Contrapunto
Diez años han transcurrido desde que nos visitó Barenboim
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Comentar sobre este músico, director de orquesta y pianista, nacido en Buenos aires en 1942; que además tiene nacionalidad española, israelí y palestina es fascinante. Porque aparte de músico tiene una faceta de pacifista que confirmó con la creación de una orquesta junto con Edward Said: la West-Eastern Divan Orchestra.
Integrada por jóvenes músicos de origen y nacionalidad israelí, palestina y árabe, se trata de una de las mejores orquestas de música sinfónica que existen en la actualidad. Y esa orquesta se presentó en Quito el 13 de agosto de 2010 en la Casa de la Música, tal como lo registra Alicia Coloma de Reed en su libro La música en el recuerdo (y la memoria de muchos conciertos en Quito).
Hijo de músicos, a los cinco años comenzó a estudiar piano y, en 1952, su familia se fue a vivir a Israel. Dos años después, lo enviaron a estudiar música en Salzburgo, Austria, la misma ciudad en la que había nacido Mozart, en 1756.
Barenboim es también uno de los músicos más versátiles; capaz de dirigir una ópera de Mozart, las nueve sinfonías de Beethoven o de Mahler, tocar todas las sonatas de los músicos europeos o atreverse, tal como lo hizo con el escritor y filósofo Said, a fundar una orquesta con la única idea de unir al mundo y fomentar la paz.
Eso ocurrió en 1999 en Weimar y mediante una convocatoria a un taller orquestal con jóvenes músicos de Israel, Palestina y de países del Medio Oriente con el objetivo de incentivar el diálogo cultural. Posteriormente, se trasladaron a Chicago y finalmente, desde 2002, la Fundación se estableció en Sevilla y se incorporaron jóvenes músicos españoles.
Luego llegaron los reconocimientos y los premios, incluso una propuesta para Nobel de la Paz. Tampoco ha sido fácil, Barenboim también tuvo que aguantar ataques de intolerancia en Israel cuando tocó Tristán e Isolda, una de las óperas más importantes de Wagner.
Una comisión del parlamento israelí declaró al músico y director persona non grata hasta que se disculpara públicamente por haberse permitido dirigir una obra que era considerada entre las favoritas de Hitler. Los políticos nunca tomaron en cuenta que para Barenboim Hitler también fue un horror y no entendieron que su única intención era promover la paz mundial.
En la única ocasión que se presentó en Quito fue con un repertorio exclusivamente dedicado a Ludwig Van Beethoven, que este año cumple 250 de su nacimiento en Bonn. Tal como lo cuenta Alicia Coloma de Reed, un cambio de última hora decidido por el maestro la obligó a correr para escribir en el programa de mano lo que en realidad iría a tocar esa noche.
A última hora decidió no tocar la Sinfonía número 1 de Beethoven, sino la 2; además de la Sinfonía 4 y la 8, que no fueron modificadas.
"Por razones que solamente los artistas conocen, en la mañana del mismo día del concierto Barenboim decidió cambiar el programa. Por lo tanto tuve que modificar mis notas e insertar en el programa la descripción de la Segunda sinfonía", escribió Coloma de Reed en su libro La música en el recuerdo.
Lo califica como un músico excepcional y cree que su compenetración con los músicos es absoluta, seguramente por el fortísimo nexo que les une debido a las razones que hicieron nacer a la orquesta. En el libro cita palabras del director de orquesta Zubin Mehta: "Barenboim es el músico más completo y más importante de nuestros días".
La música de Beethoven fluía de las manos del director y llegaba a la orquesta para ser impecablemente interpretada, describe Alicia Coloma y remata: "Dirige de memoria y dirigir tres sinfonías de Beethoven en una misma noche con la perfección como lo hizo en Quito es realmente impresionante".
Y no solo Barenboim ha dirigido música en Quito; ya que se menciona, recordemos que Zubin Mehta se presentó en el Teatro Bolívar en 1978 con la Orquesta Filarmónica de Nueva York; y anteriormente, con la misma orquesta, Leonard Bernstein en 1958.
Escuche cómo Barenboim toca la Sonata No 8, Pathetique, de Beethoven: