Una Habitación Propia
¡No lo dejen morir!
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
Actualizada:
Han matado a un turista holandés en el cerro Santa Ana de Guayaquil. Muchos hemos visto el video de los desesperados camilleros bajando al hombre por las escalinatas de esa zona tan querida de la ciudad.
La gente de la zona se lamentaba, intentaba ayudar.
Una mujer gritó "¡no lo dejen morir!" Y ese grito retumbó dentro de mí.
Sentí, me pareció, que ese "no lo dejen morir" apelaba a todos: a la Alcaldesa, al Presidente, a la Policía. A quienes pueden y no quieren acabar con la delincuencia en nuestro país.
El hombre se negó a que le robaran y lo mataron: volverá a casa un cadáver y no un amigo, un hijo, un amante, un vecino.
Volverá un muerto y no un turista feliz, lleno de fotos alucinantes sobre su viaje a esa tierra tan exótica para Holanda como Ecuador.
Quién sabe, tal vez llevaba encima el pasaporte y sintió que si se lo quitaban se vería en un gran problema para volver a casa.
Tal vez andaba con todo su dinero porque pensó, equivocadamente, que sería más seguro llevarlo encima y no dejarlo en el hotel. Quién sabe, tal vez al llevarse su teléfono los ladrones también se llevarían todos los recuerdos de su gran viaje.
Quién sabe, tal vez llevaba encima el pasaporte y sintió que si se lo quitaban se vería en un gran problema para volver a casa.
O, quién sabe, reaccionó como nos han enseñado a nosotros que no reaccionemos: "dales todo", nos dicen desde chicos, "entrégales lo que te pidan sin chistar, la plata se recupera, pero la vida no".
Este hombre lo aprendió de una manera macabra. En su país no hubo nadie que le enseñara la lección de agachar la cabeza ante los ladrones.
Otros que agachan la cabeza son la Alcaldesa, el Presidente.
Los vecinos de la zona saben exactamente quiénes son los que aterrorizan a diario a los visitantes de las muy turísticas escalinatas de nuestro cerro y a ellos mismos.
Si lo sabe el vecindario lo sabe la policía.
Sin embargo, como a tantos y tantas en Ecuador, meterán el cuerpo del holandés en una funda plástica con cierre por una estupidez: un reloj, un teléfono, unos dólares, una computadora.
Matan a la gente porque la vida de la gente no tiene importancia cuando no hay reacción de quienes toman las decisiones políticas en la ciudad y en el país.
Justamente en estos días se desarrolla en Madrid la feria de turismo Fitur. A pesar de que este año no hay stand de Ecuador, varios representantes de nuestra industria turística han viajado a España para tener reuniones y mostrar proyectos.
Y yo me pregunto, ¿quién diablos va a querer conocer la maravilla de nuestros volcanes, playas, cultura, flora y fauna si puede volver en un ataúd en la bodega de un avión? ¿Quién va a querer hacer turismo en Ecuador si por una pendejada te asesinan cuando ni siquiera te has terminado la cerveza?
Alguien (¿una guía de turismo de Guayaquil?) le dijo a ese hombre que fuera a las escalinatas porque había buen ambiente, porque era muy bonito, porque las farolas y las casitas de colores creaban un escenario precioso para la alegría de viajar.
Puede que las últimas fotos que tomó ese hombre fueran del mismo sitio donde lo mataron.
Habrá quienes digan que una cosa, el turismo, y la otra, la inseguridad, no tienen que ver, pero no creo que los holandeses piensen lo mismo.
Turismo y seguridad van de la mano. Lo sabe, literalmente, todo el mundo.
Siento amargura y siento dolor porque conocer un país como el nuestro debería ser una experiencia inolvidable por motivos felices y no por lo más espantoso.
Ecuador ama la vida, dice ese eslogan.
Pregunten a los holandeses.
La gente que vive del turismo y del ocio debería estar en las calles exigiendo a los que nos gobiernan que paren de una vez con el terror que significa que en un cangrejal, un chifa, una cafetería o un bar puedan asesinarte.
Que entres a tomar una cerveza y salir muerto, muerta.
"¡No lo dejen morir!", gritó una señora y yo me sumo a ese grito desgarrador.
No nos deje morir, señor Presidente. No nos deje morir, señora Alcaldesa.
Que la memoria de Ecuador no sea un hombre muerto bajando las escalinatas del cerro Santa Ana.