La llave es la dignidad, señor Presidente
Es periodista y directora de PRIMICIAS.
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No es casual que a los jefes de Estado se les llame dignatarios o dignidades, pues en aquellas letras subyace la palabra dignidad.
Tener dignidad implica mucha autoestima y ejercer el autocontrol, que es la capacidad de refrenar los impulsos, sometiéndolos a la razón.
Una ausencia de dignidad es lo que vimos cuando el presidente, Guillermo Lasso, pretendió ofrecer la llave de una vivienda a una señora en la provincia de Cañar.
En un acto público, y ante las cámaras, Lasso extendió la llave solo para alejarla de la mujer que iba a recibirla.
La hizo estirar la mano, una y otra vez, para agarrar el “premio”, como si ella fuera una mascota, mientras el Presidente reía.
Atada a esa llave había una cinta con los colores de la bandera de Ecuador.
La cinta bailaba cada vez que el Presidente acercaba y alejaba su mano, y la señora trataba de tomar la llave, para quedarse atrapando aire en el intento.
La imagen del Presidente de la República, bromeando ante la esperanza de una mujer, con la tricolor en medio de todo, está llena de simbolismo.
Es una indignidad en varios sentidos: frente a la altura del cargo que representa, y que el pueblo le confió en las urnas.
Indignidad de cara al anhelo de una familia que, como muchas, sueña con acceder a su primera propiedad, tras una vida de trabajo arduo y de desamparo.
Ante quienes pagan sus impuestos para que el Estado invierta en programas de apoyo, para proteger a los que han sido menos afortunados.
Sin dignidad, el poder no es más que un emperador desnudo, una constante decepción, una forma de cinismo que es hija de la desesperanza.
Por eso, los símbolos de la Patria y las instituciones del Estado no están para burlas ni para videos de TikTok.
Si un líder quiere acercarse a la gente y rodearse de ella, entonces no caben las pantomimas.
Lo que cohesiona a la sociedad es el respeto de los gobernantes hacia la dignidad que representan, su deber frente a la dignidad del país y la dignidad de todas las personas.
No hay horizonte ni esperanza sin dignidad; quedan los memes, las burlas y el ruido de las redes sociales. Resta la angustia que nos provoca mirar hacia un vacío desprovisto de empatía.
Frente a usted está la llave, "cójala, pero cójala pues", Presidente.