Iluminaciones
En Ecuador la democracia funciona, pero el Estado de Derecho no
Economista y periodista. Trader de commodities, índices y monedas.
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Nada menos que 19 binomios se han presentado para terciar en las próximas elecciones presidenciales de 2021.
Son 38 distinguidos personajes, todos ellos dispuestos a ofrecer su valioso contingente para “sacar adelante” al país, en el momento más difícil de su historia.
¿Entienden estas personas la catastrófica situación de la economía y de las finanzas públicas ecuatorianas? ¿Conocen el nivel de ansiedad y crispación social que existe en el país? Tengo la impresión de que no.
Si hubiera una conciencia real de la gravedad de nuestros problemas, no hubiera sido fácil armar un portal tan florido de sonrientes candidatos.
El aguacero de candidaturas se explica porque nuestro sistema electoral incentiva a los actores políticos a terciar en la primera vuelta para acumular algún capital político que les permita influir sobre la agenda del Gobierno que resulte electo.
La abundancia de candidaturas también tiene otra explicación: porque los políticos –o los aspirantes a serlo– se han dado cuenta que cualquiera puede ser Presidente en Ecuador.
La democracia –entendida como un sistema de elecciones libres y periódicas para remover un gobernante y reemplazarlo por otro de forma pacífica y legal– ha funcionado bien en nuestro país.
Prueba irrefutable de aquello es la fauna tan diversa de mandatarios que hemos tenido: desde golpistas hasta delincuentes comunes, pasado también por demócratas convencidos y bienintencionados.
¿Por qué este fervor cívico no se traduce en una sociedad más justa y en una economía en franco crecimiento, bordeando el pleno empleo?
Porque en Ecuador, el Estado de Derecho no funciona: no se cumplen los debidos procesos; las instituciones públicas no sólo son ineficientes sino que –en su vasta mayoría– no son independientes ni están profesionalizadas.
Salvo en los últimos meses, con el arribo de la Fiscal Diana Salazar, el sistema judicial de nuestro país se ha caracterizado por su lentitud y por la ausencia completa de resultados.
Ahora que el país atraviesa por el momento más grave de su historia, es indispensable insistir en que los candidatos muestren un programa serio y concreto que establezca un Estado de Derecho (así con mayúsculas) para Ecuador.
Sin un sistema de justicia independiente y profesional; sin instituciones profesionales y debidos procesos transparentes, ningún político –por más brillante que sea– podrá establecer las bases para un crecimiento sostenido de la economía en un ambiente de equidad y paz social.
El reto es inmenso y los políticos que se precien de serios deberían buscar alianzas y consensos para aumentar su probabilidad de éxito.
Con la fragmentación que existe ahora, el candidato que llegue al poder lo hará con un escenario totalmente adverso y con un alto riesgo de que su mandato fracase o, incluso, quede trunco.
@GFMABest