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Lo que debe hacer para tener acceso al crédito siempre
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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Aprendí a manejar el dinero a punta de golpes, sustos y pérdidas
La primera y única chequera que tuve fue el presagio de cómo iba a manejar el dinero. Yo era novelera y desordenada, iba de paseo con mis hijos chiquitos, giraba cheques sin miedo y sin fondos.
Era tan ignorante que creía que no me iba a pasar nada, que los bancos vivían de la mora y de los intereses de cobranza, entonces hacía oídos sordos cuando me llamaban por teléfono convencional para alertarme del cierre de mi cuenta corriente.
Pasaron los años y a punta de golpes, sustos y pérdida de plata, aprendí a manejar bien mis finanzas.
Entonces supe que los clientes que no pagan las cuotas del préstamo dañan la cartera, y el prestigio del asesor o funcionario de crédito que los atendió.
Los morosos afectan la liquidez, se deteriora el balance. La cartera vencida es mala señal, hay un costo de cobranza, un costo legal, etcétera.
Para colmo, el jefe de nuestro asesor le reclama por haber colocado el dinero en alguien que no es comprometido, que no honra su palabra.
Si en algún momento este cliente paga, en buena hora. Si no paga, ese dinero lo cubre el banco con las provisiones, porque es dinero de los depositantes. Se reduce la ganancia de la institución y por supuesto, la comisión de nuestro asesor.
En conclusión, la persona morosa es un dolor de cabeza.
Y lo más grave es que se le cierran las puertas de bancos, cooperativas y empresas que dan crédito.
Con la mano en el corazón, muchos de nosotros hemos incumplido nuestras promesas de pago porque nos descuidamos, porque nos gastamos la plata en otras cosas, porque supusimos que la cosa iba bien, pero fue mal.
Los casos de calamidad doméstica, quiebra, muerte del titular, existen, pero son excepciones.
Ahora sé que los bancos y las cooperativas viven de la tasa de interés y de los servicios que ofrecen. Por ejemplo, de cada transferencia que hacemos al costo de 40 centavos.
Cuando el asesor nos dice: "primero pague la deuda que tiene en esa casa comercial y luego vuelva", hay que agradecer el consejo en vez de decir “no sea malito”.
Si nos dice: reduzca los gastos, hay que oír.
Y si nos llaman a recordar el pago de una cuota, hay que contestar el celular y agradecer el recordatorio.
Es bueno que estos expertos nos acompañen en nuestro proceso de crecimiento económico.
Aprendí que, si soy garante, tengo la misma responsabilidad que el deudor. Por eso es mejor no ser garante de nadie.
El deudor se compra el carro último modelo. Se pone un negocio. Se va de vacaciones. Yo nada. Pero si falla, me toca pagar a mí.
Nunca es muy temprano para enseñar a los hijos a manejar el dinero. Con ellos somos prestamistas y garantes y, muchas veces, con cartera vencida. Mientras antes aprendan, mejor.
En la antigua Babilonia, se prestaba dinero tomando en cuenta el buen nombre. Hoy existe un proceso ordenado y riguroso.
Lo primero que nos miden cuando solicitamos crédito es: tiene integridad: ¿sí o no? Punto.
No hay medias tintas.
¿Es buen pagador, es honorable?
¿Contesta el teléfono, tiene intención de pagar?
Aquí no sirve el "es que soy amigo del dueño". Si soy buen pagador, no necesito recomendaciones de nadie.
Lo segundo que nos miden es la capacidad de pago.
En buenas cuentas, ¿tiene dinero para pagar?
Si tenemos un negocio funcionando, ahí está la fuente de pago. Si tenemos un trabajo estable, ahí está otra fuente de pago.
Y tercero, revisan si manejamos bien las finanzas. ¿Cómo son sus gastos? ¿Ordenados o disparados?
Gana 100, gasta 30 en su casa y 30 para pago de proveedores del negocio. Tiene 40 para imprevistos y para el pago de un crédito. Además, ahorra.
Aprobado el préstamo.