Contrapunto
Millás y Arsuaga, el debate apasionado entre un sapiens y un neandertal
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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¿Es posible narrar millones de años, la evolución, los misterios de la vida animal y el porqué de la naturaleza y de las enfermedades humanas en un poco más de 500 páginas?
Sí, lo lograron dos intelectuales españoles: Juan José Millás, escritor; y Juan Luis Arsuaga, paleontólogo.
Todo está impreso en dos libros: 'La vida contada por un sapiens a un neandertal' y 'La muerte contada por un sapiens a un neandertal', Alfaguara 2020 y 2022, respectivamente.
Arsuaga es un formidable narrador oral, con pocos recursos literarios, pero había logrado cautivar a Millás, que sí domina la escritura y el lenguaje, tal como consta en su decena de libros publicados.
Se citan en un bar y, al calor de varias copas de un Rivera del Duero, diseñan el proyecto.
No es un ensayo en el sentido clásico, son diálogos repletos de sabiduría -incluso de humor- y conocimientos recopilados durante dos años de viajes a lugares disímiles.
I. La domesticación
Visitan yacimientos arqueológicos, lugares indescriptibles, incluso un desguazadero.
Millás se autodefine neandertal, especie extinta del género homo que habitó en Europa; Arsuaga es el clásico sapiens, hombre pensante o sabio, tal como se detalla en el primero de los libros.
En el capítulo 'Todo es neandertal' se llega al cómo durante la evolución se acabaron las jerarquías basadas en la fuerza: a las pedradas.
El paleontólogo explica a Millás que somos la única especie que lanza objetos con precisión. Esa capacidad del hombre prehistórico no está en los chimpancés, argumenta Arsuaga.
Otro contrapunto es la domesticación de los animales desde que fueron organizados en rebaños.
Pero ni siquiera existen rebaños de gatos, rebate Millás; sin embargo, el gato es doméstico, contrarreplica Arsuaga.
La infantilización consiste en que los perros no llegan nunca a adultos, "siempre son niños", si llegaran a adultos -insiste- se convertirían en lobos.
¿Con qué criterio se domestica? Para que el animal sea útil, dé leche o lana, ofrezca compañía, tire de la carreta o defienda la casa.
Arsuaga no llega aún a los 70 años, Millás tiene 75 y se adentran en la esperanza de vida y en la longevidad que, como explica el paleontólogo, es una propiedad de la especie. El perro vive alrededor de 15 años, el gato un poco más, el elefante 70, igual que la ballena o el delfín.
En nuestra especie la longevidad no ha cambiado, es la misma de hace 300 años. Está determinada por la mortalidad infantil (en 1900 la esperanza de vida era de 30 años).
Si la mortalidad infantil es muy alta en una época, la media baja y si fuera al revés, sube. La idea de que la actual generación vive más que la de nuestros padres es un disparate, subraya Arsuaga.
Un órgano de nuestro cuerpo puede durar más artificialmente, porque disponemos de tecnología, se explaya el sapiens. Pero se pregunta ¿para qué quiero seguir vivo si no me funciona el cerebro?
Recuerda que Henry Ford, al momento de sacar a la venta el modelo T, preguntó a sus ingenieros cuál era la pieza del carro que menos resistiría y por cuánto tiempo, le respondieron que cuatro años.
"Quiero que el resto de las piezas duren lo mismo", dijo Ford, porque no estaba dispuesto a fabricar partes que duraran 100 años si después iban a convertirse en chatarra.
II ¿Para qué la vida eterna?
El segundo libro -la muerte- comienza con datos elocuentes agrupados en el capítulo 'Inmortales'.
Por ejemplo, la rata topo desnuda, que vive en galerías subterráneas, no mira, confía en su tacto y en su olfato, es inmune al cáncer y, al contrario del ratón común que vive tres años, su vida se prolonga hasta los 15.
El investigador se siente "aterrorizado" ante los avances de la medicina que trabaja con la idea de que podamos ser eternamente viejos. Cuando te ofrezcan la vida eterna -desafía- interésate por conocer las condiciones.
El libro contiene información sorprendente, como que el glúteo es el músculo más grande del humano y que "no sirve para nada realmente importante. Somos la única especie con culo", le dice Arsuaga a su interlocutor.
Cita a Aristóteles, quien creía que esa parte del cuerpo servía para sentarnos. No es verdad, "introduce tu mano entre el culo y la silla y dime qué tocas"; el hueso, responde Millás con sorpresa.
En efecto, cuando nos sentamos el glúteo se abre, de manera que no cumple la función de almohada, como creía Aristóteles, dice el sapiens y remata: "Tú estás sentado sobre los isquiones", el nombre anatómico de ese hueso y, por eso, "ponemos cojines en las sillas".
Para comer y defecar la posición normal es la de cuclillas, sin que las nalgas lleguen a tocar el suelo. Aunque reconoce que las nalgas están ahí para gustar y atraer, tal como el pavo real coquetea a la pava con su colorido plumaje.
Cada página es una sorpresa, un derroche de sabiduría; la vida y la muerte están relatadas sin ambages ni eufemismos, a veces con crudeza, pero con elevado rigor científico y literario.