Dato y Relato
La triste historia de la dolarización en Zimbabue: lecciones para Ecuador y Argentina
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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En julio de 2008, la inflación en Zimbabue llegó a la inverosímil cifra de 2,2 millones por ciento, la mayor hiperinflación en el presente siglo. Ese año, el PIB colapsó en -17,7% y el país se hundió en una dramática crisis.
Fue el momento más crítico de una década pavorosa: entre 1999 y 2008, el PIB declinó a una tasa promedio de -5,6% y la inflación alcanzó una media anual de 1.810%, tal como se aprecia en el cuadro y gráficos que acompañan esta columna.
La explicación sigue el clásico patrón de un manejo macroeconómico insostenible, con impresión frenética de dinero para financiar crecientes déficits fiscales, durante el gobierno autoritario de Robert Mugabe.
Entre otras acciones demenciales, Mugabe emprendió una cruenta guerra en contra de la República Democrática del Congo en 1998, con enormes costos humanos y económicos.
En medio de la desesperación, en 2009 decidió adoptar el dólar norteamericano como su moneda y acordar un plan económico y político para estabilizar la economía.
Como era de esperarse, la dolarización fue muy efectiva para reducir la inflación de manera drástica. En 2010 bajó a tan solo 3,2% y se mantuvo en un nivel promedio de 4,5% durante la vigencia de la dolarización entre los años 2009-2018.
En un inicio, la estabilización económica también fue muy útil para reanudar el crecimiento. Durante los años siguientes a la implementación de la dolarización, el PIB se expandió a tasas anuales que inclusive superaron el 20%. En esa era, el crecimiento anual promedio del PIB fue de 7,4%.
Sin embargo, el país no logró implementar reformas estructurales para consolidar sus finanzas públicas, mejorar su competitividad y acceder a financiamiento externo de organismos multilaterales y mercados de capital.
Al no tener la capacidad de imprimir billetes, el Banco Central tampoco podía financiar el gasto público, algo imprescindible para el modelo, pero que disgustaba a las autoridades.
La corrupción y falta de transparencia alejaron a la inversión extranjera directa e inhibieron el desarrollo del sector privado y las exportaciones. Como resultado, el país enfrentó escasez de divisas y la economía nuevamente se asfixió y cayó en un estancamiento económico.
En 2019 se reintrodujo el dólar zimbauense (ZWL), también conocido como zimdólar o dólar RTGS (real time gross settlement), y se prohibió el uso de divisas. Esto desató gran descontento de la gente, que, pese a la prohibición, continuó utilizando el dólar norteamericano y otras divisas para sus transacciones y reserva de valor.
La pandemia agravó la inestabilidad económica y social. Entre 2019 y 2020, la economía se contrajo en alrededor de 15%. La introducción forzosa de una moneda nacional fracasó y, desde 2020, el gobierno no tuvo otra alternativa que aceptar la existencia de un sistema multimonedas.
En un contexto de escasez de divisas, no pudo mantener la paridad de la nueva moneda con el dólar norteamericano y rápidamente comenzó a depreciarse. Ello presionó el nivel de precios internos y el fantasma de la inflación volvió a aparecer.
En el período posdolarización 2019-2022, la economía de Zimbabue cayó a un ritmo promedio de -0,6%, con una inflación anual de 172%. Actualmente supera el 200%.
Zimbabue es uno de los pocos países (tal vez el único) que adoptó la dolarización para estabilizar su economía, y después reintrodujo una moneda nacional. Los resultados han sido muy negativos.
Pese a que el contexto es bastante diferente al latinoamericano, revisar esta experiencia puede ser oportuno para la discusión sobre los sistemas cambiarios en la región, tema que está candente en la coyuntura electoral en Argentina y Ecuador.
En Argentina, el candidato presidencial Javier Milei ha propuesto la dolarización y la eliminación del Banco Central, como una promesa para estabilizar la economía. Economistas como Steve Hanke ven a esta como la única alternativa para controlar la inflación. Hay detractores, como Andrés Velasco, que la cuestionan.
