el foco principal de las políticas de combate a la pobreza ni tampoco se las puede tomar como un triunfo, pues, de alguna manera, el salvavidas de las personas que cuentan con educación se activa y les permite mejorar su situación.
Esto no sucede con quienes viven en pobreza crónica, pues están casi destinados a nacer y morir en esa condición. Y encima heredan esa pobreza a las próximas generaciones, y los enredan en un círculo vicioso de la pobreza.
Reducir las tasas de pobreza es una señal de que un país está mejorando económica y socialmente. Sin embargo, para concluir con seguridad que estamos mejor, lo más adecuado no es usar las cifras de la línea de pobreza, pues estas camuflan la realidad de los que son verdadera y eternamente pobres.
Las mediciones de pobreza con otros métodos, como la Pobreza por Necesidades Básicas Insatisfechas y la Pobreza Multidimensional, que también son calculadas por el INEC, pueden dar información más precisa de cuánto avanzamos (o retrocedimos).