Columnista Invitado
Ecuador, una agenda económica interrumpida
Exministro de Hacienda de Chile, doctor en Economía de la Universidad de Harvard, ha sido profesor de Macroeconomía en Harvard y en la Universidad Católica de Chile.
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Al asumir el Presidente Guillermo Lasso, en 2021, Ecuador tenía diversos desafíos en el ámbito económico, fiscal y social.
Además, llegaba al poder en momentos en que el mundo aún enfrentaba los estragos de la pandemia y se empezaban a sentir los efectos inflacionarios derivados de las restricciones a las cadenas de suministros, que se vieron agravados luego por el posterior impacto de la invasión de Rusia a Ucrania.
No ha sido un período fácil, pero en materia económica y fiscal se han logrado importantes avances que deben ser reconocidos.
Pese a todas las dificultades políticas (entre otras cosas, superó cuatro intentos de destitución), económicas y sanitarias, el período 2021-2023 ha sido positivo para el crecimiento del país.
De acuerdo con cifras del FMI, la economía crecerá 3,4% promedio anual en este período, cifra que prácticamente triplica la expansión de los tres años previos al año 2020, cuando se inició la pandemia.
Este mejor desempeño, si bien se explica en parte por la recuperación tras la caída de 2020, también refleja el efecto de las políticas implementadas para abrir la economía al comercio global de bienes y servicios y reencantar a los inversionistas con una economía de gran potencial, pero que continuamente es golpeada por eventos políticos que interrumpen su trayectoria al desarrollo.
Este período fue muy difícil para los gobernantes de otros países y para las familias, especialmente las de más bajos recursos, porque se registraron cifras inéditas de inflación en el mundo.
Lo anterior trajo enormes costos sociales, aumento de la pobreza y generó una gran presión política sobre las autoridades para implementar medidas de apoyo.
El caso de Ecuador fue diferente. En parte, gracias a la dolarización, el país tuvo durante este período una de las inflaciones más bajas de América Latina, en torno a 2% promedio anual, mientras que en el mismo lapso la inflación promedio de la región superó el 12%.
Un período de buen crecimiento económico con baja inflación como el que experimentó Ecuador en los últimos años es, desde el punto de vista económico y social, la mejor combinación posible, porque permite a las familias mejorar su bienestar, tener más y mejores oportunidades de conseguir un empleo y tener la tranquilidad necesaria para emprender, entre otras posibilidades.
Los países normalmente no valoran lo que tienen hasta que las cosas se complican, la economía deja de crecer y se pierde el control de la inflación.
En la región, tenemos ejemplos claros de los efectos de la aplicación de malas políticas económicas en países con enorme potencial de crecimiento, que hoy están sumidos en la pobreza.
Orden y la responsabilidad fiscal son el tercer pilar para tener un país macroeconómicamente sano. Sin descuidar la provisión de bienes y servicios públicos para las familias más necesitadas, los gobiernos deben ordenar las cuentas fiscales, ya que esto permite acceder a mejores condiciones de financiamiento no solo al Gobierno, sino también a las familias y empresas.
Ser fiscalmente responsables permite a los países dar seguridad a los ciudadanos de que los programas sociales se podrán sostener en el tiempo. Y Ecuador ha avanzado bien en este camino.
Tras un período prolongado de altos déficit fiscales y de aumento sostenido de la deuda pública, las cifras han mejorado.
Entre 2012 y 2019 (prepandemia) el déficit fiscal promedio anual superó 6% del PIB y la deuda pública bruta pasó desde 18% a 51% del PIB. El año de la pandemia, la situación fiscal empeoró aún más -como en la mayor parte del mundo- y el Gobierno del Presidente Lasso recibió al país con una deuda pública de 61% del PIB.
De acuerdo con las estimaciones oficiales, este año la deuda pública se ubicará en torno a 55% del PIB y el déficit fiscal será cercano a 2% del PIB.
Ordenar la economía también permite trasladar esos beneficios a las familias en la medida que la situación fiscal lo permita.
Así, la rebaja de impuestos a las familias de clase media es positiva en tanto y en cuanto esté financiada presupuestariamente, por ejemplo, focalizando beneficios fiscales de dudosa utilidad social.
Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer. Todavía un cuarto de la población vive bajo la línea de la pobreza y esa cifra es mucho mayor en las zonas rurales.
El acceso al financiamiento externo es limitado y existe mucho espacio por mejorar en la provisión de servicios públicos de calidad, incluyendo la seguridad.
Si esta senda se interrumpe, serán como siempre los hogares de menores ingresos los que sufrirán con más fuerza los efectos y Ecuador verá nuevamente interrumpido el avance hacia las transformaciones económicas y sociales que tanto necesita.
El camino económico emprendido por Lasso en 2021 va en la dirección correcta y por eso debe continuar. Es imposible revertir la mala gestión económica de años previos en solo dos años de Gobierno.