Iluminaciones
La democracia opera bien. Es el Estado de Derecho lo que no funciona
Economista y periodista. Trader de commodities, índices y monedas.
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¿Es la democracia responsable de la pobreza y del atraso en el Ecuador? ¿Es el régimen de elecciones libres y periódicas el causante del crimen y la enfermedad que campean en el país? La respuesta es un rotundo y categórico no.
La pobreza y el atraso han sido causados por decisiones erradas de las diferentes instancias públicas y privadas de Ecuador: mala política económica del Ejecutivo; inconveniente acción legislativa de la Asamblea; parcializada administración de justicia; corrupción, indolencia e ineptitud de funcionarios públicos; cortedad de miras de empresarios privados; ausencia de liderazgo político. La lista es larga.
Pero la democracia no es responsable de aquellos errores porque el sistema democrático sólo fija las reglas con las que elegimos a nuestros gobernantes y define nuestra forma de participar en la arena pública.
Por esta razón, Samuel Huntington –siguiendo la teoría de Joseph Schumpeter y Robert Dahl– ha hablado de un ‘significado modesto de la democracia’. Esto, para insistir en que la democracia es, esencialmente, un sistema de competencia y participación políticas y no un esquema de administración pública que garantice ciertos resultados.
El sistema democrático en Ecuador ha funcionado magníficamente pues, desde nuestro retorno a la democracia, los ecuatorianos hemos podido elegir a una fauna variopinta de políticos: desde Abdalá Bucaram –el impresentable populista lumpen– hasta Sixto Durán –el político republicano de cepa–, pasando por un militar ex golpista como Lucio Gutiérrez y un autoritario corrupto como Rafael Correa.
Es importante que los ecuatorianos entendamos que la democracia no es un sistema diseñado para elegir gobernantes modélicos que resolverán todos los problemas de un plumazo. Por increíble que parezca, muchos abrigan ese tipo de esperanzas cuando acuden a votar e inevitablemente son defraudados.
Acusan a la democracia de haberles traicionado y caen en la tentación de buscar, en los regímenes autoritarios, al mismo líder mesiánico que no encontraron en las urnas.
Lo que no existe en Ecuador es un Estado de Derecho, un esquema institucional construido a base de debidos procesos que se encarguen de cumplir y hacer cumplir la ley y los reglamentos. En la ausencia de un Estado de Derecho está el origen de los desastres económicos y sociales que sufre Ecuador, pero no es el único factor.
Somos una sociedad fragmentada; incapaz de mostrar empatía con el vecino de enfrente –ni se diga con el compatriota que vive en otra zona del país– y totalmente inhabilitada para dialogar y cooperar.
Pero de aquello no es culpable la democracia ni significa que estemos incapacitados para ejercerla. Por el contrario, ahora más que nunca es tiempo cultivar los principios de la democracia y cuidar nuestro imperfecto sistema democrático.
Satanizar a la democracia ecuatoriana puede llevarnos a coartar las libertades civiles y políticas que con mayor o menor éxito han regido en este país y empujarnos hacia un proyecto más concentrador y corrupto del poder.
@GFMABest