Tablilla de cera
El posible autismo de Noboa, la prisión en la Antártida y otras revelaciones de Jon Lee Anderson
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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A estas alturas ustedes ya saben que
- El presidente Daniel Noboa quisiera establecer una prisión en la Antártida; que ordenó a un asesor investigar esa posibilidad, que este le dijo que el tratado internacional ordena que ese territorio solo puede utilizarse para investigaciones científicas, pero Noboa cree que puede pasar de agache si la prisión está a cargo de militares.
- Hay colaboradores del presidente Noboa que creen que tiene algo de autismo.
- Noboa opina que los militares en Manabí tienen entendimientos con los narcos.
- El Gobierno tiene apoyo en seguridad e inteligencia de la CIA y el Mossad.
- Noboa afirma que, a través de inteligencia, supo que los narcos cuando desataron los ataques terroristas en enero apostaban a que se caía en dos semanas, y que desbarató ese plan porque los capos no creían que él tenía las pelotas para declararles la guerra.
- Una docena de sicarios colombianos cruzó la frontera con el objetivo de asesinarle, cuatro de ellos cayeron muertos en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad del Ecuador y el resto está detenido.
- Cuando el periodista que lo entrevistaba comentó esto último con un diplomático extranjero, este se asombró de que Noboa se lo hubiera contado y se lamentó de que el joven presidente no dominase el arte de la discreción.
Estas y otras revelaciones igual de indiscretas constan en un reportaje que el famoso periodista Jon Lee Anderson acaba de escribir para la reputada revista The New Yorker.
Cuenta que pasó con Noboa varias semanas (entre marzo y abril, como puede deducirse de los hechos que cuenta), en las que viajó con él a varias ciudades del Ecuador, con un acceso inédito al presidente… a un muy ingenuo presidente que habla de todo con él.
El reportaje, Ecuador’s Risky War on Narcos (La arriesgada guerra de Ecuador contra los narcos), circuló como fuego en pajonal este martes en Whatsapp y del mismo informó PRIMICIAS. Por eso digo que usted ya debe conocerlo, aunque solo aparecerá el 24 de junio en la versión impresa de la revista.
El propio Anderson, curtido periodista, menciona el asombro que tiene de la forma en que Noboa hablaba con él sin filtros sobre muchos temas.
Tratando de justificar lo injustificable, la secretaria de Comunicación Irene Vélez dijo el propio martes que las palabras de Noboa fueron descontextualizadas, dichas coloquialmente y en un ambiente íntimo. Es un error monumental no averiguar quién es Jon Lee Anderson, cuáles y cómo son los otros perfiles de personajes famosos publicados por él, cómo enfoca su quehacer, incluso como reportero de guerra.
Si se conoce algo, cualquier cosa de Anderson, es muy fácil deducir que todo lo que se diga en su presencia, especialmente en ese ambiente coloquial e íntimo, va a ser utilizado, pues es un periodista para quien no hay off the record que valga. Y es obvio ni él ni la revista para la que trabaja desde 1998 van a hacer jamás un reportaje complaciente.
La pieza —un larguísimo artículo de más de 52.000 caracteres, 20 páginas de texto en letra de 12 puntos—, incluye lo que todos sabemos, otras que no, muchos chismes y estas revelaciones desastrosas para la imagen internacional del mandatario.
En ella, el periodista va y viene de lo trascendental a lo superfluo, con el peso añadido de tener que explicar a sus lectores gringos el camino seguido por el Ecuador hasta convertirse en centro de distribución de la cocaína de Colombia, la devastadora ola de violencia y de corrupción que ello trajo consigo, las elecciones anticipadas, el asesinato de Villavicencio, el sorpresivo triunfo de Noboa y su cambio desde la moderación a la mano dura, tras la fuga de 'Fito', el desate del terrorismo narco y el ataque a TC Televisión.
Es sorprendente la afirmación de Anderson de que Noboa a ratos cree que esta es una pelea suya personal y solitaria con los narcos. Un detalle que deja pensando es que, siendo presidente, en medio de esta lucha, mandó un video a un capo diciéndole que, si no soltaba a los rehenes que había capturado, iría él mismo con las fuerzas de seguridad “y le dispararía en la cara”.
Como siempre en sus perfiles, Anderson narra reuniones, viajes y comidas con el personaje, de quien también cuenta su vida, estudios, amores y negocios. Con Noboa fue dos veces a Guayaquil; a su casa de Olón; a Manta y una gira por tierra en Manabí; a Cuenca y, por supuesto, estuvo varias veces en el Palacio de Gobierno. Con permiso visitó La Roca, guiado por su directora Martha Macías, y entrevistó en la clandestinidad al alcalde de Durán, Luis Chonillo.
