Iluminaciones
Desdolarizar no es una opción. Para empezar, ni siquiera es practicable
Economista y periodista. Trader de commodities, índices y monedas.
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Los críticos de la dolarización se quejan de que este formato impide al país ejercer una política monetaria autónoma. ¿Si adoptáramos una moneda propia podríamos tener una política monetaria autónoma? La respuesta es no.
Una política monetaria autónoma significa que la autoridad pueda aumentar o disminuir la cantidad de circulante a su antojo. Para que ello ocurra se necesitan al menos dos requisitos: 1. Que el tipo de cambio flote libremente; y 2. Que haya plena movilidad de capitales.
Adoptar una nueva moneda -es decir, desdolarizar- requeriría de al menos tres medidas:
- Que se controle el tipo de cambio porque, de lo contrario, la nueva moneda se devaluaría tanto que nadie la querría usar
- Que se establezcan límites a la salida de capitales porque, de lo contrario, habría una fuga masiva de recursos; y
- Que las tasas de interés suban al cielo para compensar el riesgo de devaluación de la nueva moneda.
¿Conclusión? Adoptar una nueva moneda requeriría de medidas que impedirían a la autoridad controlar de forma autónoma la cantidad de dinero que circule en la economía.
Una nueva moneda requeriría, además, una serie de medidas que complicaría el funcionamiento del aparato productivo. Veamos:
La autoridad pierde la capacidad de controlar el circulante cuando tiene que defender un tipo de cambio y debe comprar o vender -a un precio fijo- todos los dólares que se oferten y demanden.
Intervenir en el mercado cambiario para sostener un tipo de cambio determinado requiere que el país cuente con un acervo considerable de reservas internacionales para acometer esa tarea.
Hoy por hoy, las reservas externas del país son tan raquíticas que si estableciéramos una nueva moneda, esta sería víctima de un ataque especulativo inmediato por parte de los agentes económicos.
Para tener un mejor control sobre el mercado cambiario, la autoridad también tendría que incautar divisas. Esta medida ha probado ser defectuosa porque incentiva la creación de mercados paralelos donde se transan dólares a cotizaciones más altas.
Si la diferencia entre el tipo de cambio oficial y el paralelo aumentara, las transacciones en el mercado negro crecerían, haciendo aún más difícil e inexpugnable el control de circulante que entra y sale de la economía.
De hecho, lo único que consigue este tipo de medidas es dificultar el comercio exterior y fomentar mafias que medran de la necesidad de las personas.
¿Queremos una política monetaria autónoma para financiar déficit fiscales imprimiendo dinero y provocando devaluación e inflación? Más saludable para la economía del país es salvaguardar una herramienta que ha probado ser muy sumamente beneficiosa -el dólar- porque, entre otras cosas, ha defendido el patrimonio de los ecuatorianos, especialmente de las más pobres.