Lo que digan las redes
Abogado, doctor en jurisprudencia y escritor. Es autor de nueve novelas. Su última obra es la novela 'Los crímenes de Bartow'.
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El desconcierto informativo en el que hemos vivido las últimas semanas como consecuencia de la pandemia es responsabilidad de las autoridades encargadas de la gestión de riesgos y emergencias, el famoso COE, que da palos de ciego al vaivén de las tendencias que le marcan las redes sociales.
Para muestra basta recordar lo que sucedió días atrás cuando la discusión se concentró en el regreso a clases. El COE dispuso que, por el incremento de casos provocados tras las fiestas de diciembre, se postergaría la asistencia presencial a las aulas hasta finales de enero, a pesar de que varios colegios privados y públicos ya habían organizado el regreso anticipado con protocolos de seguridad definidos.
La crítica a esta decisión fue mayoritaria en redes sociales (con razones válidas, por cierto), argumentando que los chicos necesitaban volver a tener contacto con sus amigos y profesores, y empezar otra vez a hacer su vida normal.
Pero, además, la implacable resonancia de las redes puso al COE contra las cuerdas al prevenir un verdadero alboroto mediático si es que negaban el regreso de los estudiantes a clases, pero autorizaban la asistencia a los partidos de fútbol.
La reacción inmediata a esta ola de reproches y advertencias fue que el COE decidió el fin de semana, a última hora, que los estudiantes volvieran a clases el lunes siguiente, lo que desató otro papelón por un conflicto de competencias y disputas con autoridades locales que habían cambiado el semáforo de sus ciudades o que ya habían decidido no regresar a clases hasta el próximo año lectivo.
Por supuesto, ante la avalancha de críticas y el temor al qué dirán, se decidió en primera instancia que se juegue fútbol sin gente en el estadio, pero eso sí, con los cines, centros comerciales, parques o el transporte público abarrotados. Todo un sinsentido que, dos días después, tras el pedido expreso del presidente, volvió a cambiar.
Y es que casi dos años después del encierro que provocó la pandemia y de los gravísimos problemas que esto trajo a millones de personas que viven de su trabajo, comercio o labores diarias, a pesar de ser el nuestro un país modelo por la exitosa campaña de vacunación, con más del 75% de la población con dosis completas, pretenden volver a fojas cero con decisiones incoherentes, apresuradas y sin sustento científico, decisiones que dependen básicamente de lo que digan las redes.