El Chef de la Política
Noboa: entre el amor, el temor y el odio
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Dependerá de usted, Presidente Noboa, que el país le ame, tema u odie. De usted y nada más que de usted. Sus acciones en la vida pública y, en alguna medida, las que tome en su esfera privada, serán su carta de presentación. Juéguese por la apuesta grande, la del reconocimiento ciudadano por su trabajo cívico en favor de los más necesitados.
Apueste a caminar en 10 años por las calles del país y que la gente lo salude con afecto o al menos con respeto. Está a tiempo. Con una consulta popular que se la puede asumir como una suerte de apoyo a su gobierno, lo que tendría que hacer en el futuro para que la ciudadanía lo ame es trabajar en los temas clave. La seguridad, la crisis energética y la provisión de empleo son algunos de ellos. Pero no todos, desde luego.
La gente necesita también, a la brevedad, proyectos sociales. Necesita ver que el gobierno está presente y que lo ampara. Para que su paso por Carondelet le otorgue el amor del pueblo, preocúpese de la salud pública, la educación en todos sus niveles, la desnutrición infantil. Gobierne mirando a los más débiles, a los pueblos indígenas, a las mujeres, a las minorías.
Ahí está la base de apoyo. Invierta en la gente. Sea indulgente, sin dejar de ser perspicaz. Trate a sus opositores políticos con inteligencia y a la vez con firmeza. Reclame a sus colaboradores en privado. Jamás en público.
Un líder ensalza la gestión positiva de sus ministros ante el pueblo y se retira con ellos, a la intimidad del despacho presidencial, cuando se trata de llamarles al orden y acatamiento de las directrices oficiales.
Preséntese ante la ciudadanía de forma natural, espontánea. No es necesario poses ni sarcasmos para verse más inteligente o cautivador. Sea auténtico, beneficie al pueblo y la gente lo amará.
Pero si el camino del amor ciudadano no es el que le interesa, al menos evite que le odien. Prefiera entonces el temor de la gente. Haga un gobierno “con pantalones”, como llamamos los ecuatorianos a nuestros innatos rasgos autoritarios. Demuestre resultados y evite caer dubitaciones.
Afronte el tema de seguridad hasta las últimas consecuencias. ¡Pero hágalo! De lo contrario, ni siquiera temor infundirá entre la ciudadanía sino desprecio y conmiseración. Tensione con la oposición política con prestancia y demuestre al país que lo que dice, se hace.
Controle a sus colaboradores, pero marque los límites. Disuada y persuada a quienes piensan en contrario, pero no los intimide. Deles razones de peso y agregue a eso un talante de gobernante con capacidad de hacerse respetar. No es lo óptimo que le teman, pero no deja de ser una opción de gobierno.
Lo que sí debería evitar es ser odiado. Tenga cuidado con eso. Si ataca a sus opositores al punto de buscar su extinción, va por mal camino. Si genera tensiones innecesarias con los que opinan de forma diversa, usted pierde en el mediano plazo.
La crítica no es ofensa o minimización. Si usted la asume como tal y reacciona de forma agreste, va sembrando semillas peligrosas. Si en el diario convivir del gobierno degrada a sus cercanos y los expone a la ciudadanía como ineptos o delincuentes, la política y la vida se encarga de pasar factura. El odio no nace de un día a otro. Ese es un peligroso sentimiento que se va asentando con el paso del tiempo hasta que explota de diversas formas.
Las diferencias entre los gobernantes que fueron temidos respecto a los que fueron odiados se reflejan en el curso que han asumido sus respectivos procesos judiciales. Escoja usted en cuál grupo desea estar.
Plantéese, Presidente Noboa, la posibilidad de que la gente le ame. No es cuestión solamente de pan y circo para que la ciudadanía lo recuerde de buena manera. Otórguele dignidad. Propóngale opciones para mejorar la calidad de vida de los más humildes. Dele esperanza al pobre de que sus hijos van a estar mejor posicionados en el futuro.
Ofrezca al país proyectos emblemáticos que reflejen su visión política. Pero si usted no lo hace y decide ir por la opción del temor, ahí está el campo abierto. Ahí el respeto que usted tendrá será aparente y terminará el día que deje el gobierno.
Porque el poder se termina, sepa usted. Esto no es una obviedad. ¡Cuántos pensaron que las alfombras rojas eran eternas y ahí los tiene, masticando su propia inmundicia! Eso sí, tenga presente que del temor al odio hay un solo paso y que las fronteras entre un estado y otro son muy porosas.
Si se juega a que le teman, por ahí usted se obnubila y termina odiado por las masas. Tenga presente que los que fomentan odio, nuca salen bien librados. Si busca ejemplos, basta que mire a su alrededor.