Al hablar de la seguridad que rodea al presidente (“parece una operación militar a pequeña escala”), narra, como quien no quiere la cosa, que todo el aparataje con despliegue de decenas de hombres armados y pertrechados, caravana de vehículos Suburbans, aviones y helicópteros, está coordinado por una unidad militar de élite y un grupo privado de seguridad, “que incluye a un lacónico israelí llamado Rafi”. Y allí añade que, “en un momento de indiscreción [en otro, diría yo], Noboa le confió que recibe reportes de inteligencia y cooperación en seguridad de la CIA y el Mossad”.
Anderson apunta que el presidente dedica mucho tiempo a chequear las redes sociales en su teléfono celular, pero también recoge la opinión de Noboa de que “solo 10% de lo que aparece en ellas es información valiosa. El resto es veneno” y la confesión de que su esposa es “adicta” al celular. “Si le escondiera su teléfono dos horas, colapsaría”, dice Noboa. El periodista afirma que esto último lo comprobó personalmente, pues, en un viaje, ella “prácticamente nunca levantó los ojos de su pantalla”.
Ya la prensa ha recogido las indiscretas y audaces opiniones de Noboa sobre los presidentes de la región. Comienza por preguntarle con qué presidente se encuentra más afín y Noboa responde que con Lula. Ante la sorpresa del periodista, Noboa le explica que conoció a Lula hace 15 años, en una exclusiva cumbre de “padres e hijos empresarios” organizada por Carlos Slim, y que, a partir de entonces, le impresionó por su sabiduría política y su habilidad para sacar adelante su agenda.
“Otros presidentes le impresionan menos”, dice con ironía Anderson, antes de enumerar las opiniones de Noboa sobre ellos.
- Boric “parece muy bueno” pero está maniatado por sus aliados de izquierda, problema que él (Noboa) no tiene.
- Petro es un “snob izquierdista” que tiene la costumbre de endosarle a uno conferencias en lugar de conversar. “Es inteligente, pero no está logrando hacer nada”.
- Milei es peor: “No sé por qué se cree tan genial. No ha logrado nada desde que llegó a la presidencia. Parece que está muy engreído de sí mismo, lo que, de hecho, es muy argentino”.
- Bukele “es arrogante y todo lo que le importa es controlar el poder y enriquecer a su familia”. Antes había pocas familias que eran dueñas de todo en El Salvador; ahora hay “esas pocas familias y los Bukeles”.
- Cuando Anderson le recuerda que Bukele dijo que es “el dictador más cool del mundo”, Noboa le contesta: “Sí, de un país del tamaño del Guayas”.
- López Obrador: su política de abrazos, no balazos no ha disminuido la violencia en México; al contrario, solo ha servido para que se fortalezcan los carteles Sinaloa y Nueva Generación, con resultados mortales para el Ecuador.
Una de las cosas más absurdas es que Noboa haya permitido a Anderson estar presente en una reunión con el gobernador de Manabí y las autoridades de Fuerzas Armadas y Policía en esa provincia. El jefe naval queda muy mal, pues parece resistir la orden de enviar a dos capos a La Roca. Al día siguiente, el presidente lo comenta con Anderson en el desayuno en “el lujoso hotel” en que se alojaron, y le confía que está seguro de que en Manabí “los militares tienen arreglos con los narcos”.
Esta es una de las afirmaciones más escandalosas de Noboa. Otra, que en lo personal me sobrecogió, es cuando, tras visitar La Roca, Jon Lee comenta con el presidente las espantosas condiciones en que viven los presos y el hecho de que ni siquiera tienen comida suficiente. Este no se inmuta y solo le contesta: “Esas condiciones podían ser mucho peores”.
Aunque Rafael Correa protestó enfurecido que J.L. Anderson le haya entrevistado por una hora y solo hayan aparecido unas pocas líneas y que el artículo es un “publirreportaje” para Noboa, considero lo contrario: el artículo va a ahondar la mala imagen internacional del presidente (además, claro, de la del corrupto Correa), pues, en su ingenuidad y falta de experiencia, Noboa se sintió tan a gusto con el gringo que dejó ver sus reacciones primarias y sus opiniones personales ante quien no le iba a cuidar las espaldas.
J. L. Anderson también recoge la creciente obsesión de Noboa con las conspiraciones, su confesión de que siempre tuvo en mente durante dos meses entrar a la embajada de México desde que Glas se refugió allí y su opinión descarnada de que en el Gobierno de Correa cualquier cartel solo necesitaba hablar con una de dos personas: Jorge Glas o José Serrano, cuya prisión Noboa ha pedido a EE. UU. sin conseguirlo.
Pero entre tanta babosada, la peor, junto con la cárcel en la Antártida, es su reflexión de que “si Glas se escapaba, perdíamos el referéndum porque nos habría hecho ver como débiles”. Eso pone todo el tema con México en clave electoral y le quita piso a la argumentación del Ecuador de la excepcionalidad del caso por el abuso mexicano del asilo.