Economía y Desarrollo
Economía feminista
Doctor en Economía, máster en Economía del Desarrollo y en Política Pública. Director general académico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
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El 25 de noviembre se celebra el día internacional de la no violencia contra las mujeres. Este día se recuerda el asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal en República Dominicana, y se convoca a denunciar y reclamar políticas para erradicar la violencia de género.
La violencia tiene múltiples expresiones. En Ecuador, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) a 2019, el 65% de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia en su vida, siendo la violencia psicológica la de mayor incidencia (57%), seguida de la violencia física (35%), la violencia sexual (33%), y la violencia patrimonial (16%).
El ámbito en que mayoritariamente se producen actos violentos contra mujeres es la “pareja” (43%, en el caso ecuatoriano). Esto se explica porque es en el hogar (en la vida doméstica) el lugar donde se hacen visibles los patrones sociales y culturales; y es la falta de autonomía financiera de las mujeres uno de los principales determinantes para ser víctima de violencia.
La economía en su forma actual es violenta, promueve el individualismo y asigna roles de producción y de cuidado, a hombres y mujeres, lo que acrecienta la discriminación hacia un segmento de la población por el simple hecho de ser mujer.
En este marco, aparece la economía feminista como una alternativa que disputa el modelo tradicional de la ciencia económica, al plantear que las decisiones económicas no se pueden agregar y generalizar a nivel de país ni de un hogar, sino que se debe estudiar cómo se toman las decisiones, en qué medida las preferencias se establecen condicionadas a patrones socioculturales que limitan las oportunidades de las mujeres y favorecen las de los hombres.
La economía tradicional tiene características extractivistas, de recursos naturales, de acumulación de riqueza, pero sobre todo de tiempo y de futuro. Es el tiempo el recurso que toda persona tiene, y es la asignación machista del rol del cuidado del hogar a las mujeres lo que extrae y redistribuye (desde las mujeres hacia los hombres) bienestar y capacidad (en términos de Amrtya Sen) de alcanzar la vida que una persona desea, por imposición social (violenta, a la fuerza).
Y es en la extracción del tiempo que se quita capacidad de futuro, de construcción de un proyecto de vida legítimo. Siguiendo a Luci Cavallero y Verónica Gago, así como la deuda obliga a realizar cualquier actividad para pagarla, la sociedad obliga a aceptar un rol, aunque vaya en perjuicio personal, para cumplir, eliminando la igualdad y la libertad.
Es así que el feminismo aporta una alternativa indispensable para salvar (de la obsolescencia) a la teoría económica, volver a la construcción de las preferencias y la toma de decisiones (asignación de recursos y roles) para transformar aquellas impuestas por normas sociales que discriminan. Sólo así se podrá reconstruir una economía que sea verdaderamente útil para la sociedad, para la paz en igualdad.