Por su parte, los candidatos a presidenta y vicepresidente del Ecuador, Luisa González y Andrés Arauz, si bien han anunciado que no revertirán la dolarización, han propuesto introducir un “ecuadólar” y volver al financiamiento del Banco Central al gobierno.
Idealmente, países pequeños o medianos, con una economía abierta, sujeta a choques externos adversos y con ciclos que no están necesariamente sincronizados con los de Estados Unidos, deberían contar con instrumentos de política monetaria y cambiaria propia para enfrentar situaciones adversas.
Sin embargo, eso supone que las economías en aquellos países sean manejadas con prudencia, con bancos centrales independientes y con políticas fiscales y financieras sostenibles. De lo contrario, es preferible no contar con estos instrumentos a utilizarlos de manera irresponsable.
Una analogía: es bueno tener un vehículo que nos permita movilizarnos de manera eficiente. Pero si el conductor siempre maneja borracho, es mejor quitarle el volante de las manos. Es lo que sucede cuando un país tiene un frágil manejo macroeconómico: mejor renunciar a tener una moneda propia y evitar males mayores.
La adopción de la dolarización, más que una decisión basada en una juiciosa evaluación de costos y beneficios, suele convertirse en un recurso de última instancia para economías que han enfrentado crisis y desestabilización inmanejables con otros instrumentos.
Además, se argumenta que la dolarización puede servir como un catalizador para aprobar reformas que fortalezcan la estabilidad macroeconómica y prevengan políticas insostenibles. Hasta el momento, esa ha sido la historia en el Ecuador, en donde la dolarización es la institución con mayor popularidad en el país.
Llegar a acuerdos no siempre está garantizado, pues la rápida estabilidad que trae la dolarización, podría incluso actuar como un anestésico para postergar los cambios económicos. Dependerá del contexto.
De la experiencia reciente de Zimbabue, podemos extraer al menos tres lecciones relevantes para Argentina y Ecuador:
La dolarización es útil para bajar la inflación, pero no es una panacea. Como advierte Luis Jácome en el Financial Times, la dolarización por sí sola no salvará a los argentinos. Se requerirán políticas macroeconómicas sólidas, especialmente fiscales, más allá de cualquier régimen cambiario.
El caso de Zimbabue es ilustrativo. La introducción del dólar fue muy efectiva para estabilizar los precios de manera muy rápida, pero, en ausencia de un manejo macroeconómico sostenible, la dolarización fue efímera y se desató una grave crisis económica que este arreglo cambiario no fue capaz de detener.
Bajo un sistema de dolarización, es crucial mantener un flujo continuo de divisas, que alimente la liquidez y permita el funcionamiento óptimo de la economía.
Para ello, más allá de la consolidación de las finanzas públicas, son impostergables reformas estructurales que mejoren la productividad y la inserción de los países en la economía global, atraigan inversión extranjera directa, promuevan exportaciones y faciliten el acceso a financiamiento externo tanto oficial como del sector privado.
Si bien esta lección es válida bajo cualquier esquema cambiario, es imprescindible para una economía que prescinde de una moneda propia.
Por último, reintroducir una moneda nacional en una economía dolarizada, es muy complicado. Al no estar suficientemente respaldada por buenas políticas y reservas internacionales, la nueva moneda comienza a perder valor, y desata procesos de devaluación y de inflación.
Ese fue el caso del zimdólar y podría ser un riesgo, si se pretende introducir un 'ecuadólar' o similar, que sea forzoso y que no tenga un respaldo confiable. Hay una ley implacable: la buena moneda desplaza a la mala moneda. Si los ciudadanos económicos no confían en la nueva moneda nacional, sea digital o billetes, entonces se refugiarán en las divisas para sus transacciones y como reserva de valor.
Reintroducir una moneda nacional de manera forzosa puede causar graves problemas económicos y un colapso económico, como el que tristemente está atravesando Zimbabue.