De la Vida Real
Debut en el estadio: el fútbol capturó mi corazón
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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La única vez que fui al estadio tenía 15 años. Fui con mi amigo Javi, que es hincha a muerte del Barcelona, y yo, hasta ese entonces, era huérfana de equipo. Me acuerdo que jugaba Barcelona vs. Deportivo Quito. Con una empanada de morocho en la mano, le dije al Javi: "Me voy a hacer hincha del equipo que gane". Y ganó el Quito.
No, no he vuelto al estadio a verle jugar, pero amo con locura la hinchada que tiene el azul grana. Los hinchas del Quito somos especiales, solo por ser hinchas del Quito. Es algo intangible lo que tenemos y nos une. Pero, jamás he hecho un solo sacrificio por el Deportivo Quito.
En cambio, la vida me ha desviado hacia el Independiente del Valle, y, eso sí, solo por amor a mis hijos. ¿Qué no he hecho? Una vez, me pidieron ir por todo el Valle de los Chillos en busca del bus que llevaba a los jugadores del Independiente porque ganaron algo importante, no sé si un partido o una copa.
Otra vez, mis hijos me tuvieron esperando más de cuatro horas afuera de un centro comercial, para que los jugadores del Independiente les firmaran unas camisetas. Había mucha gente y la cola era interminable. Ahí estaba, parada y agotada, acompañando a mis guaguas para que cumplieran el sueño de tener su camiseta firmada.
También me ha tocado hacer lo que solo una madre hace: pedirle a un jugador del Independiente del Valle que le mandara un saludo a su hijo. Y cuando el jugador terminó su saludo me di cuenta que jamás aplasté el botón de grabar.
Por el Independiente he conocido el verdadero valor de una camiseta original, y lo simbólico que es tener una réplica triple A (que siempre les termino comprando). No tengo idea de fútbol. Pero por el Independiente me muevo hasta en los submundos.
Mi hijo Rodrigo, de nueve años, es fanático del equipo. Sabe todo sobre los jugadores, las fechas en las que juega el equipo, sabe quiénes son los dirigentes y hasta los nombres de los suplentes. Me cuenta tan apasionado como si yo entendiera algo. No se calla cuando se pone a hablar de su equipo, siente que de verdad el Independiente le pertenece.
Y yo me pregunto: ¿Serán todos los niños tan fanáticos de sus equipos de fútbol?
El Pacaí, mi hijo de 13 años, me dice que el Independiente es un equipo especial porque forma a los jugadores con valores, y eso repercute en los hinchas. Me explica, por horas, que tienen un eslogan muy lindo: "Mereces lo que sueñas". Y me sigue contando. Cada vez que habla del Independiente es poner play ilimitado por horas. "Ma, lo que hace el Independiente es fomentar los sueños, el hambre de gloria, sin malicia, sin rencor hacia otros equipos. Ser hincha del Independiente es ser parte de una familia. Se siente la cercanía. ¿Sabías, ma, que a los futbolistas también les capacitan para que hagan otras cosas en caso de que no lleguen a ser futbolistas profesionales?".
Me doy cuenta que ser hincha del Independiente del Valle va mucho más allá de un simple partido de fútbol. Y aquí entra mi tarjeta roja. Mis hijos me pidieron que les comprara entradas para ver el partido Independiente vs. Barcelona. Y yo les dije que ya iba a ver, y los días pasaron y el olvido fue más fuerte. Llegó el jueves y me preguntaron que si iban a ir a tribuna o a general. ¿De qué hablan, niños? "Del partido del sábado, ¿compraste las entradas, ¿no?".
Con el Wilson, mi marido, nos quedamos viendo desconcertados. Él trató de comprar las entradas en línea ese rato, pero estaban agotadas. Me sentí la peor mamá del mundo. Con lágrimas en los ojos, dijeron que jamás le han visto jugar al Independiente contra el Barcelona, y que ese partido para ellos era importantísimo.
Desesperada me a puse a buscar entradas por todos lados: por Facebook, por Instagram, por estados de WhatsApp, hasta que conseguí. Y el sábado se fueron al partido.
El Pacaí desde el estadio me reportaba: “Comimos: pinchos, pristiños y canguil. Y por audio me narraba cada gol que iban metiendo, fueron tres audios ensordecedores.
El Rodri me contó feliz que dos veces salió en la pantalla gigante: "Ma, siempre quiero ir al estadio, es que allá se vive el fútbol mucho mejor. Además, les ves en vivo a los jugadores, es lo más hermoso que hay".
Como mamá me sentí orgullosa por acolitarles a mis hijos para que cumplan sus sueños, pero al mismo tiempo me siento traidora con el Deportivo Quito, el equipo de mi corazón que también le ganó al Barcelona días atrás.