Columnista Invitado
La distopía americana
Luis Alberto Elizalde Yulee, es arquitecto, cocinero y escritor.
Actualizada:
"Un mundo donde las doctrinas se acoplen de manera armoniosa en el funcionamiento de las sociedades…", la utopía de Tomás Moro está cada vez más lejana.
Igual que hace más de un milenio, los bárbaros han cruzado los muros de la civilización y arremeten contra todo aquello que la democracia ha conquistado precariamente.
Una distopía se está abriendo paso en nuestro continente.
Los piratas, los filibusteros modernos, los 'rednecks' sin educación, los guerrilleros que en realidad son terroristas, los pandilleros, todos ellos, ahora redimidos, con traje y corbata, se toman las instituciones ante los ojos impotentes de la sociedad silenciosa.
El mundo al revés cuando vemos rifles de asalto AR-15 en manos de adolescentes que los compran tan fácilmente como si fueran hamburguesas pagadas por los partidarios de Abraham Lincoln en el país de Jefferson.
O el presidente mexicano con los narco criminales, apapuchando a la madre de El Chapo Guzmán, mientras la tasa de muertes violentas bate récords históricos.
En Colombia, donde un exterrorista, guerrillero del M19, redimido y afeitado (ya El Che no está de moda por misógino), podría llegar al poder rodeado de un coro de discapacitados morales y corruptos, como 'Teodora', quien no tuvo Piedad con los secuestrados de Tirofijo.
O la Cuba de Guantanamera, la 'Managua Nicaragua' de Irving Fields y de Rubén Darío, la Venezuela de El Puma, en manos de tiranos macumberos y sátrapas.
O el Perú de Vargas Llosa y el ají de gallina, a cargo de un maestro que no sabe enseñar.
Y la Argentina de Fernández en Fernández, bailando tangos sin viola ni bandoneón, ignorando como el país se descompone.
O Ecuador, donde un expandillero Latin King, piscinero, redimido, afeitado, con saco y corbata, el yakuza correísta, es quien juramenta a un espurio presidente de la Asamblea Nacional, un sinuoso personaje que reemplaza el último dique que impedía la toma de los órganos que les son necesarios para anular las sentencias contra sus prófugos.
Aprovechando que hay tantos tontos útiles a la mano.
Como las naranjas anodinas que dejó olvidadas Borja, o los herederos del incario, carajeando mientras les quitan la silla principal del circo parlamentario, pero nada más.
Como siempre condenados a repetir la historia de compañeritos hasta cuando ya no se les necesita.
Un país donde en el otro gallinero lo que mejor saben hacer es conspirar contra cualquiera que no quiera compartir el poder, ahora creando Transformers de Bukele a partir de cepas viejas.
Y los demás, los sapos, los lagartos y depredadores, salivan con el botín que quieren empacharse si cae.
Ya no existen derecha ni izquierda, las ideologías son solo una mercancía que se vende al que más prometa, pague o halague.
¿Puede esta distopía ser contenida por la utopía del país del encuentro? El de las turbinas prendidas y listas para despegar. ¿O es la de los asesores que reculan ante la realidad?
Sin un líder con determinación y decisión, todo son solo sueños…