Leyenda Urbana
Ecuador descubre que el enemigo está en casa y que los servicios de inteligencia fracasaron
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Un reportaje de un canal colombiano analizó las imágenes de las acciones de grupos de manifestantes, sobre todo en Quito, en los últimos días, y su conclusión es sobrecogedora.
Aquellos grupos de jóvenes que llevaban cubiertos sus rostros y se movían con destreza, usando protectores y unos tubos para lanzar proyectiles contra la Policía, no es gente común.
La manera de moverse en escuadra no se aprende en los colegios ni en las universidades, sino con un riguroso entrenamiento siempre a cargo de especialistas.
Por eso, usaron con destreza lanza cohetes, los mismos que emplean las fuerzas especiales en las unidades antimotines, se dijo en el reportaje.
Son expertos quiénes enseñan cómo usar los escudos protectores que todos vimos y con los cuales se cubría a quienes lanzaban en proyectiles con unos tubos.
Las conclusiones de la televisión fueron más dramáticas: algo similar se ha usado recientemente en algunas ciudades de Colombia causando severos daños.
Las investigaciones que se llevaron más adelante dieron cuenta de que quiénes entrenaron a los manifestantes eran agentes de Cuba, Venezuela y de la propia Colombia, país víctima de los grupos armados.
¿Cómo llegamos a esto? Nunca antes en el Ecuador contemporáneo se había visto la acción de bandas, con el estilo de guerrilla urbana.
Doce días de paro y movilizaciones quitaron la venda de los ojos a los ecuatorianos que se encontraron cara a cara con el terror, con hordas entrenadas para el mal.
El edificio de la Contraloría en llamas para convertir en cenizas las pruebas de la corrupción de muchos años, pero sobre todo de la década pasada, fue un acto planificado al milímetro.
La saña contra Teleamazonas al asaltar sus instalaciones, romper vidrios y puertas e incendiar el bus en el que se mueven sus empleados y varios autos de sus trabajadores, fue en venganza, por las revelaciones periodísticas.
Tampoco nunca antes se había visto que hordas fuera de control ingresaran a barrios y ciudadelas en busca de destruir, de hacer daño. ¿De eliminar a alguien?
El ingreso a urbanizaciones y ciudades de los Valles hizo que hombres, mujeres y, sobre todo los niños, conocieran la barbarie. Sus habitantes debieron montar guardia las 24 horas para cuidar sus vidas y bienes.
En varias zonas de Quito, algunas acomodadas, pero también en sectores de gente sencilla, se evidenció que lo querían era atemorizar para que impere el caos.
En Guayaquil, una movida estratégica, en la que sus autoridades se unieron y el pueblo estuvo con ellas, impidió que su ciudad fuera mancilla el 9 de octubre, gloriosa fecha en la cual se celebra su Independencia.
El centro histórico de Cuenca fue vandalizado, de manera infame. Con herramientas rompieron adoquines y veredas; despedazaron semáforos y luminarias del tranvía aún no inaugurado.
Los saqueos en una empresa de leche, a las florícolas, a las brocoleres no tiene precedentes.
Otro acto de barbarie fue despedazar edificios patrimoniales de Quito, así como sus centenarios adoquines y quemar una estación del Metro.
En videos quedó registrado también cómo se entregó dinero en efectivo a los vándalos.
En realidad, el germen del odio fue inoculado en la sociedad y brotó en estos días, dejando claro que hay que actuar para extirpar el mal, pero de raíz.
El adoctrinamiento con la ideología del odio demostró de lo que es capaz incluso en un pueblo de paz, pero ingenuo.
Detrás de todo hubo la más perversa utilización del movimiento indígena. Los golpistas se parapetaron en la movilización para evitar que la justicia cayera sobre ellos.
Fue la síntesis de la perversidad. Por eso resultó inverosímil que el presidente de la Conaie, Jaime Vargas, en una suerte de delirio en el Ágora de la Casa de Cultura pidiera a las FFAA retirar el apoyo al presidente Moreno.
En todo esto, está claro que la inteligencia política fracasó; no se enteró de lo que germinaba en el país.
¿Cómo no hicieron seguimiento luego de que Ricardo Patiño anunciara que pasaban a la fase de tomarse edificios y sembrar el caos?
¿Cómo no vigilaron a aquellos a los cuáles Rodrigo Collahuazo, en 2016, entrenó en el uso de armas y en ataques, aunque dijeron de trataba de un picnic?
¿Cómo no presumieron que las mafias que trafican combustibles a Colombia, Perú y a los barcos en el Pacífico iban a reaccionar por el alza del costo de los carburantes?
En lo único que acertaron fue en advertir que Carondelet y el presidente estuvieron en riesgo inminente e hizo bien el mandatario en trasladar la sede del Gobierno a Guayaquil.
Pero eso no les exculpa, de manera alguna, de su actitud negligente que puso en grave riesgo a la Nación.