El Chef de la Política
Al borde del desquicio
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Así, al borde del desquicio, se encuentra el país. No hay semana en la que el Jefe de Estado no nos sorprenda con alguna declaración pasada de tono, una acción sujeta a crítica o un escrito que revele de cuerpo entero la absoluta improvisación con la que gobierna.
Ahora fue el turno de su relación con la corrupción y la extraña comprensión que tienen en Carondelet sobre el manejo de la política, de lo público, de la justicia.
Ahora resulta que sus furibundas declaraciones en contra de asambleístas, a los que acusaba de solicitar recursos económicos y de otra naturaleza, no han sido tan ciertas. Han sido solo rumores. Interpretaciones infundadas de sus colaboradores cercanos. Eso ha sido.
Él, el Presidente, confiado como es, se ha limitado a acudir ante la justicia a denunciar lo que le han dicho, pero ahora, después de un tiempo, ha caído en cuenta de que no han sido tan delincuenciales los asambleístas y que, respetuoso de la ley como es, prefiere poner en claro que delito no ha habido, presión por dinero o cargos tampoco y que los legisladores en realidad han sido patriotas en sentido amplio.
Ha caído en cuenta de que no han sido tan delincuenciales los asambleístas.
Disculpen no más. Me he equivocado. Señora Fiscal, archive estos papelitos, porque parece que algún asesor de lengua viperina ha hecho incurrir en error al Jefe de Estado. Punto final. A otra cosa mariposa.
Sigamos con la agenda de vender el Ecuador al mundo y el mundo al Ecuador. Acá hay seguridad jurídica para invertir.
Los abogados tienen ya tela que cortar y las discusiones en torno a los posibles delitos cometidos por el Jefe de Estado empiezan a engordar la lista.
Esos debates son interesantes no solo porque se aprende de las exquisiteces del Derecho Penal, sino porque constituyen un curso rápido de latín. Pues abogado que no hable en latín, no es abogado.
La noticia del delito, la figura penal reproducida, el grado de responsabilidad de cada paisano y demás dimensiones de la nueva gracia del Presidente no serían lo mismo si los amigos del Derecho no lo dijeran en difícil, como se tiene que proceder para que la gente se asuma como tarada, y camine al borde del abismo de la copa o de la gota de Rivotril, para los más sofisticados y con capacidad de pagar un siquiatra.
Para los más terrenales, el escrito del Presidente, avalado por su asesor jurídico, ratifica no solo la idea de que el Jefe de Estado no tiene asesores, sino también de que el país va a la deriva.
Hoy te acuso, mañana no. Mejor, hoy te acuso, mañana depende. Hoy pongo tu dignidad y buen nombre en entredicho y mañana veremos, capaz me equivoqué. Menuda forma de administrar el Estado la del Presidente.
Hoy te acuso, mañana no. Mejor, hoy te acuso, mañana depende.
Y menuda forma de reducir la conflictividad social. Menuda forma de tender espacios para el diálogo. Menudos medios de propiciar la reactivación económica. Al borde del desquicio, es la mejor caracterización del momento que vivimos.
Para completar la pintura expuesta, el Presidente recula en su denuncia y provoca que su bajísima credibilidad se reduzca más, a días de la convocatoria a Consulta Popular que, según dice, se hará de forma inmediata.
Cualquier marchante ahora mismo dirá que ojalá el Presidente haya leído bien las preguntas porque, si la Corte Constitucional se las devuelve, atribuir la responsabilidad a sus asesores no sería creíble ni siquiera para su entorno más cercano, el de los aduladores, el de los serviles.
Así, en medio de un escenario tenso con la Asamblea Nacional, una negociación con la Conaie que luce infructuosa, y sin que se hayan superado los escándalos de corrupción que se tejen en diferentes sectores del Ejecutivo, en Carondelet deben lidiar también con este nuevo desvarío.
En ocasiones, da la impresión que el Gobierno quiere irse a la casa antes del periodo constitucional. Ya ninguna explicación racional de lo que dicen y hacen guarda total sentido y las especulaciones, por tanto, ganan terreno.
En ocasiones, da la impresión que el Gobierno quiere irse a la casa antes del periodo constitucional.
A momentos, da la impresión que el Presidente Lasso ha encargado el poder a alguien. A momentos, toma fuerza la idea que el hartazgo le venció.
Ya ninguna razón lógica resulta lógica. Hay tanta improvisación, ausencia de criterio y desconocimiento de cuestiones elementales de la vida política que el país no tiene más salida que situarse al borde del abismo y esperar el empujón final o recurrir al Rivotril, si el bolsillo da y el siquiatra amigo ayuda.