Leyenda Urbana
Ecuador desaprovecha la vitrina mundial de Dubái
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Era el lugar perfecto y el momento oportuno para que el nombre de este pequeño país, ubicado al noreste de Sudamérica, se alzara por todo lo alto al haber dado una lección moral de apuesta por la vida y el futuro de la humanidad, ante el mayor desafío que encara el planeta en la actualidad: el cambio climático.
Ecuador tendría que ser mencionado como el ejemplo a seguir y su pueblo recibir el reconocimiento por una decisión tan sagaz como sacrificada, al haber renunciado a obtener ingresos estimados en USD 1.200 millones anuales, según la cifra oficial, que le servirían para sustentar sus urgencias al haber privilegiado el bien de la humanidad.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) que se celebra en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre, tendría que haber supuesto para Ecuador la mayor vitrina en la que el Yasuní -el lugar más biodiverso de la tierra, una reserva de la Biósfera y residuo del Pleistoceno- fuese aclamado por el liderazgo mundial y todos quienes luchan por evitar el cataclismo que se cierne sobre la humanidad, debido al calentamiento global.
A la delegación de funcionarios y la ministra de Ambiente debían unirse los mejores expertos para ofrecer conferencias de prensa y propiciar reuniones con científicos y personalidades para hablarles sobre este pedazo de paraíso, en el que en una sola hectárea existen más especies de árboles nativos y arbustos que en todo Estados Unidos y Canadá juntos, y así valoren mejor
la apuesta que ha hecho el país por la naturaleza.
Se tendría que haber promocionado el estudio de la universidad de Yale que da cuenta de la existencia de una planta llamada pestaliotopsis microspora capaz de diluir el plástico más resistente que existe en el Yasuní.
Dubái es por estos días el epicentro al que han concurrido líderes de 160 países, incluidos presidentes, jefes de Estado y Reyes, y han participado alrededor de 100.000 personas porque el mundo está ante el desafío de recortar las emisiones de Co2 para que la temperatura media del planeta se quede en 1,5 grados centígrados, respecto de los niveles preindustriales; sabiendo que hoy está en 1,1 grados y que de llegar a 2 todos los corales del mundo desaparecerán.
La tecnología ha posibilitado simulaciones de la subida de la temperatura y el resultado es apocalíptico porque amplias regiones se volverán inhabitables y la migración climática se desbordará.
Catástrofes como los incendios en Canadá, que arrasaron 18,5 millones de hectáreas; seis veces más que en los 10 años anteriores, son una alerta, al igual el incendio en Hawái, el más mortífero en 100 años, que dejó 99 víctimas mortales, y el huracán 'Otis' que devastó Acapulco el pasado octubre.
Las sequías en Argentina y Uruguay han sido de dimensiones bíblicas, lo mismo que las precipitaciones extremas que azotaron Grecia, Bulgaria, Turquía y Libia, con cientos de muertes, devastación y pérdidas millonarias; mientras que el hielo marino de la Antártida está en mínimos históricos, y las temperaturas de la superficie y la subida del nivel del mar en niveles récord.
Todo esto da sentido a lo dicho por el secretario general de la ONU, Antonio Gutérres, de que “estamos viviendo el colapso climático en tiempo real, y que el impacto es devastador”.
Ocho años atrás, el llamado Acuerdo de París puso metas climáticas precisas y, hoy, en medio de dos conflictos bélicos (Ucrania, e Israel y Palestina), el mayor reclamo de los países en vías de desarrollo es el fondo establecido en Copenhague de USD 100.000 millones anuales para compensar a las regiones más vulnerables por los impactos de un cambio climático del que no son responsables, y que será gestionado por el Banco Mundial.
En septiembre pasado, en su reunión en la India, el G-20 asumió estos objetivos, consciente de que representa más del 80% del PIB mundial, el 75% del comercio y el 60% de la población del planeta, y también que genera más del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Con toda esta realidad global como telón de fondo, un operativo comunicacional del más alto nivel tendría que haber sido puesto en marcha por Ecuador si el país tuviese políticas de Estado que trasciendan a los gobiernos, capaz de que una transición política como la que se está viviendo, no llevara a desaprovechar un escenario único como la COP28.
A la cita de Dubái fue invitado por el Banco de Desarrollo de América Latina y del Caribe, el alcalde del cantón amazónico Aguarico, Juan Carlos Orellana, de la zona en la que se encuentra el Parque Nacional Yasuní, para que exponga la agenda climática de su territorio. Hay que decir que, en 2022, recibió el premio como el mejor destino turístico rural del mundo, otorgado por la Organización Mundial de Turismo (OMT), lo que significa que hay consciencia del valor de ese pedazo de territorio ecuatoriano.
La presencia del alcalde Orellana también ameritaba un despliegue comunicacional desde los organismos públicos del Estado. Pero no se hizo.
Es evidente que hace falta entender que el Yasuní, que en waorani significa tierra sagrada, es una carta de presentación excepcional de Ecuador, más aún si el presidente Daniel Noboa apoyó el Sí en la consulta popular para dejar el petróleo bajo tierra, y evitar la emisión de toneladas de Co2, mensaje potente para que se le reconozcan sus convicciones.
Falta idear un mecanismo para que la decisión del pueblo en las urnas, de proteger esa zona exclusiva del planeta, tenga una recompensa como las que se mencionan en el Acuerdo de París.
La vitrina de Dubái fue desaprovechada para mostrar también la ampliación de la reserva marina de las Galápagos en 60.000 kilómetros cuadrados para proteger la naturaleza, y hay que enmendar preparándose para la COP29 que sería en Australia, para exhibir mundo, con orgullo, el Yasuní.