El Chef de la Política
El año 2022, sus desafíos y sus retos
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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El 2022 viene repleto de desafíos y de retos en el campo político, económico y social. Respecto al gobierno, el país demanda algunos ajustes indispensables.
La comunicación, por ejemplo, no termina de consolidarse como un sistema estructurado que tenga un solo portavoz. Tampoco se ve a quien opere como interlocutor del oficialismo frente a la oposición y sea capaz, no sólo de colocar temas álgidos, sino además de asumir los costos de las críticas y de las reacciones de diverso orden.
Alguien que ponga el pecho a las balas, diría la sabiduría popular. En la toma de decisiones políticas hay otro pendiente. No se observa aún un espacio expedito en que el Presidente Lasso y un grupo pequeño de cercanos procesen las demandas ciudadanas de forma inmediata y provean una respuesta de manera ágil.
Nadie pide soluciones instantáneas, pues muchos problemas, como el de las cárceles o la inseguridad, son estructurales pero sí el posicionamiento de la idea de que el gobierno está pendiente del día a día del país.
En la interacción con la legislatura hay otro espacio de desafíos para el Ejecutivo. Hace falta que desde Carondelet se asuma una decisión clara respecto a la relación que mantendrán con la Revolución Ciudadana.
En la política real, si el gobierno no llega a acuerdos con esa bancada legislativa será muy difícil que pueda aprobar sus proyectos de ley marcados como 'insignia', en especial el que reformaría el régimen laboral.
Ya existe la experiencia de hace pocas semanas atrás, cuando fue imprescindible el apoyo tácito de Revolución Ciudadana para aprobar la ley tributaria.
Si no se daba esa abstención, cuesta imaginar qué le podía decir el ministro de Finanzas a los organismos multilaterales de crédito, como cuesta también intuir de qué manera se iban a cerrar las brechas presupuestarias del país.
Si en ese caso el pragmatismo venció a la ideología, es imprescindible que se defina desde Carondelet si esa será una línea de acción permanente.
Desde luego, está la otra opción, la de cerrar filas en contra de la Revolución Ciudadana. En ese caso, la salida es intentar acuerdos con una parte de Pachakutik, la Izquierda Democrática o alguna de sus vertientes y el Partido Social Cristiano.
Esa tarea es ardua y con pocas posibilidades de éxito. Ante ello, el tercer camino que le queda al gobierno es que asuma su realidad y las dificultades para aprobar la reforma laboral, por ejemplo.
En ese caso, bien le vendría a Lasso alcanzar acuerdos con las cámaras y demás sectores empresariales, sus aliados naturales, en el sentido de que es preferible posponer las reformas que requieren aprobación de la Asamblea Nacional antes que alcanzarlas mediante un acercamiento con la Revolución Ciudadana.
Ahí se verá si la ideología prima por encima del pragmatismo entre los sectores productivos del país.
Respecto a la Asamblea Nacional, las deficiencias son tantas, y no todas atribuibles a los asambleístas sino también al Código de la Democracia y sus aberraciones, que cuesta hallar un punto de luz que permita su rehabilitación ante la sociedad.
Sin embargo, hay correctivos que se pueden tomar. Uno de ellos tiene que ver con la calidad de las jefaturas de bancada de las diferentes agrupaciones políticas.
En todas las organizaciones hay gente valiosa pero que, contradictoriamente, no es la que ejerce la vocería. Allí hay un espacio que podría mejorar la calidad del debate legislativo y la opinión que tiene la ciudadanía respecto a la Asamblea Nacional.
Solo dos ejemplos. La Revolución Ciudadana incrementaría enormemente su posicionamiento frente al país y al resto de actores políticos si Pabel Muñoz fuera quien exprese las ideas de la agrupación.
CREO tendría mayor capacidad de articular la negociación legislativa y la exposición de la agenda oficialista si la asambleísta Nathalie Arias fuera la encargada de asumir esa tarea.
En lo judicial es mucho también lo que está por hacer y un año es muy poco tiempo para resolver los males endémicos de la administración de justicia.
No obstante, si se quieren dar pasos en firme, proyectarse hacia un Poder Judicial respetable y respetado a mediano plazo, valdría la pena pensar seriamente en la creación de una escuela de formación de jueces y fiscales.
Una institución orientada por intereses puramente académicos y de profesionalización técnica, con sustento económico y conducida por personas ajenas a intereses políticos específicos, sería de enorme ayuda para aliviar los problemas de calidad en las decisiones judiciales pero también de deficiencia en la autonomía de jueces y fiscales respecto a los actores políticos y los intereses económicos de algunos sectores.
Lo que el país tiene a la fecha no es una escuela de jueces y fiscales sino, simplemente, un intento de propiciar políticas de capacitación que surgen de forma aislada, coyuntural.
En el amplio espectro de lo social, 2022 debe ser el año en que el país tome conciencia de la necesidad de asumir la desnutrición infantil como un tema que requiere políticas de Estado y no de gobierno.
La salud pública y la educación, pública, laica y de calidad, son otros grandes temas. Desde luego y no de menor importancia, la constante discriminación de las mujeres debe estar en el radar de todos quienes desean un país menos desigual.
Es criticable que el gabinete ministerial tenga menos del 30% de mujeres. Es criticable también que menos del 25% de integrantes de la Corte Nacional sean juezas. Es igual de criticable que los espacios de opinión pública en los medios de comunicación, indistintamente de su línea editorial, ignoren casi por completo a mujeres expertas en diferentes temas.
Mucho es lo que hay por hacer y, seguramente, 2022 no alcanzará para todo lo que tenemos en la agenda.
Sin embargo, acá al menos he planteado algunos puntos a partir de los que se puede construir un mejor escenario para el despegue económico y la generación de empleo, que es la demanda principal de la ciudadanía.
Ojalá los actores políticos y la sociedad en general asumamos que la responsabilidad es compartida y que la posibilidad de salir de los escombros en los que nos debatimos, hace ya tiempo, es posible solamente con la cooperación y el espíritu cívico. Que el 2022 sea un mejor año para Ecuador.