"Los dos son un desastre"
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Todas las semanas acudo a una frutería y verdulería ubicada por la Coruña, en un barrio de clase media–alta quiteña. La tendera es una señora de origen humilde que ha progresado con su negocio. Con ella hablamos de cómo se mueven las frutas… en la política y en el más allá.
Ella es devota de la virgen de El Quinche. Yo, en cambio, me distraigo con las encuestas electorales, que son una forma más moderna de la bola de cristal, aunque los consultores siempre dicen que no, que solo son una foto del momento.
Luego de la primera vuelta le pregunté por quién votó. "Por el Villavicencio" dijo.
– Pero si está muerto– acoté hecho el gil.
– Por eso mismo, porque le mataron–. La señora se identifica espontáneamente con sus clientes, pues en estos barrios barrió el finado.
Ahora, mientras me pasaba un babaco pintón y fragante, preguntó a bocajarro: "¿Por quién va a votar?"
– Ya no voto, soy de la tercera edad–, escurrí el bulto.
– No se haga– dijo mirándome a los ojos.
Me salió el sociólogo: "En el 2007 voté por Correa, que era el nuevo, para que no ganara Alvarito, que era el oligarca. Pero cuando no juró cumplir la Constitución, el día de la posesión, supe que me había equivocado".
"Ahora tocaría votar por el hijo de Alvarito para evitar que vuelva Correa, que está cada vez peor, ¿no le ha visto?, más viejo, más desquiciado, más rencoroso. Dice que su venganza será contundente".
Ella se ríe y quiere saber cómo se hizo millonario el Noboa.
– El papá de Alvarito se hizo millonario exportando banano. ¿Cómo así le gusta la política?
– No me gusta. Lleve las claudias.
Al día siguiente le pregunto al taxista que me trae por la 10 de Agosto, quién cree que va a ganar.
– La mayoría de los pasajeros dicen que van a votar por Luisa– responde.
– ¿Por qué?
– Porque el correísmo hizo obras, hospitales, carreteras, represas…
– Con choreo y sobreprecio.
– Más que sea. Éste no ha hecho nada.
Los taxistas son un caso de estudio: se pasan todo el día oyendo radio y hablando con los pasajeros más diversos. Entre esta subclase del volante también hay de todo, desde campesinos hasta ingenieros, abogados y exfuncionarios de Petroecuador.
Otro día me topé con uno que había sido pana de Leónidas Plaza y conocía vida y milagros de la ilustre familia presidencial. Cuando llegamos a mi casa, paró el taxímetro para terminar de contarme su historia. No le pregunté por quién iba a votar; me limité a recordar que Galo Plaza fue el presidente que expandió el cultivo de banano, justo cuando Luis Noboa Naranjo amasaba su fortuna.
Luego vino un técnico pintoresco a arreglar la refrigeradora. Acelerado, distinto, con moñito, me contó que se había criado en Suecia porque sus papás migraron allá desde España. Repetí la única frase que me sé en ese idioma: Svensk tjej jag älskar dig. "¿Sueca te amo?", tradujo. Correcto.
Mientras desarmaba el congelador, no paraba de jalarme la lengua sobre política. "El gobierno de Lasso ha sido el peor de la historia, ¿no le parece?".
– Ha habido peores. ¿Por quién va a votar usted?
–¡Nulo! –exclamó, dejando caer un tornillo en la baldosa mojada–. Los dos son un desastre.
Por último, le escribo a un profesor universitario de alto vuelo: "Qué desgracia tener que votar por un oligarca sin experiencia para que no vuelva el prófugo de la justicia".
– Siempre nos toca escoger el menos malo– responde.
Tiene razón: por menos malo le ganó Lasso a Arauz. Pero cualquiera es menos malo que Arauz, que quiere ecuadolarizar la economía. Tal como su jefe, que en una conferencia en Venezuela dijo a un público chavista que si alguien de izquierda plantea dolarizar la economía, es un traidor.
Aunque mañana en el debate Luisa jure y rejure por la Biblia evangélica que defenderá la dolarización, no es ella la que decide. No solo porque su jefe odie a esa moneda imperialista, sino porque, a fin de cuentas, de eso se trata esta elección: no de votar por el candidato más alhaja o menos malo, sino de escoger entre el dólar de EE.UU. o el ecuadólar correísta.
Lo demás es lo de menos.