Firmas
¿Deberíamos compararnos con Argentina?
Abogado y escritor. Ha publicado varios libros, entre ellos Abraza la Oscuridad, la novela corta Veinte (Alfaguara), AL DENTE, una selección de artículos. La novela 7, además de la selección de artículos Las 50 sombras del Buey y la novela 207.
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Con el resultado electoral de esas especiales elecciones 'primarias' que tienen en Argentina, en Ecuador empezamos a pensar en que Lenín es como Macri y que Correa es como Cristina, y que por lo tanto, de alguna manera, Correa volverá a gobernarnos directamente.
No es descabellado. Tenemos muchas cosas en común entre latinoamericanos.
Nos diferenciamos en que nunca fuimos potencia mundial, ni hemos sufrido dictaduras criminales como ellos. Nos diferenciamos en que nosotros le hemos cantado a la tristeza y ellos a la nostalgia. Nos diferenciamos en que su verdugo fue un milico fascista que viajó a aprender las malas artes de Mussolini, y nuestros verdugos han sido unos pocos pequeños delincuentes de buen discurso y mucha suerte.
Ellos le hacen mucho menos caso del que deberían a Borges, y nosotros inventamos el libertario ultracatólico. Ellos le hacen mucho menos caso del que deberían a Sábato y nosotros inventamos el socialista ultracatólico.
Nos parecemos en que vamos de tumbo en tumbo durante casi toda la historia de nuestras respectivas repúblicas. Nos parecemos en el enorme porcentaje de subsidios y el gordo tamaño del Estado. Somos iguales en eso de que los argentinos en su mayoría creen que podrían jugar mejor que Messi y los ecuatorianos, también. Con una leve mejoría en nuestro fútbol, y una pizca adicional de locura, nosotros también tendremos que jugar la final de la Libertadores en otro lado. A fin de cuentas, muchas de las canciones que cantan los fanáticos criollos en los estadios de Ecuador son copias de las que cantan en Argentina los fanáticos argentinos.
Y nos parecemos sublimemente en algo aplicable a todo ser humano: el rechazo a la responsabilidad.
Ser responsables, asumir los errores, entender los límites y sacrificios que implican vivir ordenadamente en sociedad y en democracia, no nos vuelve seres cómodos ni felices al instante. A nadie en el mundo, aunque unos pocos están dispuestos al sacrificio a cambio de otros placeres como la civilización y el orden constituido. Es raro el ser humano que se siente realmente satisfecho de haberse limitado en función de un bien colectivo.
Acá como allá, si puedes quedar campeón del mundo haciendo trampa serías un huevón y un boludo –respectivamente- si no lo haces. La ley es una ofensa a la elegante majestad del individuo y si la defiendes incluso por encima de la urgencia, alguien habrá que te diga que te crees un ser superior. Aquí y allá.
Y acá como allá, el círculo es vicioso. La caga la abusiva derecha, llega la mesiánica izquierda, la recontra caga la mesiánica izquierda, llega la salvadora derecha, la requeterecontra caga la salvadora derecha y regresa la hipócrita, asesina y fracasada izquierda. Y así estaremos hasta que por culpa del calentamiento global el Río de la Plata llegue hasta la punta del Obelisco y el mar que descubrió Balboa moje los sensuales pies de las guarandeñas.
Y tenemos una diferencia que parece similitud: Cristina tuvo a Alberto Fernández y Correa tiene el método de Hondt.