Dios no muere; García Moreno tampoco
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Nadie más controvertido que García Moreno en la historia de Ecuador y ninguna muerte más discutida que la suya. Los curuchupas la vieron como un martirio cristiano y pretendieron elevar el caudillo a los altares.
Para enfrentarlos, Benjamín Carrión le dedicó una biografía jugosa, pero sesgada, a la que llamó 'El santo del patíbulo'. Si mal no recuerdo, en ella acusaba al déspota de traición a la Patria por las cartas a Trinité.
Pero hasta los intelectuales de izquierda terminarían reconociendo que, santo o demonio, don Gabriel unificó al Estado ecuatoriano cuando estaba al borde de la disolución, aunque para eso se valiera de métodos dictatoriales, de una Constitución a su medida y de la imposición a rajatabla de la religión católica.
Pero eso no zanjó la discusión sobre su muerte aquel fatídico o liberador 6 de agosto, según como se mire. Sobre el evento se han tejido muchas leyendas, empezando por aquella de que el colombiano Faustino Rayo le habría macheteado por celos, al grito de: "¡Muere, tirano", mientras el futuro santo replicaba sin ninguna humildad: "¡Dios no muere!".
¿A qué viene todo esto? Pues a que Diego Araujo, con su flamante novela 'Las secretas formas del tiempo', remueve una vez más las cenizas ardientes de la época garciana.
Y lo hace con un texto bien escrito, bien investigado y muy atractivo porque va hilando antiguos documentos con revelaciones que desvirtúan algunos mitos, empezando por los que envuelven a Rayo y al deleznable general Salazar, al tiempo que rescata el papel decisivo de Juana Terrazas en la preparación del magnicidio.
Más que una novela, lo que tenemos entre manos es la historia novelada pues el peso de García Moreno y de conspiradores de la talla de Andrade, Moncayo, Cornejo y Polanco manda a segundo plano a los personajes de ficción, cuyos estereotipos de investigadores actuales no terminan de cuajar e imponerse en el relato.
Lo que falta ahora es el musical de don Gabriel al estilo de 'Jesucristo Superstar', ópera que tampoco muere.