El Chef de la Política
Más ciudadanía
Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip)
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Una visión puramente legalista diría que somos ciudadanos en la medida en que estamos dotados de un conjunto de derechos y de obligaciones constitucionalmente consagrados.
De allí que la lógica sea relativamente simple, en cuanto ejercemos nuestras facultades y cumplimos nuestros deberes, nos tornamos más ciudadanos.
Aunque lo dicho no deja de ser cierto, es una perspectiva parcial, necesaria, pero no suficiente, para entender en su amplísima dimensión lo que constituye la noción de ciudadanía.
Ser ciudadano, por tanto, va más allá de una declaración legal. Va más allá de pagar impuestos regularmente, de asistir a las votaciones o de exigir al Estado la oferta de determinados bienes o servicios.
La ciudadanía, en rigor, es la idea de pertenencia a una polis, a una comunidad específica denominada nación y que es el resultado de diversos imaginarios sociales que nos inducen hacia un sentido de pertenencia.
Precisamente, ese sentido de pertenencia es lo que desborda lo puramente legal para convertirse en una cuestión de praxis. Así, la ciudadanía es hacer e intervenir en lo político, entendido en su sentido más extensivo.
Lo político tiene que ver, desde esta perspectiva, con el mundo de la cultura, de la sociedad, del arte, de la cotidianeidad.
La ciudadanía, por tanto, es observar el entorno, preocuparse por lo que sucede y junto a otras personas con similares inquietudes, generar espacios de interacción, buscar alternativas, proponer soluciones.
En definitiva, esa ciudadanía se materializa por la capacidad de asociarme con mis pares en favor de objetivos específicos. No es una cuestión de ideologías, pues se vinculan los de derechas o los de izquierdas, y tampoco es una cuestión de valores, pues perfectamente se agrupan los conservadores y los liberales.
Lo de fondo es la capacidad de generar desde lo colectivo. Esa es la esencia de la ciudadanía.
Las sociedades con mayores progresos sociales, que no necesariamente se corresponden con aquellas en las que el derroche económico y el consumismo irracional son la carta de presentación, son aquellas en las que la asociación ciudadana es vibrante, se presenta en el día a día y se expresa desde las más pequeñas formas de vinculación entre las personas hasta proyectos de mayor envergadura.
La ciudadanía, por tanto, está vinculada a la idea de la asociación. Allí está el cemento de las sociedades libres, el fundamento de la fraternidad y solidaridad entre pares y el eje a partir del que la idea de igualdad entre las personas puede sostenerse.
Me agrupo y hago, esa es la receta. Tan fácil decirlo, pero tan complicado ponerlo en práctica, ahí está la posibilidad de la emancipación.
Y esa emancipación no tiene relación directa con la cuestión puramente material, económica, sino más bien con la capacidad de desarrollar criticidad e interés por lo público, por la polis, por lo que nos pertenece y de lo que nos sentimos parte.
Esa ciudadanía, la que se observa en la capacidad de asociación de artesanos, artistas, profesionales, músicos, jóvenes, deportistas o jubilados, es la que permite también controlar los posibles excesos de quienes ostentan cargos públicos.
Ahí están la mejor contraloría o la mejor fiscalía. Allí están los mejores jueces y los mejores ojos para vigilar el buen uso de los bienes públicos, que son de todos, que pertenecen a la Nación.
Allí está, por tanto, una de las mejores vías para controlar la corrupción y el mal desempeño de nuestros mandatarios.
Aún cuando el objetivo de asociarse no sea directamente ejercer control ciudadano, aquello surge como consecuencia natural del mero hecho de juntarse y hacer lo que interesa al grupo, lo que lo realiza humanamente, lo que le permite trascender.
Cuando una sociedad ha perdido los referentes básicos, volver los ojos hacia la concepción amplia de ciudadanía es lo que le permite no caer en el juego de buscar alternativas entre quiénes representan, precisamente, lo que se busca cambiar.
Asociarse y generar ideas, generar productos, generar propuestas. Ahí está la salida.
Ser ciudadano y agruparse no tiene que ver solamente con la acción política, puede ser visible en la mejora de la cancha deportiva del barrio, en la difusión de la banda de rock, en la búsqueda de espacios públicos para propiciar obras de teatro, cine o exponer las artes plásticas.
En lo ciudadano, en lo asociativo, está una salida a la crisis enorme en la que se debate Ecuador ahora mismo. Agruparse no cuesta nada, solo es cuestión de identificar intereses en común y dar el primer paso.