Economía y Desarrollo
La desigualdad
Doctor en Economía, máster en Economía del Desarrollo y en Política Pública. Director general académico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
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La justicia se logra cuando existe algún parámetro de igualdad. En una carrera, por ejemplo, cuando la partida, la ruta y la llegada son las mismas para todas las personas.
En la sociedad, la Justicia existe cuando las instituciones, las leyes y su aplicación tratan por igual a todas las personas (sin privilegios), pero también en la medida en que haya igualdad de oportunidades en la vida.
Las desigualdades, entonces, generan injusticias. No todas, por supuesto. Las diferencias de talla, de sexo, de cultura o identidad, entre otras, no son injustas en cuanto son naturales y reflejan diversidad.
Sería, eso sí, una injusticia si por estas diferencias los jueces, la policía, las personas nos tratasen de diferente manera, o se tuvieran restringidas las opciones de vida.
El caso de George Floyd es eso. El trato diferenciado basado en el racismo que lleva a la violencia extrema, y que termina en muerte después de varios minutos sin poder respirar a manos de un agente policial.
No hay 'justicia' que valga, porque fue ésta, abusando del uso institucional de la fuerza, la que provocó la muerte. Solo queda la indignación.
En Ecuador, el racismo se evidencia en estructuras de privilegios. Por ejemplo, la pobreza es más alta, y el empleo adecuado más bajo, en pueblos y nacionalidades indígenas, afrodescendientes y montubios (ver gráfico), replicando la pirámide social de la Colonia.
Cuando la desigualdad, que se expresa en violencia (pobreza, racismo, machismo, xenofobia), es aplicada por la autoridad y la fuerza pública, que debería protegernos en igualdad de condiciones, la respuesta institucional parece insuficiente.
La indignación ante la violencia institucional (acción) se expresa en la protesta social (reacción). Pasó en octubre de 2019 en Ecuador, Chile y muchos otros países; y pasa ahora en Estados Unidos como reacción a la muerte de George Floyd.
Si queremos un futuro de paz, más allá de pensar el fin del aislamiento para la reactivación económica, hay pensar el fin de la desigualdad para el reencuentro social.
Esa “nueva normalidad” de la que tanto se habla (pero que sigue vacía), no podrá sostenerse con los mismos privilegios, injusticias y formas de violencia de antes.