Con Criterio Liberal
Dictadura clavi figendi causa
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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Hace apenas una semana celebramos el 2.773 aniversario de la mítica fundación de Roma, el 21 de abril del año 753 a.C.
La Civilización Romana tiene más de 1.229 años de historia hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.C., ó 2.206 si consideramos hasta la caída del Imperio de Oriente en el año 1453 d.C., o quizá podemos considerar que nunca se acabó pues nuestra civilización es, orgullosamente, heredera de la romana.
La romana fue la civilización política por excelencia. En su larga existencia experimentaron con casi todos los sistemas políticos posibles en sus muy distintas formas.
Y, durante el periodo Republicano Clásico, llegó al culmen del primer principio de la política: la división del poder. Así, había dos cónsules, con igual poder cada uno; había distintos “comicios” que votaban; y había muchas magistraturas, cada una con sus funciones definidas.
La división de poderes es importante para evitar la tiranía (los romanos clásicos tenían pavor a la monarquía y eso era lo que querían evitar, aunque en la época Imperial se transformó en exactamente eso), pero la división del poder es ineficiente para enfrentar una situación de emergencia, la toma de decisiones puede ser lenta y hasta contradictoria, y consume tiempo y energías el decidir un plan de acción entre muchos con distintas ideas, intereses y prioridades, como son las sociedades diversas.
Por eso la constitución republicana romana contemplaba la dictadura, que era la concentración del poder en una sola persona, pero para un objetivo determinado y con un periodo de tiempo limitado a seis meses.
Ese objetivo podía ser una guerra, convocar elecciones o clavi figendi causa, esto es, “para clavar un clavo”.
Lo que quería decir cumplir con una atávica tradición de clavar un clavo a la derecha del Templo de Júpiter en las Idus de Septiembre, con el que se contaban los años. Esta tradición la había de hacer el máximo magistrado y se pedía a un dictador que la hiciese en tiempos de peste para combatirla.
Como se puede ver son muchos los paralelismos con nuestra situación actual. Vivimos en un periodo excepcional en el que se suspenden las garantías democráticas y se concentra el poder.
Nuestros derechos más básicos, como el de circular por la calle quedan anulados, estando todos como presos en nuestros domicilios; y las decisiones más importantes las toman excepcionalmente comités o “expertos” de una manera poco transparente o democrática.
En Ecuador aún no sabemos quienes componen cada reunión del Comité de Operaciones de Emergencia Nacional, ni hemos podido acceder a las actas en las que argumentan sus decisiones.
Es comprensible que los ciudadanos reclamen un liderazgo y un plan ante una amenaza, pero es muy peligroso que el miedo al virus haga más fácil para los políticos acumular poder y abusar de él.
Estamos viendo decenas de ejemplos en distintos lugares del mundo. Por eso este periodo ha de ser necesariamente limitado. Los ciudadanos necesitamos saber cuándo se va a terminar este “Estado excepcional” o “estado de alarma”, necesitamos saber si está funcionando y necesitamos saber que no se está abusando de él.
Una amenaza como una guerra tiene un objetivo claro por lo que concentrar los recursos y las decisiones es conveniente. Cuando los antiguos romanos declaraban una dictadura rei gerundae causa era para vencer a un enemigo concreto.
Pero cuando era por motivo de una peste, se le pedía al dictador que realizase una ceremonia religiosa, pues no se sabía qué acción tomar. Vivimos tiempos de incertidumbre, donde no sabemos qué funcionará ni qué consecuencias tendrá el confinamiento.
Los “expertos” dicen cosas distintas y no tenemos ni datos confiables ni una estrategia que sepamos que funciona y que se pueda implementar, predecir y valorar sus consecuencias. Se requieren decisiones políticas (esto es, no “técnicas”) que ponderen las distintas opiniones e intereses de la sociedad y se requiere volver a redistribuir el poder como en tiempos ordinarios.
Es imperativo terminar con esta “dictadura” en todos los lugares del mundo. Por ello considero acertada la decisión del Presidente Lenín Moreno de descentralizar a los alcaldes las decisiones con respecto al desconfinamiento.